domingo, 31 de diciembre de 2017

Simplemente el siete se desliza hacia el ocho, el XII romano regresa al I, el treinta y uno pide paso al uno para reiniciar el ciclo. Así ha sido desde que el homínido que evolucionó hacia homo sapiens se detuvo a observar el movimiento de los astros y aprendió a cifrar y a organizar la línea incesante del tiempo, los días sucesivos con sus noches, las aperturas y las clausuras, el reguero sin tregua de la Historia. Así será mientras el hombre y la mujer permanezcan, mientras no acaben de estropearlo del todo, no sabemos hasta cuándo ni cómo. Y después otra vez nada, nada por siempre jamás, hasta que a algún dios aburrido de tantas eternidades se le ocurra otro argumento, otro suspiro de inquietud, otra obra en la que entretener sus ocios.
Ah la sugestión de los dígitos...
Salud!

sábado, 30 de diciembre de 2017

No hay dietario que no se brinde con cierta periodicidad, a modo de pulso íntimo o de balance de cierre, la oportunidad de escribir sobre sí mismo. Al nuestro le es propicia la fecha de hoy, por ser el día que es y porque me pasé varias horas de la tarde terminando de volcar en un archivo los textos de todo el año, barriendo migajas sin trascendencia y uniformando lo que todavía tolero desde un criterio que ya se sueña de papel. Han sido, al cabo, más de trescientas notas o apuntes robadas al sueño o a la lectura, reflexiones de toda índole que casi había olvidado, arrebatos del ánimo y ocurrencias intrépidas y miserias cotidianas que ahora conviven en unos cien folios bien apretaditos. A falta de mejor cosecha -en este 2017 apenas dejo siete haykus, la mayoría irrelevantes, y cinco poemas, entre ellos el dedicado a mi hijo Federico; ningún relato que me convenza; ninguna novela definitivamente revisada-, la existencia tozuda de este diario abierto y su inmediatez pública se ha convertido en el amable envés de mis frustraciones creativas, un bonito sustituto de todo cuanto quiero y no puedo, asumida mi incapacidad para emprender y sostener objetivos más ambiciosos. Hoy me sé, si no orgulloso, sí al menos satisfecho.

viernes, 29 de diciembre de 2017

Alguien saldrá una tarde en busca de un obsequio para alguien, un obsequio premeditado o no, y al poco rato habrá entrado en una superficie comercial del centro y sopesará en sus manos dos o tres libros de cierto grosor, pensando acaso en los gustos del destinatario, y al final se irá con uno de ellos hacia la caja más próxima y dirá que sí, que se lo envuelva para regalo, por favor. Pero de regreso, por la calle, recordará que aunque se ha tomado la molestia de ir a buscarlo, en realidad lo han pagado entre dos para regalarlo a medias, y que no es corriente ofrecer un libro sin una mínima dedicatoria que inmortalice la ocasión. Así que, en presencia del socio comprador, despegará el papel con cuidado de no rasgarlo y en la primera página, con tinta azul y trazos ágiles, escribirá: "15-Enero-2004. Esperamos que te guste y que te recuerde a nosotros. Muchos besos y feliz cumpleaños. Te quieren". Debajo, las dos firmas ilegibles. Lo envolverá de nuevo y, no sabemos con cuánta celeridad o inminencia, llegará el 15 de enero de 2004 y con gran cordialidad se le hará entrega a alguien que ese día sumaba un año más a los que ya tenía.
El ejemplar de El mundo de ayer -Memorias de un europeo- (El Acantilado, 2003) lo hallé hace poco, impecable, expuesto en un rastrillo solidario para ser vendido por cuatro euros. Lo adquirí sin pensarlo, en parte por ayudar a la causa y en parte porque últimamente me interesan mucho ciertos diarios y ciertas autobiografías, máxime si se trata de un escritor de vida tan azarosa y muerte tan romántica como las de Stefan Zweig. Pero no vi las palabras premiliminares dibujadas a mano hasta varias horas más tarde, y fue entonces cuando me embargó un resto inaudito de melancolía: melancolía por la persona que casi catorce eneros atrás recibió el libro y quizás un par de abrazos y los besos, melancolía por ese alguien de quien todo lo ignoro, de quien nada sé, ni siquiera si lo leyó, ni siquiera si le gustó, ni siquiera si aún sigue en este mundo. Melancolía.

jueves, 28 de diciembre de 2017

El otro gran aprendizaje de la vida es la soledad. A unos les cuesta más que a otros, la toleran con más o menos gusto; pero todos llevamos, como una cicatriz que nos recuerda lo que somos, aquella rima de Bécquer que a esta hora se adhiere a mi ánimo: "¡Dios mío, qué solos / se quedan los muertos!" 

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Desvelado, se incorpora de la cama y mira tras la ventana de una quinta planta. Su figura se insinúa en la oscuridad, silenciosa y lenta, como un espectro que masculla pretéritos, que trama soledades. El viento zarandea las ramas de las palmeras mientras sus troncos permanecen fijos, fieles a un destino que solo de tarde en tarde cede a la leve inclinación de su estructura vertical. Amaneció el día, la sombra se borró de la ventana, hace siglos y milenios que no existe la casa ni hay palmeras que mirar. 

martes, 26 de diciembre de 2017

Nació mi padre el 26 de diciembre del 38, a dos meses de que acabara la guerra, y le dieron de nombre Federico, como su abuelo materno.
En la década de los cuarenta fue a la escuela de don Antonio (con el que aprendió mucho) y a la de don Vicente (con el que no aprendió nada), y ya se le veía por los caminos de los cerros con tres o cuatro cabras o ayudando en las labores cíclicas de la huerta.
En la década de los cincuenta salía al alba hacia los picachos altos de la sierra, él solo, seguido de un burro que cargaba de haces de leña; trabajó sin edad en las noches eternas de una almazara del pueblo; sustituyó a su padre enfermo en el duro mes de la siega que se libraba en Albacete. Luego, la patria lo reclutó para el servicio militar y lo mandó a su destino en el norte de África, y allí permaneció sin tregua dieciséis meses.
En la década de los sesenta emigró a la campiña francesa, ribera del Herault, donde se estableció con mi madre tras casarse, y con los ahorros de tres años de jornadas a destajo regresaron a su origen, compraron vivienda, taberna y unas tierras, dieron vida a quien esto escribe.
En la década de los setenta les nació otra hija, emprendieron el negocio de la tienda de comestibles y bebidas, adquirieron otras tierras; consiguió mi padre su permiso de conducir, se dejó el bigote que ya no se ha quitado, compró una furgoneta verdeamarilla de la marca Renault cuya matrícula no olvido: MU7059K.
En la década de los ochenta lo golpeó el creciente desengaño de un hombre de la izquierda; poco a poco terminaron de construir la casa soñada, la que él mismo dibujara en un folio al que solo le faltaba la firma del arquitecto; con esfuerzo y orgullo costearon la carrera de su primogénito en la capital de la provincia.
En la década de los noventa visitó una Ceuta muy distinta de la otra, enterró a su padre nonagenario, cambió de coche, se convirtió en abuelo.
El cambio de siglo le ha traído más nietos y algún disgusto, la pensión vitalicia del Estado, desavenencias enquistadas en familia, un huerto de hortalizas que atiende con talento, el gradual deterioro de una esposa delicada.
Hoy mi padre cumplió setenta y nueve. Presumo de su sensatez y honestidad, de su coherencia. Sigue siendo la persona cuya opinión más respeto.      

domingo, 24 de diciembre de 2017

La virtud de distanciarse, de mirar con perspectiva, sin apasionamiento. El arte de relativizar, de flexibilizar cada acto, de asumir con humildad nuestra suprema insignificancia, la condición efímera de todos y de todo. Tal es, entiendo, el gran aprendizaje de la vida.
Retales para hilvanar unas memorias:
35. SOCORRO.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Una madre joven que tiraba del brazo de su hijo de seis o siete años, enfilando hacia la puerta del colegio, cualquier día de la semana pasada:
-Pues le dices al maestro que como eso se vuelva a repetir voy a ser yo quien venga a explicárselo en persona.
En fin...

martes, 19 de diciembre de 2017

Constato que el misterioso personaje en el que había reparado, ahora con guantes de lana negros, pasa todas las mañanas a la misma hora y minuto -hacia las 08.50- por la misma acera y en la misma dirección, lo cual me induce a pensar que a lo mejor no es el jubilado andarín que imaginé, sino un asalariado o un funcionario que vive por la zona y trabaja cerca. Un día lo seguiré.

domingo, 17 de diciembre de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
34. EL ABUELO PEDRO.

sábado, 16 de diciembre de 2017

[¿] El concepto verdad y mentira se relacionan en un texto porque lo escrito en ese texto puede ser de verdad o mentira lo que ha escrito, la realidad y la ficción puede ser que en un texto sea realidad y ficción se puede decir que la realidad es diferente de la ficción la ficción es aquello que imaginamos y la realidad es aquello que existe de verdad y se puede decir que son lo opuesto, pero no es lo mismo ficción que mentira, porque mentira es aquello que ni imaginamos y pasa lo mismo con verdad y realidad. [?]
[¿] La verdad es cuando una persona dice algo que es cierto y la mentira es cuando una persona te dice algo que es verdad pero es mentira. [?]
[¿] La ficción es todo aquello que no se puede representar en la realidad y la realidad es lo que sí se puede representar. [?]
[¿] Se relacionan entre sí refiriéndose a lo contrario de cada uno, es lo opuesto a lo otro. [?]

Son chicas y chicos de quince y dieciséis años que este curso concluyen, se supone, su periodo obligatorio de enseñanza, tras el cual obtendrán un título mínimo pero necesario. Para introducirles los temas de literatura, juzgué oportuno dedicar una clase a la reflexión sobre algunos términos; llené de tiza la pizarra, puse ejemplos que les eran próximos, solicité opiniones que pudieran contrastarse, participaron con alguna idea que yo matizaba, vi que casi todas y todos asentían como si hubieran entendido. Luego -¡ingenuo de mí!- quise que pensaran con el bolígrafo y el folio (que es como se piensa) y recabé sus respectivos índices de madurez con una pregunta de examen que reza así: "Verdad y mentira, realidad y ficción: explica cómo se relacionan estos conceptos". El de arriba, lo admito, es parte interesada del muestrario de incongruencias que han escrito. No obstante, de tarde en tarde...
La verdad se opone a la mentira, la realidad es paralela a la ficción. La verdad, sin embargo, no es lo contrario de la verdad y la ficción no es la mentira. Algo ficticio puede ser verosímil, y algo real puede ser difícil de creer. La Metamorfosis, por ejemplo, es ficción, pero es verdad ya que la historia es una realidad un poco distorsionada, con un poco de ficción.

viernes, 15 de diciembre de 2017

Quién me lo iba a decir: ahora prefiero el horario de invierno. La tarde se va poniendo mustia entre las cuatro y las cinco, y en torno a las seis ya se ha instalado la noche, salvo que el día venga nublado desde la mañana y el abanico de grises adopte tonos sucesivos. Me embarga la dulce promesa de un tiempo largo, recogido, íntimo, al calor del hogar y de las pequeñas querencias domésticas. Desde la ventana miro las azoteas y el cielo embarrado y la línea de los montes, y entonces me entra una inefable cosquilla de poesía, una veta de gratitud elegíaca proclive a la palabra justa y al balanceo métrico. La velada deriva poco a poco, emergen los afanes secretos de otras vidas; las farolas toman la calle y en los pisos de enfrente cunden puntos de flexo o rincones de lámpara, y progresivamente se evidencian los claroscuros de la emisión televisiva. A lo lejos, los neones de reclamo navideño y los faros móviles de los autos agreden la mirada y van rasgando el misterio. La inspiración se despereza, sucumbe al bostezo.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Mis vecinos de planta han retirado la bandera del balcón y han puesto un cableado de bombillas multicolores, intermitentes, cuyo ingenio se activa al atardecer y no sé hasta qué hora de la madrugada se prolonga. Debajo, como si progresaran por una escala, penden tres muñecos que han de representar a los tres reyes magos de la tradición cristiana, tres figuras que se eternizan en su esforzado ascenso día tras día y noche tras noche, acaso hasta el prometido amanecer del seis de enero.
Entre tanto, ignoro el destino de esa bandera, no sé si la habrán hecho jirones para limpiar el polvo, si la habrán doblado en un armario con bolitas de naftalina o si la habrán echado a lavar después de tanta intemperie; me intriga, además, si transcurridos los fastos navideños se acordarán de devolverla a su torreón de privilegio, pregonando a los cuatro vientos su orgullo rojigualdo. 

miércoles, 13 de diciembre de 2017

¿Se puede ser poeta con solo tres versos?
En la noche propicia de un septiembre que se aleja, en la terraza no menos propicia -cigarrillos sin tasa, granizado de limón-, la musa me susurró un poema al que inmediatamente le inventé autor. Lo bauticé, no sé explicar por qué, Elio Alonso Rosales, y durante una buena temporada le imaginé nacionalidad, fechas señaladas, estudios secundarios, amores y desamores, noticias que lo inmortalizaban, amistad con intelectuales que aplaudían su talento, títulos de libros que tal vez escribiría pero que nunca se decidió a escribir y otras peripecias de su existencia discreta. Era un apócrifo, una especie de heterónimo con su oportuna psicografía, y yo el perseguidor cortazariano llamado a redimirlo, a facilitarle la gloria. La gracia es que su obra se sostenía en tres versos, solo en tres, y que ni a él ni a mí nos apetecía mancillar el encanto casi insultante de tamaño laconismo. Así que al cabo de mi pereza le asigné una fecha definitiva y una muerte misteriosa y noble, y dejé de pensar en él. Pero su único poema -las diez palabras que lo integran- vuelve a mí con la fuerza del reproche, como si quisiera pedirme cuentas -todavía- por mi extraña traición:
Esta ciudad sin mar
tiene dos faros:
son tus ojos.
E. A. Rosales

lunes, 11 de diciembre de 2017

Dichosa edad y pretéritos dichosos aquellos en que regresaba de las aulas inflamado de proyectos y haciendo cábalas sobre los folios que emborronaría esa tarde.
Mi destino literario -porque persiste en mí un ascua indeleble que solo puedo llamar destino- se ha instalado en una espiral de horas hipotecadas y de tiempos ajenos, en un paréntesis de inacción que equidista entre el erial y el barbecho, entre la renuncia definitiva y el deseo contenido.
Sueño aún, es cierto, con un amanecer de años sabáticos que saque de sus cajones los cuadernos marchitos, los argumentos olvidados, los versos que me vencen; me ilusiono aún con una primavera abundante que me contagie su verdor, su savia fértil, y me conceda ser quien soy.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Salgo a pasear las calles del centro y crece la probabilidad de que me tope con alguien a quien conozco o me conoce. Seguramente tuvimos alguna relación más o menos constante, más o menos esporádica, pero la frecuencia en el trato disminuyó hasta desaparecer, y ahora, pasado el tiempo, o a ese alguien no le apetece reconocerme o es a mí a quien no le apetece reconocerlo. Aumenta sobre todo el porcentaje de los antiguos alumnos; me los he encontrado tras la barra de un bar o sirviendo las mesas de un restaurante, tirando del carrito con un bebé en el pasillo de un supermercado o sentados entre el público en la sala de un cine, o esperando bajo un semáforo, o en una manifestación... Hace poco, el magro empleado de una empresa de limpieza urbana detuvo el camión que conducía, gritó mi nombre sin bajarse y saludó con gesto emotivo a su profesor de literatura del instituto. Ayer -con alegría, con gratitud- me tocó el brazo y me habló de sus progresos laborales una chica que asistió a mis clases hace tres o cuatro años y que era, bien me acuerdo, irregular y conflictiva. Ayer, solo unos minutos más tarde, se cruzó conmigo en un callejón ineludible una mujer adulta que desvió deliberadamente el rostro, una mujer de la que nada esperé ni espero, salvo, quizá, una pizquita de memoria y elegancia.    
Retales para hilvanar unas memorias:
33. LIBRETA DE CITAS.

sábado, 9 de diciembre de 2017

También están esos requiebros de la lengua, esas luminarias de la inteligencia, esos fuegos de artificio del pensamiento que suelen durar lo que dura un oh largo y unánime: los aforismos.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Hoy no hice casi nada de lo que había previsto hacer, lo que, por otro lado, era altamente previsible.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Cada día me siento más inclinado a la literatura testimonial. Me acerco a los dietarios antes que a las memorias, a las memorias antes que a las autobiografías, a las autobiografías antes que a las biografías. Cualquier novela (hablo sobre todo de los eventos editoriales) me provoca desde la portada una infinita pereza, y los volúmenes de versos, si es que ganan mi interés y los hojeo, rara vez me contagian algún atisbo de lo que en ellos busco. Solo me apetece leer lo que otros (antiguos y modernos, y no cualquier advenedizo) escribieron o escriben sobre sí mismos, sus observaciones y reflexiones cotidianas, sus verdades reales o fingidas, sea desde la espontaneidad del apunte fragmentario o desde la perspectiva serena de los años vencidos. Relaja indagar los códigos de la frustración, abonarse más pronto que tarde al aprendizaje del fracaso.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

¿Qué leyes inspiran el mecanismo sorprendente de la casualidad, sus voluntades y caprichos, sus burlas al destino? ¿Hay un resorte del pensamiento que provoca, sin saberlo, conexiones improbables, impenetrables? ¿Habrá una ciencia disparatada que sin embargo cifre y descifre las geometrías del azar?
El último fin de semana, mientras recorría el circuito de canales del televisor, di con una película que protagonizó Hugh Grant en 1999, y me quedé un rato. Tengo cierta facilidad para establecer parecidos razonables entre los rostros de los famosos y los rostros de quienes voy conociendo en mi día a día, así que me reproché en secreto no haberme dado cuenta mucho antes de que a principios de los noventa compartí piso de estudios con un chico que le daba más que un aire a este actor que yo descubrí en Lunas de hiel, de Polanski. Me pregunté qué habría sido de él, que derroteros habría seguido su vida. Recuerdo que en aquella época era lector de Terenci Moix, que trabajaba ocasionalmente en un bar de la costa y que, aunque no se le notara ni se prestase a la confidencia, poco a poco afloraron evidencias de su homosexualidad. Y sí, se dan un aire, sin duda.
Ayer entró a una librería recién abierta en el centro. Paseó por los anaqueles durante unos minutos y luego se marchó con su acompañante. Tenía la misma planta de entonces y vestía la misma especie de gabán beige con un corte por detrás, salvo que sus rasgos faciales estaban más marcados, los ojos más hundidos y la nariz más prominente. No le dije nada; no sé si él me reconoció ni cuánto de mí recordará. Su nombre, Rubén. Hacía todos estos años que no coincidíamos en ningún sitio.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Se ha metido el frío, por fin. Las calles de la tarde están menos frecuentadas.
En el expositor, un libro nuevo, voluminoso, recién sacado del horno de la imprenta. Son las cartas que Miguel Espinosa escribió durante casi tres décadas a Mercedes Rodríguez, su Azenaia literaria, su musa.
Hubiera entrado al cine, pero ya ha bajado del cartel el título que me atraía por sí mismo, por su enorme caudal de sugerencias: La librería de Isabel Coixet. No he leído críticas de la película, nadie me la ha recomendado ni desaconsejado, no sé nada del guion.
Vuelvo callejeando, con la brújula oscilante, pensando que a menudo he sentido inclinación por los argumentos y las tramas que se ambientan en una librería o en una biblioteca. Las bibliotecas y las librerías albergan un potencial erótico, para mí, muy superior al de una discoteca o al de cualquier otro refugio para el ocio.
La luna de este lunes, redonda, inmensa, se postula a baja altura, como si posara para esa fotografía eterna en la que siempre es protagonista.
He vuelto con los pómulos fríos.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Me pusieron delante una especie de pergamino que imitaba los antiguos, uno de esos con los bordes como roídos que se dispensan en papelerías, y me invitaron a escribir algo para una compañera que se nos jubila, una dedicatoria con autógrafo que debía hacerse un hueco entre las otras. Sin pensarlo, deprisa, con bolígrafo prestado, deposité un apunte del último verano, un casi verso que me nació emblemático: "Vivir es dejar atrás". Pero mientras me aplicaba a la firma se me impuso otra frase que añadí, apretadita, una especie de sentencia que no ha parado de rondarme desde entonces: "Solo los buenos recuerdos nos sobreviven". ¿Qué azar me dictaría esa idea, las palabras que la izan?
Retales para hilvanar unas memorias:
32. LA ESPERA.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Se me ocurrió que con el pescado frito que sobró de las migas del miércoles podía preparar un guiso que no saboreo hace años; así que, bolígrafo y papel en mano, tomé nota de lo que entrambos me iban diciendo. Empezó mi madre, con su memoriosa anarquía, pero mi padre se postuló al quite para subsanar sus olvidos y corregir el orden narrativo: primero hay que sofreír la cebolla y el tomate, echándole al final una cucharada de harina, dos golpes de pimentón, laurel y piñones; a continuación se sofríen, aparte, las patatas cortadas; luego se vierte todo en la cacerola con agua precalentada y se añaden los boquerones, un pimiento seco, colorante y sal. Hoy he tenido que prescindir de los piñones y del laurel, y el medio pimiento ha sido del tiempo. Más de una hora cociendo con el gas muy bajo, removiendo de tarde en tarde para que no se asentara la harina. El plato sabía a pueblo y negociaba su misterio en el pretérito, pero ellos lo llaman aún, simplemente, como entonces, caldo de patatas y pescado. 

jueves, 30 de noviembre de 2017

Hay un arte subversivo y marginal, y hay un arte aburguesado y complaciente. Los dos se legitiman en la copa del talento, los dos ganan crédito y prestigio en la migaja de tiempo que subliman. Y, más allá del compromiso del artista, a los dos se les ha de exigir lo mismo: autenticidad.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Vienen los hijos, los mayores, y te preguntan qué época de tu vida fue la mejor, qué paréntesis de edad, qué manojo de años consideras los más tuyos, los imprescindibles. Y tú les dices que, tal vez, tu gran década debió ser la de los ochenta, la que recibiste con doce añitos y despediste con veintidós. Ahí se sucedieron los cuatro cursos en el instituto del pueblo, luego jalonados con cinco más en la universidad, a un centenar de kilómetros, yendo y viniendo en autobuses de línea cada dos o tres semanas. Ahí empezaste a saber de las mujeres y de los libros, te derramaste en tus primeros versos y poemas, lloraste el desamor y las ausencias y el deseo, compartiste pisos sórdidos con la azarosa fauna estudiantil de entonces, te emborrachaste invariablemente todos los jueves y los sábados, y, en fin, disfrutaste la paradójica libertad que solo se alimenta de carencias. Se van los hijos, los mayores, y no sabes si les dijiste lo que ahora escribes o si solo lo has pensado; ni si te lo han preguntado.

martes, 28 de noviembre de 2017

Una película argentina que ignoraba, de 1992: El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela.
Extraña y sugerente, traspasada de simbolismos líricos. Contiene efectos sobrenaturales que, como el levitar de los cuerpos o los descensos inesperados, debieran emparentarse con el realismo mágico; aparte de las apariciones de la Muerte representada por una mujer de negro. Hay lugar hasta para el desliz cómico, como en ese par de escenas en que Mario Benedetti en persona se mueve por los burdeles recitando versos en alemán. Precisamente algunos poemas de Benedetti, junto a otros de Oliverio Girondo y de Juan Gelman, justifican el derrotero y colman la estética (entre pretenciosa y decadente, necesariamente arriesgada) por la que discurre la historia.
Una de esas cintas que -así lo presumo- cotizan más alto si se les sabe dar una segunda oportunidad.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
31. EL FILÓSOFO.

sábado, 25 de noviembre de 2017

Tirado sobre la cama, convaleciendo. Otra vez el maldito lumbago, que sacude sin aviso, con esa estridencia eléctrica que sabe alcanzar el dolor físico. Ahora he logrado ponerme bocabajo, con gran suplicio en la región de los riñones. Me siento como Gregorio Samsa, inútil y culpable, dependiente, frágil. Pero hoy es sábado; quizá de aquí al lunes me habré repuesto por completo.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Se hace tarde. Tarde para todo y para nada, tarde para nunca y para siempre. En el gran recuento -insondable e inútil-, lo que aún no quiso ser ya dejó de ser, ya nació y murió sin remedio. Insaciable, el olvido engulló las migajas de cualquier futuro, de cualquier tiempo labrado en las estrellas, de cualquier parodia del porvenir. Se hace tarde, y ya pasó.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Hoy lo he vuelto a ver. Ha pasado muy cerca, incansable, a menos de un metro de mis narices, ávido de su propio avance por la acera que se interrumpe en el paso a nivel de Santiago el Mayor, en dirección al centro. Yo tomaba mi segundo café de la mañana y casi lo he intuido a mi espalda, así que justo al volverme me ha sacudido su presencia ahí mismo, aquí -barba incipiente, gafas oscuras, cabello gris lacio, aspecto más abatido que de costumbre-, y me ha sobrepasado sin desviar el rostro, a buen ritmo, sin fijarse en mí, sin reparar en el extraño ciudadano que tantas veces lo observa. Ha sido como un déjà vu, imagen exacta de lo que a propósito redacté anteayer, la noche del martes; incluso se ha anticipado unos segundos al estruendo de sirenas que anunciaba la inminencia del tren, y ha cruzado a la otra parte. ¿Quién es? ¿Quién habrá sido o será para otros? ¿Por qué me habita tan poderosamente y se cuela en la entraña de mis escritos? 

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Mientras la tarde languidece, yo cotejo los diarios de Kafka y de Pessoa, los de Pavese y de Camus. Busco algún engarce, alguna conexión casual, algún azar del calendario que justifique mi inquietud impremeditada a esta hora fronteriza, a esta hora prestada, a esta hora de nadie.
El 19 de noviembre de 1915, mientras Franz (32 años) se queja en Praga de "días inútiles, fuerzas que se consumen en la espera y, a pesar de tanta inactividad, los persistentes dolores de cabeza" y responde a una carta de Werfel y se siente "indefenso ante todo el mundo" tras una visita a la casa de la señora M. T., Fernando (27 años) hace lo propio en Lisboa: "He perdido el día: una cadena de pequeñas contrariedades se han acumulado, tengo la sensación de haber recuperado mi vieja sensibilidad. Acudí al despacho de Franco, pero no copié ninguna carta. Me pasé el día entero, por lo menos hasta las nueve, con ansiedad. Sin querer escuché una conversación trivial donde un amigo decía cosas desagradables sobre mí, cosas que nunca me ha dicho a la cara. Mi idea era pasar la noche con la tía Lisbela, pero terminé con Ramos, Vilhena y Santa Rita. No fue un éxito, pero tampoco fue desagradable. He recibido el dinero para la tía Rita; no se lo he entregado todo, y parece que no se ha dado cuenta de lo que faltaba".
Por su parte, el 27 de mayo de 1950 Cesare (42 años) escribe en Turín: "La beatitud del 48-49 está enteramente expiada. Detrás de aquella satisfacción olímpica estaba esto -la impotencia y el rechazo a comprometerme. Ahora, a mi modo, he entrado en el remolino: contemplo mi impotencia, me la siento en los huesos, y me he comprometido en la responsabilidad política, que me aplasta. La respuesta es una sola -suicidio". En la misma fecha, Albert (36 años), desde algún lugar de Francia: "Solitario. Y los fuegos del amor abrasan al mundo. Esto bien vale el dolor de nacer y de crecer. ¿Pero hay que vivir después? Toda vida resulta, por ende, justificada. ¿Pero también una supervivencia?"; y debajo: "¡Cuántas noches en una vida donde uno ya no está!"
Los cuatro (cada cual a su manera, o a la manera que les dictó el destino) se fueron de este mundo antes de cumplir cincuenta.

martes, 21 de noviembre de 2017

La primera vez que lo vi, ágil y enjuto, fue en la zona norte de la ciudad, cruzando un paso de cebra, hace quizás un par de años. Caminaba a buen ritmo, con zapatos y ropa de calle bajo una gabardina ocre, y con un paraguas plegado que ni siquiera apoyaba en el suelo. No sé por qué, su figura ensimismada me hizo pensar en la sombra de un Fernando Pessoa pateándose las callejuelas altas de la vieja Lisboa. A los pocos días lo volví a encontrar en las inmediaciones de mi casa y me sorprendió que un hombre de su edad, sospecho que entre sesenta y sesenta y cinco, se sometiera a tales caminatas por la vía urbana.
Después me lo he tropezado varias veces más, en invierno y en verano, por la mañana y por la tarde, nunca parado, siempre con su indumentaria clásica y con esa determinación de ir dejando atrás, bajo la suela de sus zapatos, kilómetros de asfalto y de baldosa. No sé su nombre ni otras circunstancias, jamás lo he visto reposar o detenerse a hablar con nadie. No sé más que el enigma de su fuga.
Hoy, a una hora temprana, ha pasado muy cerca de mí para perderse al otro lado del bullicio de las vías casi al tiempo en que se activaba la barrera del paso a nivel. Hoy, viéndolo alejarse, he sentido que me intriga su vida, los pensamientos que lo impulsan a seguir adelante, los recuerdos que lo acucian o lo entretienen o lo alientan, los futuros que aún sueña.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Hay libros de versos y hay libros de poemas. En aquellos predomina la chispa ocasional y acaso el ingenio aislado de una línea, de dos líneas memorables cada tres o cuatro páginas; en estos, la solidez sumaria de unas cuantas composiciones que eclipsan a las que se suceden una tras otra para rellenar el índice.
Y hay, también, poemarios, cancioneros, volúmenes cuyas distintas piezas se ensartan en una sola unidad temática y en un impulso común, constituyendo un discurso trabado y a menudo complejo que responde a determinada vocación estructural. Lo que no excluye que esta última sea bendecida por algún verso memorable, por alguna secuencia de mayor alcance poético. 
Retales para hilvanar unas memorias:
30. LA BICICLETA DE ULRICH.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Lo más intrigante de una relación son los trapos sucios: solo se sacan y se esgrimen en el capítulo final, cuando el desenlace está servido, cuando ya no hay remedio.
La literatura no miente: finge verdades que el espíritu demanda y la realidad tolera.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Sentados en la sala de espera, mi madre, desesperada, me preguntó cuál de las dos puertas que nos quedaban de frente era la nuestra, y yo le contesté que en esa de ahí pone traumatología y en esta de aquí pone geriatría, así que esa de ahí es para las roturas de huesos y esta de aquí es para cosas como la memoria; por lo tanto, la nuestra es esta. Se sorprendió, porque no se acordaba de que la cita de hoy fuera para la memoria, y yo no pude menos que sonreír mientras le aclaraba que precisamente por eso estábamos aquí sentados.
Dado que era la primera visita, la doctora indagó algunos datos sobre la paciente -más bien la impaciente-, datos que yo le fui facilitando en un estilo cómplice, salpicado de vocablos y expresiones que la cultura de mi madre no sabría interpretar, de sobrentendidos que la doctora encajaba afirmando con la cabeza y sin dejar de mirar la pantalla del ordenador. Después avisó de que le iba a hacer algunas preguntas, a modo de prueba: su fecha de nacimiento (¡sí!), el nombre y los apellidos de sus padres (¡sí!); en qué sitio estamos (¡sí!), en qué ciudad (¡no!), qué día de la semana es hoy, qué día del mes y qué mes (¡no, no y no!); quién es el actual presidente del gobierno (duda y... ¡correcto!), quién lo fue antes que él (silencio sostenido en la punta de la lengua); cuántos euros me quedan si tengo veinte y te doy tres (¡sí!), y cuántos si te vuelvo a quitar cuatro (¡casi!); y alguna más. La irregularidad de los aciertos dejaba claro que, por lo general, se acuerda mejor de las cosas antiguas que de las más recientes, y también -he aquí el diagnóstico: demencia del tipo alzhéimer- que la enfermedad, aunque de naturaleza irreversible, se halla en un estadio muy primario todavía.
A los pocos minutos, cogida de mi brazo en medio del pasillo, mi madre se detuvo y me detuvo para decirme una sola palabra: ¡Zapatero! Y a continuación, casi ofendida, muy digna ella: ¡Si es que yo me acuerdo de más cosas de las que os pensáis...!

miércoles, 15 de noviembre de 2017

De puertas afuera, lo que se valora de un profesional de la enseñanza es que lleve muy preparada la clase, cada una de sus clases, y que la materia que imparte se ajuste a un calendario y a la programación oficial.
De puertas adentro, casi todos los que estamos en esto sabemos o llegaremos a saber que el gran reto es adaptarse a la realidad del aula, de cada una de las aulas, y que lo que más importa al cabo es la habilidad para improvisar, extraño talento que suele abastecerse en iguales proporciones de sentido común, de imaginación y de experiencia.

martes, 14 de noviembre de 2017

Cuando intuyo o se me desliza una idea y me dispongo a escribirla, mi indeterminación para someterme al molde de un género empieza a ser antológica. Un microrrelato que ya en la relectura percibo como una especie de poema o como un engendro híbrido, a medio camino entre este y aquel; un poema que desde los versos iniciales me susurra que extravió su gracia y que bastaría prolongarlo en el renglón para que dijera más como cuento o como página de un diario; un relato que en el instante mismo de terminarlo se postula como inicio de novela o tal vez como cierre de una trama más ambiciosa; un presunto novelón varios años madurado en secreto, curtido de anotaciones sobre ambientes y personajes y peripecias que, de repente, un día cualquiera, se me derrumba como un castillo de naipes y apenas hallo pulso para componer ocho o diez folios esenciales. Ya no sé si es el género el que no quiere conciliarse con la idea o si es la idea -tan soberana ella, tan orgullosa- la que prefiere no transigir, no someterse a los dictados del género. Me gustaría saber si a otros también les pasa, o si se trata de una de esas enfermedades que se catalogan como raras.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
29. LA CASA ROTA.
Lo que nunca se le perdonará a un artista es su orgullosa ausencia -casi menosprecio- de pragmatismo.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Contra los muros, murales.
Hubo un verano de hace muchos años en que acudí, tarde tras tarde, a la única academia del pueblo para adiestrarme en el arte de la mecanografía con todos los dedos. Era un entresuelo amplio, una sala dispuesta con una veintena de máquinas de escribir a disposición de los usuarios. Me ejercitaba con mucha fe, alargando el tiempo estipulado en la matrícula, con ese apego vocacional de mi edad de entonces y de mi sueño de siempre: escribir, perpetuar los renglones en el folio, sentir el golpe exacto de las teclas como el latido imperioso de mi destino ineludible.
Fue el mismo verano en que sonaba en los auriculares que nos poníamos para apagar el ruido circundante un disco recentísimo de Joan Manuel Serrat, más concretamente aquella canción, aquel himno en que el cantautor catalán prefería un buen polvo a un rapapolvo y un bombero a un bombardero, crecer a sentar cabeza o la carne al metal, y las ventanas a las ventanillas, y el lunar de tu cara a la Pinacoteca Nacional. Aquella letra era un maravilloso acicate para el universo de contrarios, paradojas y juegos de palabras que a mí me interesaba entonces, solo comparable, pongamos, con el Madrid de Sabina interpretado por Antonio Flores.
Alcancé una buena cifra de pulsaciones que, gracias a la práctica, he mantenido hasta hoy mismo, hasta este instante en que miro desde mi aula del primer piso y veo los progresos de las obras del AVE junto a las vías del tren. Y me acuerdo de aquel verano en que aún ganaba la revolución a las pesadillas, de aquellos versos que vindicaban los caminos frente a las fronteras.
Y se insinúa, grácil, mi modesta y pedagógica variante.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

-Una infidelidad soñada, ¿es infidelidad?
-Supongo que sí: un sueño no es del todo inocente.
-Anoche soñé que me eras infiel.

martes, 7 de noviembre de 2017

Por fin saco un par de horas y alguna fuerza para indagar en el laberinto de archivos y duplicidades poéticas que sestean en varias carpetas del portátil. Menos mal que de casi todo guardo copia física, en papel, aunque en un desbarajuste ordenadísimo de textos que creí definitivos y que luego no lo fueron o que se colaron con otra apariencia en el cuaderno más insospechado. Casi sin darme cuenta he agrupado veintiséis haykus (alguno más habrá por ahí, seguro) y he alfabetizado los títulos de treinta y tres poemas más o menos recientes, de nueva estirpe, pues han nacido fuera de esos volúmenes antiguos que ya tenían entidad de poemario antes de que acabara el milenio. La tarea será larga, pero confío en poder inventariar todo el material válido, inédito (acaso oscile entre trescientos y cuatrocientos poemas), para, después, empezar a cribarlo y organizarlo según criterios que todavía ignoro. Necesito ver aisladamente cada árbol, examinarlo y nutrirlo si se muestra robusto, o bien podarlo, o cortarlo de raíz, para hacerme una idea sensata del alcance y las posibilidades de mi bosque de versos. Tarde, en fin, bien aprovechada.

lunes, 6 de noviembre de 2017

El pequeño televisor de la cocina dejó de dar señales hace unas semanas. Mi proverbial ineptitud para trastear en aparatos electrónicos buscó aliados en el desinterés y en la pereza, así que ni he manipulado el mando ni he ensayado un solo intento de reanimación. Una creciente rebeldía hacia el moderno imperio de las pantallas se regocijó íntimamente, como si el destino me hubiera reservado esta mínima e inesperada victoria en una de esas guerras que sabemos perdidas.
El caso es que la vida sigue sin la necesidad de consumir el bombardeo diario de noticias mientras metemos la cuchara en el plato, mientras partimos el pan y bebemos de nuestro vaso y acuciamos al niño para que mastique más rápido. Pero el televisor permanece en su lugar, suspendido en su grisura plana, gélida presencia que persevera en su silencio y que aún, de vez en cuando, nos roba un movimiento inconsciente de cabeza.
Días atrás, en la horizontalidad de un folio DIN-A4, escribí un rótulo -"¡Dejad de mirarme!", dice- que oculta casi toda la pantalla. Estaba seguro de que la ocurrencia no iba a durar mucho, de que alguna mano próxima la despegaría con saña o sin ella y me reprocharía la chiquillada. Sin embargo, ahí sigue; y no imagino qué pensará de esta familia la asistenta que viene la mañana de los lunes. 

domingo, 5 de noviembre de 2017

La solvencia intelectual y la santurronería no casan bien. No concibo que la religiosidad combativa, si es sincera, sepa convivir con un cerebro dotado para el ejercicio honesto del pensamiento y del lenguaje.
De vez en vez sigo a un colega letraherido -profesor él, como yo, y sin duda padre de familia, e intuyo que más o menos de mi quinta- que va dejando su impronta dietarista en una página similar a esta. La perspicacia que sustancia muchas de sus observaciones cotidianas, la sutileza con que intercepta la tentación del propio alarde, incluso la discreta ironía que desliza, pierden vuelo y caen en picado -para mí, claro- cuando sus dedos ceden al relato de su cristianísima fe, cuando sus neuronas se humillan en liturgias ante la faz tradicional y sectaria de su único dios verdadero. Entonces me pregunto si se puede ser sabio y creyente a un mismo tiempo, si no habrá en ello contradictio in términis.
Ya bramó Nietzsche que la mera idea de Dios es un insulto a los pensadores. La otra tarde, conversando frente a sendos refrescos en una terraza, un amigo fue más lejos al afirmar que creer, en el fondo, es un acto supremo de soberbia.  
Retales para hilvanar unas memorias:
28. AQUEL RECITAL DE HIERRO.

sábado, 4 de noviembre de 2017

Como cada curso desde hace unos cuantos, sigo con mi proyecto de las autobiografías. En mi cartera de trabajo llevo ahora, para revisar y anotar, los treinta y tantos folios escritos a mano, uno por alumno, del capítulo tres, "Paisaje desde mi ventana". Al presentárselo a ellos, siempre surge alguna excusa reticente, siempre levanta su mano algún muchacho remolón que dice no tener ventana a la que asomarse, o que esgrime que desde la suya no se ve más que un solar abandonado o la pared ciega de un edificio que le tapa cualquier horizonte. Y siempre he de lidiar para convencerlos de que a esa ventana se asoman no sus ojos, sino sus soledades y sus sueños, sus apatías y esperanzas, sus estados de ánimo, la vida que late en sus corazones y triunfa en las incertidumbres de sus catorce y quince años. Se impone un orden de la descripción -un arriba y un abajo, un a la derecha y un a la izquierda, un cerca y un lejos-, un saber mirar lo primario y lo secundario, lo infinitesimal y lo infinito; pero lo que más importa, al fin, es que sepan trasladar al folio las palabras que expresen el marco invisible de su propio mundo, su secreta identidad, su yo. Y siempre aprendo de ellos.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Haciendo tiempo... La pregunta es para cuándo y para quién, y con qué esperanza. Pero huye de mí cualquier simulacro de respuesta; o, mejor aún, aquello que semejaba una respuesta regresa al directorio de todas las preguntas. ¿Quizá para presentir el vacío, para ensayar la eternidad? Nadie lo sabe.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Frente a la corriente misógina -tan extendida en las historias de la literatura-, observo también, en autores muy señalados, una condescendencia exagerada hacia las bondades del otro sexo, lo cual tal vez resulte argumentalmente rentable. Véase el ejemplo de José Saramago -una de mis confesas debilidades-, el trato que en sus novelas brinda al personaje femenino, de la Blimunda del Memorial a la Lidia que acompaña a Ricardo Reis o a la María Sara de su Historia del cerco de Lisboa. Y cómo no mencionar la Magdalena del Evangelio. O la otra sin nombre que sin embargo presta sus ojos al mundo en plena epidemia de ceguera. O Marta, la entrañable hija del alfarero de La caverna. Y cuántas más...

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Dedico parte del día a reordenar carpetas, archivadores y papeles viejos, tratando de aplicarme un criterio sensato que los readmita y los haga más visibles, más presentes en medio del caos, o bien que los deseche definitivamente. Se me podrá objetar -con razón, pues obedezco a una llamada cíclica que se repite con los mismos papeles y archivadores y carpetas desde hace quizá dos o tres décadas- la inutilidad del esfuerzo. Pero ocurre que me relaja el orden, la inquietud de doblegarlo a mi favor, entretenerme en discriminar y cambiar de sitio esas cosas mías que la dejadez o la inercia van dejando por ahí, prorrogando su vigencia, indultándolas. Y hoy, miércoles feriado, no hallé mejor excusa para sentir la densidad del tiempo.  

martes, 31 de octubre de 2017

El domingo 3 de junio de 1906, a pocas fechas de cumplir dieciocho años, Pessoa escribió en su diario: "Nada que decir". Y lo suspendió hasta el 25 de julio del siguiente, 1907, en que redactó una larga reflexión victimista con este principio: "Estoy cansado de presentarme derrotado ante mí mismo, de lamentar mi mala suerte, de llorar y de acusarme por mi mala fortuna".
¿Y bien? ¿Qué significa todo esto? ¿Cómo descifrar estas nimiedades que sublima el destino, la gloria póstuma de un hombre que no acertó a brillar en vida?

lunes, 30 de octubre de 2017

Pronto habrá sido martes y habré viajado al pueblo en mi automóvil para acompañar a mi madre a la consulta de geriatría y habré transcurrido unas horas con ellos, en la casa, y al atardecer nos habremos despedido y habré circulado de vuelta, por la misma carretera, con el ánimo confuso de los últimos tiempos. Pronto será recuerdo, y después una fuga interminable hacia el lugar de la nostalgia, y más tarde una brizna de luz extraviada en la memoria. Pronto será nada.
En el preámbulo a los diarios de Fernando Pessoa que inesperadamente merqué la semana pasada, me cruzo con unas "notas sobre lectura", sin fecha expresa, que no conocía, pero que en varios renglones siento como si las hubiera escrito yo mismo.
El autor dice haber abandonado el hábito de leer, habiéndose desentendido casi por completo de cualquier libro con ambición literaria; dice que de Shakespeare ya no puede aprender a ser sutil ni de Milton a ser íntegro; dice que en la dirección hacia la que se mueve, "erizado de angustia", ningún libro puede ayudarle, y que ha perdido interés por escritores como Wells, Chesterton o Shaw, que solo son inteligentes, porque sus ideas se parecen a las de muchas personas que no escriben; dice haber descubierto que la lectura es un sueño esclavo y que es mucho mejor que uno sueñe sus propios sueños.
Y se despacha con esta agudeza compartida: "En el pasado creo que sabía leer. Ahora me extravío mientras leo".

domingo, 29 de octubre de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
27. EL TÍO SILVELA.

sábado, 28 de octubre de 2017

Constato que cualquier determinación, si conlleva asumir algún compromiso inmediato conmigo mismo o acometer alguna tarea extraordinaria que permanecía aplazada sine díe, alivia el discurrir de mis horas y casi alcanza a ilusionarme.
Cada día debería escribir un poema, o al menos tomar una decisión imprevisible y de cierto calado doméstico.

jueves, 26 de octubre de 2017

Hacer inventario de todo lo inédito, desempolvarlo y organizarlo minuciosamente, sea ya definitivo (es un decir) o permanezca a la espera de revisión definitiva. Hoy por hoy, para mí, este modesto proyecto de recuperación de presencias y de olvidos, de restauraciones y desechos, se erige en la más ilusionante de las tareas literarias que, dadas las circunstancias, me puedo permitir hasta completar lo que queda del año.

martes, 24 de octubre de 2017

Al fin, que un Artista realice su Obra depende en buena medida de que acierte a encontrar sus particulares condiciones creativas en el espacio -espacio para la soledad y para el silencio, para habilitar en su entorno el andamiaje perfecto de la creación- y en el tiempo -tiempo expectante y exclusivo, libre de enojosos menesteres, limpio de las mil distracciones ordinarias. Y si hubiere musa, que la musa se deslice de puntillas, servicial y respetuosa, cómplice. Ante el reproche probable de egoísmo, el verdadero Artista sabrá callar sus altas razones, y seguir adelante. Jorge Martínez de Paco dixit.

domingo, 22 de octubre de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
26. ¡PERFECTO!

viernes, 20 de octubre de 2017

Hacía tiempo que no me regalaba un libro, pero lo vi sobre el expositor y no supe detener la mano, y lo abrí al azar, con ese rictus entre clandestino y satisfecho de los examinadores de libros, y los ojos se me llenaron de razones. Leí:
"21-11-1914
Hoy he tomado, de una vez por todas y de manera definitiva, la decisión de ser Yo, he asumido el reto de intentar vivir a la altura de mí mismo, despreciar la idea de la vocación, de la socialización del pueblo, del interseccionismo...; como recompensa he recibido de nuevo la plena posesión de cuál es la naturaleza de mi Genio y mi Misión. Basta de viajar por las impresiones de otros. Solo quiero verme tal y como mi temperamento innato me exige que sea, como mi Genio, tan innato como mi temperamento, espera que sea".
Una señal. Inútil repetirme que ya tengo varias ediciones del Libro del desasosiego de Bernardo Soares, que ya dispongo de la poesía completa de Álvaro de Campos, de Ricardo Reis, de Alberto Caeiro y hasta de Fernando Pessoa en español y en portugués. Pero no tenía noticia de estas sesenta páginas de los diarios iniciados el 15 de marzo de 1906, antes de los dieciocho, y abandonados el año mismo de su muerte.
Di algunas vueltas queriendo distraerme, presté atención a ciertas novedades. Imposible... Al cabo de unos minutos regresé a la misma página, cabalgué sobre la siguiente, me detuve en una frase suelta:
"¿De verdad debo mantener relaciones sociales?"
Esa simple interrogante terminó de convencerme. Lo mostré en caja y pagué.

jueves, 19 de octubre de 2017

Enemistada con la vida, sin ninguna voluntad de sobreponerse, irreconciliable hasta con su propio pasado: así es como la veo y como la siento, y también así es como la quiero.
Y no me puedo permitir que el recuerdo futuro que alentaré de ella cuando ella ya no esté se instale en este desvarío crepuscular, en este declinar indigno, en estas miserias.
Tendré que volverme otra vez niño para restaurar su verdad en mi memoria.
Ella, mi madre...

miércoles, 18 de octubre de 2017

Últimamente se habla mucho de patrias, esto es, de identidades y de banderitas, de apellidos y de fronteras. Ayer, tal vez sirviéndose de la coyuntura -o no-, una novela del vasco Fernando Aramburu titulada oportunamente Patria -que no he leído, mea culpa, pero de cuyos dones tampoco dudo- fue distinguida con un premio que se satisface con fondos públicos, lo cual, a mi juicio, le otorga un plus de merecimiento. Me acordé entonces de una chorrada -¿alguien aparte de mí se acordará de mis chorradas?- que, a la manera de aforismo antibenemérito, di a imprimir allá por el año 1990, y luego en 1993, en un ilusionadísimo debut literario que titulé Imágenes de archivo, y que transcurrió tan desapercibido como todo lo demás. Decía así:
"Es hora
              de dar
la Patria
              por la Vida".
Y puedo certificar hoy que no me desdigo ni un ápice.

martes, 17 de octubre de 2017

Pienso a veces que si el cuerpo necesita una tregua, él solito se las ingenia para encontrarla, sea en forma de una pierna rota o de una lumbalgia sin aviso ni precedente. El reposo en cama permite la lectura, aunque sea en dosis cortas que duran dos o tres páginas, porque el estatismo horizontal cansa los miembros y obliga a cambiar de lado o a entornar los ojos o a mirar el paisaje fijo tras la ventana.
Ayer -no hay mal que por bien no venga- conseguí leerme "El lugar de la literatura en la educación", de Lázaro Carreter, que llevo posponiendo años. Sorprende la clarividencia, el análisis y el diagnóstico de un descrédito al parecer irreversible, pues el discurso, con hechuras de conferencia, sirve de prólogo a un compendio muy surtido y de alto prestigio -colaboran especialistas de la talla de E. Alarcos, M. Alvar, Baquero Goyanes, J. M. Blecua, Laín Entralgo, R. Lapesa, M. Mayoral, Gregorio Salvador o Zamora Vicente- que, sobre el comentario de textos, editó Castalia en el remoto 1973.
Articulado en doce secciones, en la quinta cita un trabajo del profesor norteamericano L. Kampf donde acusa a sus colegas de haberse burocratizado, pues para ellos enseñar literatura ha dejado de ser una misión para convertirse en un oficio; en la sexta se refiere Lázaro a la irrupción de "la era técnica" y al impacto nefasto que el consumismo tiene y tendrá sobre la docencia de las humanidades; en la séptima suscribe las palabras del inglés Colin Falk sobre los efectos alienantes de una civilización tecnificada, y plantea la necesidad moral de que el profesor de humanidades defraude las esperanzas que el Estado y buena parte de los ciudadanos ponen en él: uno ha de elegir entre insertar a sus alumnos en la sociedad actual o educarlos contra ella, y, si es honesto, la única opción posible es combatir la sociedad técnica, conflicto que no se establece contra la ciencia misma como "preclara manifestación del espíritu humano", sino contra el ciego y deshumanizante puesto que se le está atribuyendo en la jerarquía de los valores.
Frente a la transmisión historicista de contenidos literarios clásicos -más aún, frente a las nuevas cosignas utilitarias que privilegian los estudios de Lengua-, el bueno de Lázaro defiende la Literatura en tanto que explicación de textos -esto es, el comentario-, sustituyendo en los alumnos la beata admiración por el ejercicio de la crítica: "La Explicación de Textos tiene que habituar a los alumnos a entender y a disentir, lo que equivale a consentir con plena responsabilidad".
Y concluye de esta guisa: "A través de la discusión de los textos, de una lucha a brazo partido con ellos, [el profesor] estará inculcando a los futuros adultos las virtudes del examen crítico, de la desconfianza ante lo evidente, del asentimiento o la disensión conscientes. Estará, sencillamente, educándolos para la democracia, para la razón como única fórmula persuasiva, para la participación indiscriminada en una cultura no alienante, la cual no puede destruirse para regresar a la prehistoria, ni dejarse de lado porque estorba para la eficacia técnica, ni ahogarse para que pueda sobrevivir el modelo antihumano del hombre consumidor. Una cultura, en suma, como dice Kampf, que satisfaga el instintivo deseo humano de verdad, bondad y belleza".
Releo y subrayo: "modelo antihumano del hombre consumidor". ¡Ahí es nada...!

lunes, 16 de octubre de 2017

Cuando me desperté de madrugada, a eso de las cinco, tras un sueño en el que incordiaba con su coche aquel primo al que enterraron hace casi veintitrés años, supe que no me podría incorporar de la cama.
He dormido a intervalos, no he avisado en el trabajo. Tengo al alcance de mi mano el dispositivo de una manta de calor, un discurso muy antiguo de Fernando Lázaro Carreter sobre el lugar de la literatura en la educación, una botella de dos litros de agua mineral, el tubo de crema antiinflamatoria Radio Salil, un ejemplar de la cuarta edición del ensayo Educar en la realidad (Catherine L'Ecuyer, 2015) y, cargándose, el ingenio de la telefonía móvil.
Levantarme para ir al servicio se me hace un mundo, pero al fin lo logro, encorvado, sujetándome a las paredes. Regreso con el mismo patetismo, eludiendo la verticalidad completa.
A falta de otro diagnóstico, temo que este aguijón que me horada ambos riñones no remitirá sin algún pinchazo.

domingo, 15 de octubre de 2017

Dos horas antes de que acudiese el coche de la policía y luego la ambulancia y finalmente la jueza que redactó el acta, la calle era la calle de cualquier ciudad sureña a mediados de agosto. En la cocina -apenas una hora antes- mantuvo una conversación de diez minutos con su esposa, y tácitamente acordaron que sería ella la que se pondría en contacto con un abogado amigo del matrimonio. Después, durante más de media hora, el hombre afeitó su barba de tres días, frotó sus miembros bajo la ducha, se aplicó crema en la cara y desodorante en las axilas, se escrutó desde la extrañeza en el espejo. Las aspas del ventilador del dormitorio lo mantuvieron sentado al borde de la cama mientras fumaba un cigarrillo y luego otro, con una toalla a la cintura. El ruido del tráfico le llegaba distorsionado, como si se anticipara a la sorpresa. Abrió la puerta del balcón, dio un par de pasos vacilantes, heridos de sol, y se asomó al vacío desde sus siete alturas. En la fachada lateral, una joven medio desnuda leía un libro y se atusaba el cabello. La esposa seguía tal vez en la cocina. Casi sin esfuerzo, tomó impulso y saltó.
Retales para hilvanar unas memorias:
25. LECTURA EN EL GAYA.

sábado, 14 de octubre de 2017

Un dietario es un diálogo escrito que el protagonista sostiene consigo mismo, incluso cuando se declara abierto a un público lector. La honestidad es su divisa, aunque a menudo confunda los márgenes entre la realidad y la ficción, entre lo soñado y lo vivido; aunque afloren los inevitables narcisismos. Y si pretende jugar otra baza, o aguarda algo más, o se atisba estrategia, entonces se convierte en otra cosa.

jueves, 12 de octubre de 2017

La repentina conjura de las obviedades, la multiplicación de los presagios antiguos, el peso del desengaño. Los días amanecen desnortados, las causas fluyen sin fe, la voluntad reniega de sí. Aquellas ensoñaciones se transformaron en quimeras; poco a poco asumen su papel subsidiario, su insignificancia y su nada. Todo esfuerzo se antoja inútil, todo objetivo se revela efímero.
Insomnio de un escritor que no escribe, de un lector que no lee.

lunes, 9 de octubre de 2017

La actualidad es insaciable. Aunque con mi mala conciencia habitual, pues sé que no me faltan cosas mejores que hacer, llevo muchas horas de la tarde y de la noche mirando las noticias de las cadenas televisivas y leyendo titulares y artículos en la pantalla de mi ordenador. Cataluña preocupa; se presiente la agonía y el desgarro, el vértigo y el precipicio, la incertidumbre, el abismo. La actualidad es acaso la más insana de las distracciones, pero también la más golosa.

domingo, 8 de octubre de 2017

Ay los eslóganes: leo por ahí que ahora debo mostrarme orgulloso de ser español.
¿Es lo mismo identidad que pertenencia? ¿Se puede apelar desde las altas esferas del Estado a la intimidad de las pasiones, se puede jugar a provocarlas y agitarlas como si estuvieran contenidas en el cifrado del ADN? ¿Quién puede creer, en este mundo de locos, que ondeando una bandera que proclama la fortaleza de su orgullo tenderá algún puente a la reconciliación y al entendimiento con quienes, quizá con similar orgullo, ondean la suya propia desde la obstinación por desgajarse y desligarse de aquella? ¿No nos damos cuenta de que las mismas banderas que unen son asimismo las que excluyen, las que levantan las barreras y los muros?
Pues claro; claro que todo está medido y bien medido, atado y bien atado. Entre el orgullo y la arrogancia discurren la vanidad y el desafío, y qué difícil es diferenciar los unos de las otras.
Retales para hilvanar unas memorias:
24. LA BANQUETA Y EL MAZO.

sábado, 7 de octubre de 2017

La mayor parte de la gente que conozco se esfuerza en rellenar esos huecos que van quedando entre sus hábitos domésticos y el imperio de sus labores profesionales. Necesitan consumir algo que sea simultáneo o que dé un paso más allá del picoteo en las redes sociales, insaciables asesinas de nuestro tiempo. La casa se les cae encima, y les basta entonces desplazarse hasta el circuito de un centro comercial, o acudir a cualquier oferta lúdica que dispense el ayuntamiento, o conformarse quizás con una retransmisión deportiva, o echar mano de algún encuentro sociofamiliar, o improvisar una escapadita de ida y vuelta... Todo ayuda a disfrazar el vacío y el desamparo y la desidia, a darles otro nombre.
Yo no. Yo soy siempre el raro que se quedaría leyendo los diarios de Kafka o las cartas de Flaubert, o repescando y hermanando la estela de mis poemas lunares, o mirando silenciosamente el techo del cuarto mientras fluye la conciencia, o persiguiendo los mil motivos que multiplica mi etcétera. Yo soy el insociable, si no el antipático, que lamenta cada minuto perdido en esas actividades externalizadas, en esos coágulos de tiempo ajeno. Y soy el que hace inventario íntimo de sus renuncias.
Esta tarde, un amiguito de Darío abre la veda de los cumples masivos. Invitada toda la clase de Infantil, con sus mamis y sus papis. No conocemos a nadie. Una aventura.

viernes, 6 de octubre de 2017

Ayer, en clase, les presenté La metamorfosis de Kafka. Con el paso de los cursos, he acabado asumiendo como cuestión personal el que mis alumnos no se marchen del instituto sin haber manejado esta novelita que tanto juego da para hablar de tantas cosas: del rechazo, del odio al diferente, del sentimiento de culpa, de la deshumanización progresiva, de la vergüenza social, de la tolerancia y la empatía, de la verdad de la ficción. Partiendo de la fórmula "¿y si de repente sucede lo inverosímil, lo increíble, lo que no puede ser?", el autor de Praga construyó una metáfora donde el personaje sale del sueño para ingresar en la pesadilla de su día a día. No contento, sirviéndome de la secuela kafkiana de Saramago, les instigué a que repararan en estos supuestos: ¿y si de pronto, por una especie de epidemia, todas las personas se van quedando ciegas?; ¿y si de la noche a la mañana nadie se muere en un país y todos los ciudadanos siguen envejeciendo y acumulando males? Entonces, al mirar desde la ventana que da a las vías y a las controvertidas labores que aislarán aún más el barrio, se me ocurrió arrojarlos a un reto que no había previsto, pero que ha de resultarles próximo: "Cuando una mañana me desperté, tras un sueño apacible, vi que durante la noche habían levantado alrededor de mi casa un muro de hormigón de cinco metros y que lo custodiaban dos docenas de policías armados". Punto y aparte. Continuadlo.

jueves, 5 de octubre de 2017

Cuando dentro de cincuenta años me pare a contemplar mi estado y a ver los pasos por do me han traído, los días que hoy vivo me parecerán ficción, los sentiré tan lejanos y ajenos e improbables que tal vez concluya que no me pertenecen, que nunca fueron míos, que los he leído en un libro cuyo protagonista es otro o que recaudan escenas de alguna película muy antigua, de esas que olvidaron hasta el título y el nombre del guionista.
El despertador está activado para las seis y media, y desde que suena hasta que salimos por la puerta transcurren sesenta minutos sonámbulos, de preparativos mecánicos y de soluciones que corrige la inercia. Abandonar a una criatura de tres años en un aula a las ocho de la mañana, regresar rápido para escuchar ese otro timbre que nos recibe en el trabajo, ejercer la docencia sobre nutridos grupos de adolescentes y sortear las complicadas exigencias bajo la excusa de inútiles informes y de otros simulacros serviles a la función pública, regresar por la criatura a las dos y estacionar en doble fila sin que te pille el guardia y emprender el camino inverso evitando que se te duerma antes de comer, y no lograr tu propósito, y sentarte a la mesa queriendo terminar pronto para que la delgada hora de la siesta no lo sea tanto, y distribuir las tareas de la tarde y alcanzar el supremo instante del baño y de la cena y desplomarte al fin sobre el sofá con la vaga idea de escribir algo que te salve, no sabes de qué ni de quién, pero que te salve, y que casi sin transición te lleve en volandas hasta la cama para que los ojos se te cierren con alguna certidumbre, sea la que sea, para refugiarte tantas horas después en el reino de las sombras, en el silencioso oasis de un descanso que con mucha suerte se quebrará justo cuando se alarme la orden exacta en el despertador del teléfono móvil, y recibir al nuevo día antes de que amanezca.
Dentro de cincuenta años sabremos que sobrevivimos a este ritmo absurdo, a este abandono frenético, a este sinsentido, y acaso entonces será más verdad la ternura escindida, la sonrisa cómplice del otro.

lunes, 2 de octubre de 2017

Ha entrado octubre bajando la cerviz, avergonzado, de puntillas, como un largo bostezo que nació en la entraña madrugadora del domingo y todavía prolonga su presagio más triste a la noche del lunes.
Pasan muchas cosas en el mundo exterior y otras muchas -indudablemente más- en el mundo interior, pero entre aquellas y estas no tejen ninguna red que se muestre halagüeña, que invite a mirar al resto del otoño con algún signo de confiado optimismo, de esperanza en el tiempo.
Ay, somos lo que sentimos. O ni eso siquiera.

domingo, 1 de octubre de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
23. KOSTA. 

sábado, 30 de septiembre de 2017

Volvemos de la multitudinaria manifestación para detener el muro de cemento junto a las vías del tren. Las causas nobles nunca se podrán dar por perdidas, no antes de batallarlas con pacífica perseverancia.
A todo esto, observo que mis vecinos de planta han colgado una bandera de España, escudo patrio al centro, en la barandilla de su balcón. Mi recelo de banderas, sean del color que sean, contagia a quienes las esgrimen.
Todo cuanto le sucede al artista es alimento para su alforja, recado para su obra. La entrega de los sabios estoicos y la resignación que predica el evangelio no son cesiones en balde, sino que al justificarse por la vía del arte cobran matices heroicos. Arte y destino: aquí es donde la fatalidad de los talentos negocia su consuelo.

jueves, 28 de septiembre de 2017

En la modorra de la siesta, una noticia crepuscular se sale de la pantalla del televisor y eclipsa al resto de titulares previsibles: escucho que Biri Biri vuelve de visita a Sevilla, y lo veo sonreír con su atuendo exótico, y la sola mención de aquel futbolista africano -no hago cierto si de Camerún o de Gambia- me lleva a galope por las galerías de la memoria hasta reencontrarse en la mirada del niño que fui.
Era la década del setenta y yo cumplía seis, siete u ocho años. En mis manos se movían cada temporada, por estas mismas fechas, los cromos con la foto en pose individual, con o sin pelota de cuero, y por detrás la breve reseña biográfica de cada uno de los jugadores de los equipos de la liga española. No necesito demasiado esfuerzo para que aparezcan las páginas de un álbum, y en él los colores de las camisetas y los rostros casi anacrónicos de los dieciséis elegidos de cada club, todavía fijos al papel con aquella masa líquida que hacíamos a base de agua y harina. El Granada y el Elche y el Hércules y el Salamanca y el Santander y Las Palmas eran los habituales de aquel tiempo, junto a los consabidos, a los de siempre: el Atlético y el Atlétic y el Valencia y el Español y el Zaragoza y el Betis. Hay nombres que habitan en mi conciencia como si no hubieran pasado más de cuarenta años: Iríbar, Alessandro o Carnevali; Arrúa, Solsona, Ayala, Aragonés, Cardeñosa, Guisasola, Rubén Cano, los hermanos Rojo, Amorrortu, Esnaola, Sol...
Pero los todopoderosos de entonces eran ya los todopoderosos de ahora, y, al menos en mi barrio, desde muy temprano el azar o la fatalidad determinaban la adscripción vitalicia, inmutable, la eterna antagonía entre el Real Madrid y -más minoritario- el Fútbol Club Barcelona. En las alineaciones blancas solían estar García Remón, Camacho, Breitner, Del Bosque, Macanás, Pirri, Santillana, Amancio o Netzer, mientras que las blaugranas sonaban a Sadurní, Rifé, Migueli, Marcial, Asensi, Neeskens, Rexach, Tomé o Cruyff.
El holandés de Amsterdam, Johan Cruyff, fue precisamente quien decantó mis querencias, o eso creo. Hasta hoy, como ya saben ciertos versos de los que no abdico.
Y ahora resulta que Biri Biri vuelve a Sevilla, de visita...

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Rechazo invitación para participar en un acto literario, o más bien socioliterario (porque estrictamente literarios solo concibo dos actos, leer y escribir). La excusa, real, se evidencia en el contraste de mi vida actual: tengo padres demasiado mayores e hijos demasiado pequeños. Aunque lo cierto es que ni me gusta ni me apetece ni dispongo de tiempo para eso.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Tras sugerirme una archiconocida cadena norteamericana de comida rápida que dispensa sus productos a más de medio mundo, yo hice un gesto ostensivo que equidistaba entre el asombro y el asco.
-Tío, te estás aburguesando peligrosamente -fue su dardo de veneno cordial.
Entonces, la bondad del idioma vino en mi auxilio casi sin forzar ningún resorte, inmediata y mordaz, ingeniándoselas por sí misma, satisfecha de su juego saludable:
-Mejor aburguesado que hamburguesado, ¿no?
Y ahí se zanjó cualquier disputa.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Llegados a este punto, cada uno de nosotros -me refiero sobre todo a los demócratas del lado de acá- debería hacer el descomunal esfuerzo de preguntarle a su conciencia si sabe tolerar -o si acaso no sabe- que otro ciudadano pueda sentir, desear y defender con sus propios argumentos la idea política de independencia para el territorio en el que vive. Solo entonces concluiremos si el manoseado adjetivo -esto es, demócrata- se ha de escribir con letra firme o si debe prorrogarse la cursiva. 
Retales para hilvanar unas memorias:
22. EL TIEMPO DE LOS ALATONES.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Me puse a pensar una lista de cosas que puede hacer un colega (un colega que admitió cierta desorientación para afrontar lo inevitable) en su primer día de jubilado, y la lista pronto se convirtió en una enumeración caótica que alternaba lo sensato y lo insensato en su amalgama lírica, así que finalmente aquella pretendida lista acabó siendo una letanía en verso libre al estilo de alguno de los poemas que debemos a Borges. Lo pensé y no lo escribí, pero he dejado la puerta entreabierta, por si un día de estos me asistiera el ánimo de hacerlo.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

La jornada empezó temprano. A eso de la una estábamos llegando a la puerta de urgencias, y a las tres ya habíamos vuelto. El pediatra que atendía, desconocido para nosotros, era parsimonioso en su decir de acentos argentinos, presentaba un bigote denso y se abonaba a esa edad indiferente que va de los cincuenta largos a los sesenta escasos. Dos nebulizaciones consecutivas y regreso por las calles solitarias del centro. Mala noche, poco descanso. Luego, avanzada la mañana de cafés y de ojeras, me entero entre clase y clase de las novedades sobre Cataluña y, más tarde aún, del agresivo terremoto sucedido en Méjico. No me regalo una siesta, pero aguanto bien. Hablo por teléfono con mi padre, con mis hijos mayores. El día camina casi firme, sin oscilaciones ni imprevistos, hacia su desenlace; salvo que un breve episodio de tos se expande ahora desde el cuarto de Darío y mis manos permanecen quietas sobre el teclado. No soy de cruzar dedos ni de tocar madera ni de rezar rezos, pero a veces dan ganas. Hoy has hablado mucho; hoy, Pavese, no escribirás más. Me duele el cuello, la espalda.

martes, 19 de septiembre de 2017

Circunstancias complicadas para escribir a diario, para aislar un espacio íntimo y defender un paréntesis de creación. Ya me acerco al cuarto sexenio y siento como si cada principio de curso se me hiciera más difícil encajar las piezas, adaptarme a los horarios y a la proximidad de rostros que atienden a mi discurso repetido, conciliar esto y aquello y lo otro para llegar a tiempo a todo, integrar lo que soñé y lo que soy en lo que seré y en lo que quiero. Papeles varios y reuniones estériles y decisiones ajenas urden su revoltijo de eventualidades, y alguna vez, incluso, como la madrugada pasada, consiguen desvelarme con esa especie del pánico que se sustancia en el estrés. Antes de volverme a dormir, o acaso ya dentro del sueño, he presentido algo, una quiebra, un mal augurio, una bofetada inminente de la vida; pero no se ha concretado en nada, no aún.

domingo, 17 de septiembre de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
21. EL ZAPATO Y LA VIRGEN. 

viernes, 15 de septiembre de 2017

Cunde en mi entorno el número de quienes pierden al padre o a la madre. Desde hace semanas es un goteo intermitente pero continuo, más o menos próximo. Ha de ser que, como hijos, ya nos vamos asomando a esa edad en que la ley natural impone su lógica. El otro día, a una afectada se le resbaló esta reflexión: "Hasta ahora, la muerte de tu padre o de tu madre era algo que siempre les sucedía a los otros, pero no a ti". Así es, así será.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Ante la inesperada perspectiva de tres largas horas para mí, hubiera podido incrustarme entre las páginas de una novela, o haber visitado algún comercio para procurarme el par de pantalones que necesito, o haber perfilado algún sermón pedagógico que capte la benevolencia de los grupos de alumnos que mañana recibiré en las aulas. Pero no; he buscado una sala céntrica y me he metido a ver una de las películas que anunciaba el cartel: Verano de 1993. Lo primero que uno piensa al toparse con un título así, mientras paga la entrada y sube las escaleras y se acomoda en una de las últimas filas, es qué hacía yo y con qué gentes andaba, qué mundos me definían y qué soñaba, quién era ese yo remoto de hace más o menos la mitad de mi vida, en la torridez de aquellos meses del año 93. De inmediato cesan las luces -no hay apenas anuncios publicitarios-, emergen los subtítulos junto a los primeros planos. Poco a poco, el espectador se va familiarizando con la lengua catalana y con el rostro de la niña protagonista y con la sencillez trágica de su historia.
A la salida, encuentro prescindible con un antiguo conocido, ególatra profundo que estrangula mi paseo de vuelta durante quince o veinte minutos.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Era un poema que me debía sobre todo a mí, y creo que ya lo tengo. Lo empecé meses atrás, cuando se me impusieron los dos primeros versos, pero no lo fatigué demasiado y dejé pasar las semanas y los días (y con ellos todo el verano) esperando esa disponibilidad de ánimo de la que a veces hablan quienes escriben poemas o componen canciones. Ahora, hoy, lo percibo casi acabado, digno hasta donde he sido capaz, y al revisarlo caigo en la cuenta de que casualmente consta de dieciséis endecasílabos, feliz correspondencia con los actuales dieciséis años del hijo al que va dedicado. Se titula De nombre Federico (Federico por su abuelo, a su vez Federico como el suyo), un nombre para mí familiar que sin embargo no quiebra su larga estela de malditismo poético, desde Nietzsche o Hölderlin hasta García Lorca o Fellini. Ahí queda.  

lunes, 11 de septiembre de 2017

A menudo, sobre el trazado de un túnel suele haber también un puente, salvo que ambos se sitúan a distinto nivel y nos aventuran por direcciones cruzadas, hacia objetivos que no convergen en ningún punto del espacio, al menos mientras se sigan llamando túnel y puente. Solo cuando salimos del túnel o cuando hemos descendido el puente, y no siempre, el dibujo de las líneas recupera el mismo nivel y, con un simple giro desde uno o desde el otro, se podría propiciar la progresión paralela o, incluso, la fusión de las dos vías ante un solo horizonte. Y qué diablos significa todo esto para quienes no me conocen; más aún, cómo puedo transmitir la verdad profunda de este pensamiento a quienes me están leyendo, a usted por ejemplo, para que usted y ellos entiendan que no encuentro mejor metáfora para empezar a contar mi vida, la historia trágica de lo que fue o habrá sido mi vida dentro de pocas horas. [...]   
Así empieza la novela que he imaginado esta tarde, hace un rato apenas, mientras trataba de doblegar a Darío en la desigual batalla que reproduce a diario el inicio de la siesta. He visto la trama esencial y algunas derivaciones episódicas, y he visto el alma de un ser humano que sufre y lo relata desde la primera persona del singular. Ha sido como un aire pasajero y jovial que ha perfumado mi ánimo. Pero ahí se queda, porque no albergo intención de continuarla. No tiene, por lo demás, la menor importancia. De hecho, ya la he olvidado.

domingo, 10 de septiembre de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
20. VISIÓN DE MI PADRE.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Más cerca de los compañeros que se jubilan por edad (con o sin júbilo, con melancolía o sin ella) que de las muchachas y muchachos que llegan al claustro con su ultimísimo ingenio ultraligero de manzana con mordisco bajo el brazo; más cerca del libro de papel y del referente humano (dentro y fuera del aula) que de la sofisticación informática que todo lo desalma, lo devora y lo vomita.

viernes, 8 de septiembre de 2017

Miro hacia Cataluña con menos desapego emocional del que sospechaba hace solo unos meses, aliñado, eso sí, con un poco de incredulidad y otro poco de tristeza. Advierto en sus representantes políticos, entre otras debilidades y mediocridades de bulto, la pretensión de construir su identidad territorial desde el resentimiento y el desprecio -el mismo que habría que censurarle a un amplio sector del ultranacionalismo español-, resentimiento y desprecio no ya dirigido a los órganos y las instituciones del país al que pertenecieron y todavía pertenecen, sino hacia los mismos ciudadanos catalanes a los que dicen representar, sean apóstoles del sí o apóstoles del no. Está tan podrido el lenguaje, son tan demagógicas las argumentaciones que esgrimen y tan irrisoria la insolencia de sus rostros, tan chabacano y bananero todo el entramado, que ya la parafernalia de símbolos y la sobreactuación de su estudiada dramaturgia se parece más a un teatro del absurdo que a una apuesta convincente por la democracia (entre cuyas bondades, no se olvide, figura el supremo acto de poder votar propuestas legítimas en conciencia y libertad).
Me entristece lo que veo y lo que escucho estos días, el imperio de la mezquindad y el odio de clase, el bochorno de las formas. Pero, más allá de eso, me apena la indefensión del pueblo catalán en su conjunto. 

jueves, 7 de septiembre de 2017

Plazos que vencen, renovaciones cíclicas, prisas. Trasiego de impresos, de solicitudes, de matrículas, de salvoconductos estériles, de portales con su página web y de papeles presentados in situ, de códigos secretos y de datos inmemoriales y de fotocopias selladas, de sometimientos más o menos conscientes al dictado de la burocracia.
Cada día que pasa somos más reos de las complicaciones y de los trámites irrelevantes, más cómplices de un rodillo ajeno que no cesa de triturarnos, más colaboradores necesarios de la estupidez que todo lo coloniza. Si al menos hubiera un margen, un resquicio para declararse en rebeldía...
El mundo, este mundo.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Cuando juzgamos al otro -a quien fuere, desde el último mezquino al primero de los tiranos- lo hacemos siempre desde la parcialidad, sin considerar todos los argumentos de la causa, todas las variables que desembocan fatalmente en su acción o en su inacción, o al menos sin sustraernos al atenuante fundamental de cualquier juicio: ser el otro, estar en su piel y en la infinita red de experiencias y causalidades -sí, causalidades- que le otorgan identidad y que, quién sabe, acaso lo disculpen o lo exculpen en una esfera superior.
En cambio, nos sobrarían datos y razones y secretas vergüenzas para juzgarnos a nosotros mismos a cada instante, los tenemos siempre al alcance de nuestra conciencia, cuando hablamos demasiado y cuando nos mordemos la lengua, cuando actuamos y cuando dejamos de actuar, cuando faltamos al principio de coherencia y cuando cedemos a la lógica del miedo o al chantaje de la prudencia. Sin embargo, se nos pasa buena parte de la vida posponiendo cualquier sumario del que seamos protagonistas, mirando para otro lado, escurriendo el bulto o, lo que es peor, justificándonos.

lunes, 4 de septiembre de 2017

¿Sabe la Luna
que la luz que la llena
da en mi ventana?
Lo que más me conmueve de una vocación artística, cuando la presiento en otros o cuando la recuerdo en mí mismo, es la descarnada soledad en la que ha de desenvolverse, el afán íntimo que la aviva y la sostiene, ese empeño ciego e inefable que se eleva sobre el anonimato y sobre la incomprensión y hasta, tal vez, sobre el fracaso y el olvido.
Sin embargo, cuán poco o cuán nada significa todo eso para quienes discurren al lado del artista, incluso para sus más próximos en la tarea cotidiana de vivir, desde familiares y amigos a supuestos colegas o compañeros de confesión. Para él, no se trata de instalarse en un objetivo nítido, no es fama ni dinero ni prestigio lo que persigue, no es -o no solo, no principalmente- la tentativa humana de satisfacer la vanidad, de hacerse visible o dejarse querer, de alimentar el reconocimiento, de soñar la gloria póstuma. Hasta la palabra vocación se le va quedando estrecha, equívoca, demasiado dócil, y de ningún modo colma las expectativas en las que cifra su destino.
Hablamos de una verdad que solo quien la corteja comprende, de una plenitud agónica, impenetrable y egoísta y desnuda, dichosa y trascendente, de hechura clandestina y materia intransferible. Incluso en la frustración caben sus dones.

domingo, 3 de septiembre de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
19. FLORES EN OTOÑO.

sábado, 2 de septiembre de 2017

Me releo en los escritos italianos de agosto y me pregunto cómo habré podido redactar -con la exigida coherencia, con alguna pizca de sentido- en una pantallita ya anticuada de teléfono móvil, apuntando cada letra del minúsculo teclado con la yema del índice, equivocándome y volviendo sobre los renglones imposibles, y luego acertar con todas las conexiones, las intrínsecas y las extrínsecas, las textuales y las extratextuales, los fallos de la ignorancia y los fallos del sistema, para conseguir al fin que mi botella y su mensaje fueran engullidos por el ciberespacio, ciertamente infinito. En ocasiones, las palabras que traía embastadas en la memoria se me derramaban con fluidez, sin afectación, ligeras; pero otras muchas se me emponzoñaba la idea o se me resistían los criterios del mecanismo o se apagaba la luz misteriosa de la página sin haber guardado nada, y tenía que renunciar. Hubo intenciones que se quedaron en poco más que eso, notas crípticas que aún aguardan su hora en el anacrónico tintero. Pronto diré más.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Se acabaron los días peregrinos, la interinidad de las horas, la desubicación. Llega septiembre con su empuje de siempre, mas atenuado acaso por la experiencia de todos los septiembres, casi jugando a remolón, un poco ajeno al tumulto de eventualidades y de obligaciones inaplazables que trae consigo, sabiéndose cada vez más necesario para recuperar costumbres, hábitos, rutinas. Cualquier regreso se contagia de la luz de septiembre. Me gusta este mes, su expectativa cíclica, el repliegue que anuncia.

domingo, 27 de agosto de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
18. DE MIS MUERTOS.

jueves, 24 de agosto de 2017

Nápoles supo esperar. Amanecimos a media mañana del lunes por la boca del metro -línea 1- de la piazza Dante, y en la misma nos tomamos el café. Luego, la propia inercia de las hordas de turistas nos condujo a los puestos de libreros y al itinerario probablemente inevitable cuando se camina con carrito de bebé y se entiende que se cuenta con unas pocas horas. El duomo, una callejuela dedicada a la artesanía belenística, fotografías en bocacalles largas y angostas, el paseo vespertino por via Toledo hasta desembocar en la zona portuaria... El Barrio Español -el Quartieri Spagnoli- como continua sugestión de los sentidos, como un déjà vu renovado que no sabría verbalizar aquí. Qué pena que, a mi edad, no esté en mi ánimo el insólito lujo de repetir destinos.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Tarde en la playa, ayer, escuchando el batir de olas y las sirenas de las ambulancias. A las columnas habituales de humo que persisten del otro lado de la montaña se suma la noticia del terremoto en la isla de Ischia, a solo un centenar de kilómetros de aquí. Las palomas picotean alrededor de los últimos cuerpos tendidos sobre la arena, demasiado cercanas, casi agresivas, y las gaviotas planean sobre nuestras cabezas cobrando la apariencia de pájaros enloquecidos en un antiguo film de terror. La puesta de sol va instaurando en la atmósfera una sensación de calma tensa, decadente, como si releyera páginas de La muerte en Venecia. Irritabilidad. Desánimo.

lunes, 21 de agosto de 2017

No debería afligirnos el error -o lo que por tal juzgamos siempre a posteriori, desligado ya del alma de los hechos y de las voluntades de su inercia-, sino la repetición del error, la reincidencia.

domingo, 20 de agosto de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
17. LAS BALSICAS.

sábado, 19 de agosto de 2017

Cómo se puede prever el fanatismo destructivo, cómo anticipar el resentimiento y el odio indiscriminado en el rostro de un muchacho de diecisiete años que mira la pantalla de su teléfono móvil y se hace él mismo una foto y después la cuelga en la red, como cualquier muchacho de diecisiete años. Dónde vive agazapada la amenaza, dónde levantamos la frontera de la sospecha y del miedo, dónde los estandartes de la intransigencia.
En las últimas horas me visita a menudo la escena vivida hace unos días en Roma, en la línea de tranvía entre Trastevere y Colosseo, cuando en el asiento de atrás un joven de apariencia árabe murmuraba sus rezos con las manos abiertas, el dorso sobre los muslos, y los ojos entornados, en trance. Me recorrió el pensamiento una leve inquietud -mi hijo y mi mujer estaban conmigo- que solo respiró de alivio en el instante en que el individuo, tras incorporarse, saltó a la acera.

viernes, 18 de agosto de 2017

Casi a última hora nos enteramos del atentado en Barcelona y se diluyó el deseo de subir a cualquier tren para ir a ninguna parte.
Hemos caminado hasta la playa pública (he aquí la excepción, pues un altísimo porcentaje de la costa de la península italiana ya fue privatizado) con un ejemplar del Corriere della sera y el titular inevitable. En las colinas de la ribera se apreciaba con claridad espeluznante la línea del humo y la llama viva de uno de los incendios que arrasan la comarca desde hace días y semanas, ante la indiferencia o la resignación o no se sabe qué de lugareños y bañistas.
Todo parece más raro hoy, enrarecido por el impacto y la distancia, abrumado por la sinrazón y la barbarie.
Nápoles sabrá esperar. O quizás no.

jueves, 17 de agosto de 2017

Y mañana, quizás, Nápoles: excolonia española, templo de la pizza, santuario de la mafia, escuela para turistas descuidados, paraíso y pecado de Maradona.

miércoles, 16 de agosto de 2017

A propósito de Pavese, pocos títulos más insulsos y desganados, más antipoéticos, que aquel que el autor piamontés quiso dar al conjunto de sus poemas: Lavorare stanca.
Lo que cansa es viajar, que a fin de cuentas es un trabajo que implica a todos los miembros y sentidos, y a todos los exacerba y los pone al límite bajo la bonita excusa de la novedad. Cansan los más bellos paisajes, las maletas que no cierran, los enclaves de postal anacrónica, los transportes masificados y sin aire, las expectativas y propósitos, el miedo a perder el avión, un simple caffé en una piazza céntrica, el niño que se rebela y grita y llora y nos desquicia, algunos paseos sin tiempo por la parte antigua, la maldita maleta que sigue sin cerrarse y hasta una cena elegante entre tú y yo.
Todo cansa, mas todo esculpe la memoria de lo vivido y compartido.
Viajar es un trabajo muy cansado.

martes, 15 de agosto de 2017

Ferragosto es como una institución del almanaque italiano, el día que sesga el mes y marca un antes y un después en las vacaciones y en la estación del calor. Las ciudades se quedan semivacías, fantasmales, los establecimientos cierran por una o varias jornadas y todo el que puede se va a la playa o al campo. En Salerno también se nota, pero menos que en las grandes urbes del interior.
Creo que fue Natalia Ginzburg, creo que en una página precisa de Léxico familiar -o tal vez de Las pequeñas virtudes-, quien apunta al ferragosto turinés de 1950 como la causa pasiva del suicidio de Pavese, su amigo.
Cetara es un pueblo de la costa amalfitana (Amalfi es otro, más importante) que queda a unos once kilómetros de Salerno.
El acceso en autobús, ayer, se complicó más de lo habitual por la cantidad de pasajeros (tantos sentados como en pie, sin contar los que se quedaban en tierra sin poder subir y gesticulando improperios) y por las retenciones de tráfico al tratarse de un día crítico, víspera de ferragosto. El hombre de al lado se empeñaba en hablarme mientras yo sujetaba a duras penas a Darío y sufría por su madre, ubicada en el otro lateral, con vistas al acantilado. Una estampa tercermundista sin salir de Europa, en la paradójica Italia.
Nos apeamos al cabo de una hora de giros en ascenso, bocinazos y promiscuidad de fragancias. El sol caía pleno, de plano. La fila de casas se adentraba en la ladera siguiendo el curso de la calle principal, la misma que por el otro flanco nos desembocó en una placeta con sombras frente al puerto y la playa. Comimos como pudimos, aunque bien y barato, en un banco público privilegiado, un poco por encima de los cientos de cuerpos arracimados bajo las sombrillas de pago, algo más lejos de los espolones de piedra y cemento que albergaban a su vez a decenas de pingüinos y pingüinas en traje de baño.
Lo mejor fue el regreso en barco, en apenas quince minutos, mirando (palabra de Darío) las montañitas que forman las olas y el jabón de leche que va dejando su estela a nuestro paso; y también, arriba, rozándonos casi, la maniobra de las avionetas que amerizaban unos segundos para llenar los depósitos que arrojarían después sobre alguno de los incendios próximos, seguramente intencionados.

domingo, 13 de agosto de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
16. A ESTE LADO DEL TIEMPO.

viernes, 11 de agosto de 2017

Si adquirir caprichos y mercar objetos disipa tus penas, arruínate. O págale a un psicólogo que te arruine igualmente.

jueves, 10 de agosto de 2017

No es lo mismo no pedir consejo que no dejarse aconsejar. Lo primero puede ser orgullo. A lo segundo, más cerril que el orgullo, todavía le estoy buscando nombre.
Imaginaba una ciudad distinta, más vinculada a las labores del mar, más enraizada y más sureña, más caótica también, con hombres y mujeres gesticuladores y grandilocuentes, desvergonzadas y gritonas ellas, ellos remilgados en su pose entre cortés y machista, prototipos ambos de cualquier cinta neorrealista y sometidos a los cuatro tópicos de la región. Pero lo que poco a poco descubro es una ciudad como otra, con su ruido de motores y sus problemas de tráfico, con gentes que pasean ociosas por las calles de agosto mientras manejan sus teléfonos móviles, con nombres de tiendas que ya conocía y sucursales de establecimientos que sirven sus productos, sus marcas, en todo el mundo. Las modas del vestir y los hábitos cotidianos, domésticos, son los mismos aquí y allá, y hasta los olores y los sabores se han uniformado. Es la llamada globalización del planeta, que está acabando con las diferencias esenciales, con la artesanía originaria, con lo genuino intransferible.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Si la vida dura, hay en ella un momento a partir del cual el destino ya no está por delante; ni siquiera camina a nuestro lado, como la sombra exacta de lo que vamos siendo, sino que lo sentimos como una mole que llevamos atada al pie y hemos de arrastrar con nosotros, cargando con su peso imposible, remolcándolo sin esperanza.

martes, 8 de agosto de 2017

El tramo en tren de Roma a Salerno tarda tres horas. En nuestra carrozza viaja un bebé de rasgos asiáticos que no para de toser, ante la sonrisa fija del papá que lo abanica y la mueca de preocupación de la madre. Al poco ingresan dos gemelos hiperactivos de unas dos primaveras cada uno que mantienen entretenido a todo el pasaje y que no dejan sentarse ni un segundo al padre y a la nonna, cuya paciencia (ella) y resignación (él) bien pueden apropiarse la infinitud (tamaño Job) y el más cristiano de los tópicos. Bajan en Nápoles, larga parada que coincide con un fallo muy sensible en los circuitos internos de aire acondicionado. Llegamos a Salerno al tiempo en que se enciende la Luna, como apuntó Darío con clarividencia lírica.

domingo, 6 de agosto de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
15. PAÍS DE VERGÜENZA.

sábado, 5 de agosto de 2017

Llena, la Luna
reinventa il Colosseo
todos los meses.

viernes, 4 de agosto de 2017

De un taxista que te cuenta su vida en cinco minutos a otro que no manifiesta ningún signo de humanidad en veinte. Nunca sabremos qué es peor, qué nos incomoda más como usuarios. El gremio del taxi no conoce término medio.
...
En el aeropuerto me sorprende la cantidad y la variedad de cuerpos tatuados que circulan por el mundo, una moda que cuando yo era un crío solo se practicaba en ambientes zafios, barriobajeros, sin pedigrí ni estilo.
En la ciudad, lo más llamativo es la globalización (léase idiotización) digital, la ineludible necesidad de fotografiar y enviar todo, a menudo autoincluyéndose uno mismo mediante la ortopedia del palo que alarga la mano y activa el mecanismo ultranarcisista de la imagen inmediatamente compartida.
...
Al menos en mi caso, el viaje y la lectura no son actividades compatibles. Me temo que la escritura al modo tradicional, con cuaderno y bolígrafo, tampoco.
...
En el cielo no hay cobertura.
Después de dos taxis, dos autobuses y un avión, anteayer volví a pisar el pétreo adoquinado de Roma por tercera vez; las otras fueron en 1993 y en 2009. Llegar al destino y que todo esté en orden, pese a las complicaciones que van surgiendo, es siempre un alivio, más si se viaja con un niño. Dejo atrás alguna intuición pasajera, alguna idea rumiada para no se sabe cuándo. Salve!

jueves, 3 de agosto de 2017

Mientras me preparo para el viaje, me entero de la muerte de Sam Shepard, de quien nada sabía salvo la familiaridad de su nombre en un recodo de la memoria. Luego caigo en la cuenta de que, en mi adolescencia, me llamó la atención y leí una obra de teatro cuyo ejemplar había llegado a la biblioteca del pueblo: Locos de amor.
Títulos y nombres, palabras con su huella imperdible, caligrafías del olvido.

lunes, 31 de julio de 2017

Vivir es dejar atrás.

domingo, 30 de julio de 2017

Hojeo los subrayados sobre mi ejemplar de La fea burguesía y no hago otra cosa que preguntarme por qué son tan escasos los lectores y los mentores de Miguel Espinosa. Lo único que se me ocurre es que su pensamiento y su lenguaje -tan visceral, tan agresivo- están a años luz de las literaturas convencionales, que su agudeza y su perspicacia analítica de individuos y de grupos se sitúa en una dimensión inasible, inasequible, difícilmente encasillable por las mezquindades y las mediocridades de críticos y doctores. Leer a Espinosa escuece; cuanto más inteligente, más retratado en sus miserias se reconocerá el que lee.
Retales para hilvanar unas memorias:
14. UN SIMPLE FUNCIONARIO.

sábado, 29 de julio de 2017

En sí mismo, el orden no es nada, nada significa. Lo que importa es el criterio adoptado para determinar un orden, cualquiera que sea. Si no hay criterio, entonces tampoco habrá coherencia ni sentido, no habrá una base lógica que lo legitime, y será fácil vincularlo con el ancho mundo de las obsesiones y las manías. El desorden, en cambio, es naturalmente anárquico, su reino es el del caos, ya que ni sabe ni quiere someterse a criterio.

viernes, 28 de julio de 2017

Hasta mi balcón llegan ecos de verbena estivalera. Persiste en ellos una especie muy definida de la melancolía que se debate entre la expectativa y el dolor, entre el deseo adolescente y mi impericia para rondarlo y doblegarlo. Siempre eran otros los más osados, siempre otros los que triunfaban sobre la noche y sobre el beso, y siempre era yo el que se humillaba ante la evidencia de mis dudas fundamentales, de mi cobardía sembrada de pueriles complejos. Ahora los mismos acordes con sus notas de desamor se cuelan en mi recuerdo y me devuelven los terrores de entonces, acaso endulzados por la distancia, corregidos por la edad. Hay un dardo arañando aún tras los sonidos lejanos de cualquier verbena.

lunes, 24 de julio de 2017

Inhibirse, abstenerse, replegarse... Delegar, en suma; ausentarse.

domingo, 23 de julio de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
13. RASTRO DE MÍ.

sábado, 22 de julio de 2017

Bajando hacia la playa más próxima, casi al final del paseo que discurre paralelo a la arena, hay una propiedad perfectamente ubicada y bordeado de cañizo y palmeras, visible pero inaccesible, con un palacete de dos plantas, antiguo pero bien cuidado, y, en los espacios exteriores, toda suerte de bendiciones para el recreo y el descanso. Al atardecer se puede observar a varios miembros de la amplia familia dando la espalda al mar, sentados en sus ampulosos sillones de mimbre, mirando la pantalla de muchas pulgadas de un televisor instalado en el porche, que emite el mismo programa de frivolidades y cotilleos que también verán en invierno, en su piso de doscientos metros del centro de Madrid. Si ayer pensé en el mito de la caverna de Platón, hoy me digo que la vulgaridad no es menos exclusiva que la elegancia o el talento.

viernes, 21 de julio de 2017

Sentir el mar
como la vez primera:
sin añoranza.
Llegas a una casa prestada para pasar unos días cerca del mar y lo primero que tienta tu curiosidad no es el estado de los electrodomésticos ni la combinación de muebles viejos y nuevos, sino los tres libros que hay en el aparador, debajo de la tele, y luego la pequeña biblioteca que se amontona en el altillo de un armario, tesoro escondido que tardo algunos días en decidirme a inventariar. De momento, alcanzo La puerta estrecha de André Gide.

jueves, 20 de julio de 2017

El surrealismo no descansa ni deja en paz a sus muertos. Los huesos de Salvador Dalí van a se exhumados esta tarde para someterlos a pruebas que determinen si es el padre biológico de una pitonisa que reclama su ascendencia con fundamento jurídico. Ante una expectación tan imprevista y anacrónica, el fantasma del genio de Cadaqués nacido en Figueras se estará atusando, de gozo, las afiladas puntas de sus bigotes.

miércoles, 19 de julio de 2017

Recrearse con la vista: quizá no haya pasatiempo más gratificante, ni más austero.

martes, 18 de julio de 2017

Los 18 de julio de mi infancia eran aún días feriados, según dictado del Dictador. Había que celebrar la fecha del glorioso alzamiento, de la cruzada militar contra los enemigos de Dios y de España, así que el cuerpo de la Guardia Civil inspeccionaba los caminos rurales para disuadir al pueblo humilde de que acudiese a laborar la tierra. No sabía entonces mi padre, y por cierto que tardó en enterarse, que ese día era asimismo el que santificaba el nombre de Federico, que es el suyo propio y fue el de su abuelo por parte de madre. De origen tedesco, significa "príncipe de la paz": cuántas ironías se cobra el destino o sucumben a la neta casualidad. Ahora también lleva ese título uno de sus nietos, uno de mis hijos.

lunes, 17 de julio de 2017

Ubaldo.
No suelo retener bien los nombres de personas más inmediatos y comunes, pero permanecen soberbios en mi memoria otros que frecuenté en los primeros lustros de mi vida, ataviados incluso con sus inseparables apellidos, ya fueran compañeros de colegio e instituto (Zacarías Navarro Martínez, Eduardo Rueda Ciller, Pedro Jesús Vélez Garrido, Sebastián Burguillos...) o fugaces maestros y profesores (Virtudes Turpín Serrano, Eugenio Ruiz de Amoraga, Ricardo Rodríguez de Rávena, Eduardo Thiers...).
Hace unas horas, en el entorno popular de la fiesta, avisté en un lance torero a este Ubaldo que arribó desde Madrid en el ecuador de los ochenta para dar clase de Geografía -sin mayor pena ni menor gloria- en un pueblo a medio camino entre la huerta de Murcia y la meseta manchega. Se decía de él que era especialista en economía política y que había publicado algún artículo en El País, lo cual nunca certifiqué. Estuvo acaso un curso, dos a lo sumo, mas forjó amistades y se agregó a una peña festera y por aquí se le ve de julio en julio, con una lealtad vitalicia, innegociable, como si no hubieran transcurrido más de treinta años. Si hago cuentas, ha de estar jubilado, pero conserva la misma apariencia de soltero de oro -bigote cano incluido- que ya atesoraba entonces. Iba a decirle que fui alumno suyo, aunque él no me identificara en la maraña inmemorial de los nombres y los rostros de muchachos imberbes que engalanan los olvidos de un exprofesor, cuando de repente ha irrumpido una vaquilla y me he encaramado a la reja dichosa.
Ubaldo, sí... O también Waldo. Ubaldo Berenguer.

domingo, 16 de julio de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
12. LA ALBATROS.

sábado, 15 de julio de 2017

Me desperté sabinero -ayer- y me acosté joaquinero -de madrugada-, y esta mañana no sé bien de qué lado está la balanza, después del concierto de anoche en la plaza de toros de la ciudad. Al artista lo encontré más viejo y más gordito, pero también más saludable que otras veces, más de vuelta de la vida y de sus muertes, más en el papel de desacralizarlo todo, de negarlo todo. Volvió a cantar, entre otras, La Magdalena. Yo, que no soy mitómano, me reconozco infinitamente más en las letras de las canciones de este tipo, en la sensibilidad y en los juegos que las entrelazan, que en los setecientos versos bien medidos de muchos de los libros de los poetas que hoy postula la actualidad literaria, esto es, los voceros de los suplementos que vienen de Madrid.