lunes, 23 de abril de 2012

APUNTE OLVIDADO PARA UN RELATO NUNCA ESCRITO


Primeras horas de la mañana. El joven acaba de dejar a su hija a la entrada del colegio y se dispone a cruzar por el paso de peatones que hay justo frente a la puerta. El sol destella en ráfagas infernales. Al otro lado de las rayas de cebra, un hombre de aspecto desvalido que duda desde detrás de sus gafas oscuras. Con el bastón en alto, señalando desde lejos, el ciego pregunta si está abierto. La respuesta del joven es que sí, que está abierto, y sus sombras se encuentran y se separan en un punto en medio del asfalto. Entonces, antes de alcanzar la acera, el joven escucha un frenazo a su espalda, seguido de un golpe seco y de un silencio atroz. Vuelve el rostro y ve al hombre de las gafas oscuras tirado en el suelo, encogido como un perro al que le acaban de dar una patada. Entre tanto, el conductor ya ha bajado de su coche señalando al verde exculpatorio del semáforo, y un grupo de curiosos observa la escena sin atreverse a participar. Cuando el joven vuelve sobre sus pasos y se acerca con ánimo de socorrer, no comprende las palabras de odio, los insultos inequívocamente dirigidos a él por ese hombre cuyo bastón apalea el aire mientras lo acusa y lo amenaza. Ahora los curiosos se confabulan para mirarlo con todo su desprecio, a la espera de un guardia que venga a aclarar lo sucedido.

lunes, 9 de abril de 2012

ARTE DE INSOLENCIA

Hace unas cuantas noches me sorprendió un recital de poemas en una clásica cafetería del centro de Murcia. Mientras consumía mi cerveza, una punzada de vértigo me recordó que veinte años atrás yo también me asomé a ese mismo púlpito, convocado para protagonizar una lectura colectiva a la que asistieron dos oyentes ilustres: Paco Brines y el de Villena. Así que me dispuse a escuchar la novedad sin moverme de mi hueco en la barra, tristemente emparedado entre otros degustadores de palabras que, se notaba a la legua, habían venido aposta. Tras varios avisos, una chica bien instalada en la veintena agarró el micrófono sin reprimir una comparación soez y empezó a leer los versos de su libro -para bien o para mal, ni supe entonces ni he averiguado después la referencia del libro ni la identidad de la autora-, y a fe que lo hacía con calculado efectismo, anudando continuos comentarios triviales y gracietas de primerizo, en fin, esos chistes fáciles que sin embargo consiguen desatar la sonrisa cómplice o la carcajada impúdica de sus allegados allí presentes; incluso, noté con cierta desazón que se permitía interrumpir cada poema y adornarlo con flagrantes digresiones, todo ello para revelarle al auditorio pormenores al parecer ineludibles y otros secretos de fabricación que no podía callarse ya que se le daba la oportunidad única de contarlo. Me avergoncé de que veinte años atrás a mí también me hubiera tentado la insolencia verbal, la posibilidad de esgrimir una actitud frívola a expensas de lo que, paradójicamente, más me importaba: la Poesía. Ni que añadir que los versos de la muchacha contenían un porcentaje generoso de la forma infinitiva follar, lo que atribuí a la influencia directísima del novísimo poeta del que nació paisana, creí entender. La concurrencia aplaudió a rabiar, y hasta se disputó un inédito y un bis.

miércoles, 4 de abril de 2012

PASO LAS HORAS

Paso las horas rodeado de libros ajenos, acechando las pistas de una vocación que alguna vez quise conciliar con un talento, persiguiendo la cola de intuiciones fugaces que, con suerte, se agotan en una sola línea o en un párrafo inconcluso, pues enseguida me abandono a la contemplación pasiva o me sumerjo en un sopor indominable, aliado de la pereza, cómplice del sueño.
Nada abruma tanto como recobrar la certidumbre de la propia limitación intelectual: este continuo deambular abotargado y estéril, esta creciente desconfianza en la viabilidad de los proyectos tanto tiempo alimentados en secreto, esta espesura de ideas que llegan torpes y que van languideciendo en su misma nadería, sedimentos fatuos que se pierden sin el pretendido molde de un discurso, de una nota, de un signo. Nada es tan hostil a la conciencia creativa como la sospecha de que nunca será digna de alumbrar una gran obra.
Y entonces abro la primera página y, como una sentencia ya ineludible, leo que sobre nosotros ha caído "la más profunda y mortal de las sequías de los siglos: la del conocimiento íntimo de la vacuidad de todos los esfuerzos y de la vanidad de todos los propósitos". Pertenece a La educación del estoico, uno de los escritos póstumos de Fernando Pessoa, atribuido en este caso al Barón de Teive, un heterónimo que le nació suicida.
Seis paginas después: "Aún me atormenta perder una idea, que se me escape de la memoria una frase pendiente de escribir, no retener un punto de vista. Sé muy bien que muchas veces no conseguiría dar un cuerpo real a esos esbozos. Pero existen unos celos de mí mismo, una avaricia de lo abstracto, y he notado que la avaricia y el espíritu de venganza, tal vez por ser dos formas de mezquindad, tienen parentesco y sangre comunes".
Y el colofón a mis tormentos: "El escrúpulo de la precisión, la intensidad del esfuerzo para ser perfecto, lejos de ser estímulos para actuar, son facultades íntimas para el abandono. Más vale soñar que ser. ¡Es tan fácil verlo todo conseguido en el sueño!"
Luego he sesteado cerca de una hora en el sofá.

lunes, 2 de abril de 2012

PARA CITAR A BARTHES


Son frases que subrayé sobre papel de fotocopia en mi lustro universitario (1985-1990) y que de vez en cuando ojeo y releo, saltando de cita en cita, con un resto creciente de melancolía que ya destrona a cualquier nostalgia:

“Todo lo que está anotado es, por definición, notable”.
“Leer es nombrar; escuchar no solo es percibir un lenguaje, sino también construirlo”.
“Funcionalmente, la estructura del relato tiene forma de fuga: por esto el relato se sostiene a la vez que se prolonga”.
“Hoy, escribir no es contar, sino decir que se cuenta, y remitir todo el referente”.
“El suspense atrapa por el ingenio, no por la emoción”.

De Introducción al análisis estructural de los relatos

“Lo que no se tolera es que el lenguaje pueda hablar del lenguaje”.
“Porque escribir es ya organizar el mundo, es ya pensar”.
“Un escritor tiene más obligaciones con una palabra que es su verdad que con el crítico de La Nation Française o de Le Monde”.
“A propósito de la literatura, di que es literatura”.
“Es escritor aquel para quien el lenguaje crea un problema, aquel que siente su profundidad, no su instrumentalidad o su belleza”.
“Los delirios de hoy son a veces las verdades de mañana”.
“Lo que arrastra consigo el símbolo es la necesidad de designar incansablemente la nada del yo que soy”.
“La crítica no es una traducción, sino una perífrasis”.
“Ahora bien, escribir es, en cierto modo, fracturar el mundo (el libro) y rehacerlo”.

De Crítica y verdad