viernes, 30 de junio de 2017

El ecuador del año coincide con el final de curso. Siempre ha sido así para quienes vivimos sometidos al ciclo escolar, primero como alumnos y después como profesores. La jornada de hoy, pues, se abastece de rostros y de nombres de colegas que terminan contrato o que cambian de centro, y de otros que se jubilan con o sin ganas, con o sin ilusión para seguir un poco más tras décadas de servicio; mas con la memoria repleta de experiencia docente, de cosas que contar. Es una pena que el sistema no sepa ser más sensible o más flexible con aquellos profesionales que lo hacen bien y de los que todavía podemos aprender todos. Algunos de estos y de aquellos rostros quizá no los vuelva a ver, y habrá nombres que se acaben diluyendo en las aguas del olvido, que desaparezcan casi por completo de los espacios que me habitan. A unos cuantos -jubilados o nómadas de la enseñanza- me hubiera gustado frecuentarlos más, escucharlos más, aprovecharlos mejor. Buena suerte.

jueves, 29 de junio de 2017

La conciencia de cada cual sabrá tasar cuánto debe a quienes lo engendraron, más allá de la generalización fundamental: la propia vida.
En lo que a mí respecta, entre los tantos y tantos recovecos de la heredad, aprecio sobre todo que nunca hayan estorbado a mi albedrío, valoro que -sin eludir el consejo y el buen ejemplo- siempre hayan respetado mi libertad.

miércoles, 28 de junio de 2017

La sandía, en el hogar de los padres, se llamaba y se llama melón de agua, para oponerlo al melón melón, ese al que con idéntica certeza nos seguimos refiriendo como melón de año. Quizá por un desplazamiento semántico pariente de la metonimia, o quizá porque en aquella cocina donde no existían la nevera ni el frigorífico solíamos ponerlo a enfriar en la pila donde se lavaba la ropa, yo, desde muy pequeño, di en nombrarlo melón mojado, denominación que aún emerge cuando la sobremesa veraniega nos sirve en cada tajada su guiño de nostalgia.
Traman los astros,
en la noche de junio,
su serenata.

martes, 27 de junio de 2017

Se pregunta Catherine L'Ecuyer sobre el "trance tecnológico": un estado que altera la capacidad de pensar serenamente en el ámbito de las nuevas tecnologías, que nos hace perder la perspectiva debido a lo que Pankaj Ghemawat (uno de los cincuenta pensadores en el mundo de los negocios) describe como una especie de adulación casi religiosa a la tecnología. Esa fiebre tecnológica, ese trance -por la analogía con la música techno, caracterizada por la repetición, la poca variedad de notas, y cuyas 128 a 150 pulsaciones por minuto producen efectos sobre la actividad cerebral-, nos aleja de la realidad y provoca un estado en el que se suspenden las funciones mentales normales de una persona. Tal estado puede hacernos perder la perspectiva y llevarnos a percibir un cambio tecnológico con una actitud de fascinación casi apocalíptica, que lo interpreta como radicalmente determinante y revelador del futuro.
Admite Catherine L'Ecuyer que conoce a muchas personas que sufren ese trastorno. Y concluye: ¿y tú?

lunes, 26 de junio de 2017

Alguna que otra vez, en los periodos de mayor sugestión, ha aparecido un escritor en mis sueños.
En una página de una novela aplazada habré redactado con más tino las circunstancias en que, en aquel tramo de una calle exacta de mi pueblo, caminé junto a Jorge Luis Borges, ofreciéndole mi brazo y escuchándolo decir, y cómo su rostro fascinado de ciego se detuvo un instante para mirarme sin verme y aconsejarme la lectura de los Nueve libros de la historia, de Herodoto.
En otra ocasión, mi musa onírica convocó a un contemporáneo cuya prosa me obsesionaba, Antonio Muñoz Molina, y a la mañana siguiente lo garabateé tal cual y más tarde le puse un título y lo incluí como un cuento entre los cuentos de La sonrisa del ahorcado.
¿Se pueden inventar los sueños? Hace un par de semanas, en la madrugada insomne, imaginé que soñaba de nuevo con Muñoz Molina, y no solo le confesaba de dónde viene "El último relato de MM", que es el título de mi cuento soñado, sino que al calor de la conversación le comentaba que leyendo Sefarad, muchos años atrás, encontré una imprecisión de la que no sé si alguien más lo habrá alertado: al evocar el suicidio de Cesare Pavese, en el agosto de Turín de 1950, se sugería que se había metido una bala en la cabeza o algo así, cuando se sabe que en realidad se había tomado varios tubos de pastillas de somnífero.
No supe averiguar -debí quedarme dormido- cómo encajaba la sutileza de mi reproche el escritor de Úbeda.

domingo, 25 de junio de 2017

Tomar la cama en diagonal, como el palo de una equis, y dormir sin interrupción hasta que me duela el cuerpo de tanto descanso.
Retales para hilvanar unas memorias:
9. LA DESPEDIDA.

sábado, 24 de junio de 2017

El gran poema -como el gran amor- no aparece cuando se le va a buscar. Se presenta donde quiere y a la hora que quiere, de improviso, y no necesita anunciarse para ser reconocido a primera vista. Y te hiere y te colma con saña desmedida, soberbio y soberano, tiránico. Como el gran amor.

viernes, 23 de junio de 2017

Ni educar es examinar ni examinar es corregir, sino todo lo contrario.
Pero en el proceso de enseñanza-aprendizaje subyace el docto afán de calificar para juzgar, de juzgar para discriminar y de discriminar para sentenciar, según los irrefutables patrones del conocimiento, los asentados criterios del saber y las trampas de la tradición.
Así las cosas, las evaluaciones escolares -en cualquiera de sus niveles- se definen al fin como una sarta de insensateces, de apreciaciones inculpatorias y/o autoexculpatorias, de palos de ciego y de agravios comparativos.

miércoles, 21 de junio de 2017

A Cristóbal de Castillejo nos lo citaba un profesor de Siglos de Oro que tenía entonces un aspecto ciertamente áureo -solo le faltaba gorguera al cuello- y exhibía un apellido florido; al recordarlo, siempre se me aparece en traje de tuno y cantando Clavelitos o Carita de azucena, aunque jamás lo vi de tal guisa, sino en compañía de su esposa y su abundante prole. Castillejo, decía, era el paradigma de la misoginia en una época en que rivalizaban en ingenio insignes literatos más glorificados que él, a la par que misóginos integrales, como aquel Quevedo y aquel Gracián.
Tres décadas atrás leí de Castillejo, a instancias del doctor Florit o por turbia curiosidad académica, el Diálogo de mujeres, donde vierte su rechazo de las féminas con versos que hoy sonrojarían por su tibieza y alertarían a los guardianes de la corrección política. Las que siguen son notas de mi mano que transcribo tal cual, sin poner ni quitar:
"Mala o buena, / nunca dexa de dar pena";
"y la que más llora, queda / a vezes con más plazer";
"Provocaros / pueden, pero no forzaros, / a que gustéys de su miel, / de suerte que de su hiel / podéys muy bien apartaros";
"Y de aquí / naçe, como siempre vi, / no poder en esta vida / la muger ser entendida, / porque no se entiende a sí / de mudable [...]";
"que te guardes de la mala / y no fíes de la buena";
"Comparado / es en esto al ahorcado / el que enamorado es, / que se sube por sus pies / donde ha de quedar colgado";
"manos se besan a vezes / que devrían ser cortadas".
Fue allá por diciembre de 1987, cuando casi todo estaba por venir.

lunes, 19 de junio de 2017

Aulas recalentadas por encima de treinta y dos grados centígrados. Chicos y chicas de catorce y quince años que deben permanecer sentaditos durante los cincuenta y cinco minutos del periodo de clase, durante los seis o siete periodos de clase que aprovecha la mañana lectiva de un lunes de mediados de junio en una ciudad del sureste peninsular. En el mejor de los casos, hay un ventilador por aula que funciona según turnos pactados: un tiempo ventilando desde el fondo y otro tiempo exacto desde la pared frontal, junto a la pizarra.
Paradoja de la enseñanza pública en España: presiden la estancia maravillosos medios de las modernas tecnologías -un ordenador sobre la mesa del docente, pantalla y proyector, conexión a Internet cuando la señal quiere conectarse-, prestos para ser utilizados en días como el de hoy, con el programa de la asignatura ya concluido y los exámenes realizados, a falta tan solo de la ponderación definitiva de la nota. Prestos para ser utilizados, sí, si no fuera porque activar el dispositivo y reproducir cualquier material pedagógicamente contrastado precisaría la bajada de persianas y el cierre de ventanas -el silbato y el traqueteo del tren se cuelan en el aula cada diez o quince minutos, desde la vía que discurre a cuarenta metros de nosotros-, por lo que el maestro y los discípulos no necesitan consensuar qué es hoy lo prioritario.
Reparto folios y propongo un ejercicio creativo, un relato de misterio que comienza así: "Hace tres décadas yo era un folio completamente blanco metido en un paquete de quinientos; los signos que sobre mí escribieron están destinados solo a ti, lector, y sé que te van a sorprender". Los cincuenta y cinco minutos transcurren en un silencio de fatiga, rumorosos en su promiscuidad de transpiraciones. Antes de que suene el timbre les dicto la última frase, la última indicación: "Ahora, lector, si te atreves, ponme un título".

domingo, 18 de junio de 2017

En los ámbitos de la cultura y del arte (que han sido asimilados definitivamente por la amplísima noción de espectáculo), los éxitos de masas segregan todavía su tufillo de impostura, de descreencia académica. Es como si, para los más puristas, para las elites, un disco superventas o un best seller de novela sometieran su integridad a una fórmula mágica o a una turbia receta de mercado que los hace sospechosos de algo. Pienso en esos cantantes aniñados y en esos escritores especializados en secuelas y rúbricas que de la noche a la mañana, o de un año para otro, aupados por una inercia de humo, alcanzan y se instalan en cifras multimillonarias.
Al otro lado, los fracasos por desatención o por olvido de sus contemporáneos, y su intrincada peripecia hacia el reconocimiento tardío, generan a menudo un halo atractivo de misterio, de justicia suprema, naturalmente dirimida en la trastienda del destino.
La música y la literatura, y la pintura y la fotografía, rebosan de ejemplos en una y otra dirección.
Retales para hilvanar unas memorias:
8. AÑOS DE VIDA.

sábado, 17 de junio de 2017

Todo del revés, todo adverso. Aunque resisto, qué difícil y qué amargo es sentir que hasta lo más noble de uno se zarandea y se desacredita y se acaba volviendo contra uno.
Meses atrás, en las hojas centrales de un periódico, me sorprendió el titular de una entrevista realizada a un escritor de segunda o de tercera o cuarta fila: venía a sentenciar, desde la soberbia de los hechos consumados, más o menos en estos términos, que al cumplir los cincuenta años es cuando de repente te das cuenta de que te has equivocado en todo. Le disculpé la exageración y le aplaudí la boutade, tan propia de cualquier escritor entrevistado, sea de tercera o de segunda y hasta de primera fila.
¿En todo? ¿Será verdad?

jueves, 15 de junio de 2017

Leí Contra la historia, de Cioran, en octubre de 1990. Ahora me asiste mi caligrafía de entonces con algunas citas inevitables:
"Las fuentes de un escritor son sus vergüenzas; aquel que no las descubre en sí mismo, o que las escamotea, está abocado al plagio o a la crítica";
"Todo acto exige un combate contra los mil motivos que tiene para no ejecutarlo";
"Dejarse morir es un acto de debilidad; aniquilarse, de fuerza";
"La inacción es divina".

miércoles, 14 de junio de 2017

Resurge, ligerísima, la apetencia casi olvidada de poner en orden (o de batallar una estructura que presumo imposible, o de simplemente conformarme con una selección definitiva) todos mis poemas inéditos (o casi inéditos, o edinéditos si se admite el neologismo) que se me fueron desprendiendo y cayendo en cartapacios de papel y en archivos de word desde hace diez y veinte y quién sabe si hasta treinta años. Hay tanto y tan variado (así en el registro formal como en las temáticas) que me da miedo aplicarme a bucear en ese abismo. Miedo y pereza, claro. A lo que añadiré otra pizca de mi escepticismo práctico: ¿para qué?

martes, 13 de junio de 2017

Me dice su madre que Darío, esta tarde, en mi ausencia, mientras leían poemillas y canciones de un volumen para niños, ha completado él solo una rima en aguda. Nos miramos y nos admiramos: una rima en aguda puede ser fatalmente el principio de una vocación, de un destino. Y dudamos entre congratularnos de su talento espontáneo o alarmarnos de su precocidad extraordinaria.

lunes, 12 de junio de 2017

Desde muy joven me percaté del desajuste, de los ritmos cambiados entre la energía que a mí me mueve y la velocidad del mundo. Cuanto más envejezco, más me doy cuenta de que todo a mi alrededor sucede con una aceleración y un vértigo a los que ni mi ánimo ni mi diligencia se saben adherir, cada vez menos. La lentitud y el silencio y el apartamiento me atraen desde aquellos años en que el adolescente que fui ya vislumbraba el desfase, la ineptitud esencial para el triunfo, la imposibilidad de adaptarme a un medio que se aleja, de fundirme en él. Me veo como un corredor de maratón que no para de avanzar y que no renuncia a la meta, pero que con cada paso se va quedando más y más rezagado, y apenas adivina por delante al grueso de competidores. Me abruma esta inercia inexorable, esta acucia de futuro que poco a poco nos devora.

domingo, 11 de junio de 2017

A mediodía intervine en un homenaje al poeta Francisco Sánchez Bautista, que hoy cumple noventa y dos años de lucidez intacta, de afectuosa memoria. Para la ocasión, he contado a la concurrencia cuatro cosillas que no podía dejar de contar y he leído el soneto que aquí calco y que no excusa dedicatoria: Para Paco Sánchez Bautista, buen hombre entre los hombres, verdadero poeta entre poetas, en el primer día de su año noventa y dos.

HOMENAJE

Semilla soy al borde de tu mano
en tierras anegadas por el fuego,
nube insinuando algún resplandor ciego
en el secreto surco de algún llano.

Me crezco en el viril tesón humano
y a su caricia maternal me entrego:
soy espera, ilusión, fe de labriego,
soy espiga dorada en el verano.

Mas cuando cesa la estival tormenta
y el fruto es cosechado, sin embargo;
cuando en la era, tras la trilla, aventa

el grave abuelo algún suceso amargo,
todos beben, sonríen, y él comenta
que el invierno con pan es menos largo.
Retales para hilvanar unas memorias:
7. CAQUIS.

sábado, 10 de junio de 2017

Aunque todo se puede llamar discurso, una cosa es discurrir y otra, bien distinta, discursear.

viernes, 9 de junio de 2017

Mientras conduzco, escucho el último disco de Joaquín Sabina. Hace semanas que lo hago y cada vez me gusta más, me atrapa más, me es más próximo. Hay letras que son auténticos poemas -"Quien más, quien menos", "Lo niego todo", "Postdata", "Por delicadeza"...- y versos que no quedarían fuera de una antología muy personal, muy mía. Nada nuevo, por cierto, porque la sensibilidad literaria y el equipaje retórico de Sabina (no sé cuánto le toca al ahora coletrista Benjamín Prado, amigo suyo) hace mucho que me ganó para su causa. Que no se muera nunca.

jueves, 8 de junio de 2017

Algunas palabras no solo nombran, no solo atesoran un significado, sino que se sitúan más allá de lo que refieren, en la región alta de los símbolos.
Como parte de una prueba final, les pido a mis alumnos que escriban en un folio durante media hora. No hay condiciones, ni géneros, ni variedades discursivas, ni indicadores gramaticales. No hay nada que los limite, salvo el buen uso del idioma y el horizonte de un título simple, invarible, común a todos. A un grupo le doy El muro; al siguiente, El puente; al tercero, El túnel. Después, disfruto leyendo la originalidad de sus propuestas, el alcance de su imaginación, el talento potencial, lo genuino.
¡Caben tantos mundos en dos palabras que se postulan como título!

miércoles, 7 de junio de 2017

Varios días con el sueño cambiado, durmiendo apenas cuatro o cinco horas seguidas, despertándome cuando al minutero del amanecer aún le faltan dos vueltas completas. No sé si culpar a los cafés que me tomo, a los desajustes estacionales, a las tareas pendientes que se acumulan con el final de curso o, simplemente, a los estragos de la edad.
El caso es que antes de las seis de la mañana estaba leyendo el tercer capítulo no numerado de mi edición conmemorativa de Cien años de soledad, ese que da comienzo con el hijo de Pilar Ternera. Y mi sorpresa ha sido que a las pocas páginas surgiera el personaje de Rebeca para traer consigo la peste del insomnio, una extraña enfermedad cuya manifestación más crítica es el olvido, que cerca al individuo y lo sume "en una especie de idiotez sin pasado". Algunos pasajes me obligaban a detenerme y releerlos con fascinación borgiana, como aquel en que Úrsula "hizo beber a todos un brebaje de acónito, pero no consiguieron dormir, sino que estuvieron todo el día soñando despiertos. En ese estado de alucinada lucidez no solo veían las imágenes de sus propios sueños, sino que los unos veían las imágenes soñadas por los otros". Y casi sin darme cuenta recupero la fórmula de manual de lengua que Aureliano concibió y que José Arcadio puso en práctica para defenderse de las evasiones de la memoria: "Con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola".
Han pasado las horas, casi diecinueve, y todavía sigo despierto.

martes, 6 de junio de 2017

¿Qué haría con un millón de euros si tuviera un millón de euros? Si tuviera un millón de euros no me preguntaría qué haría con un millón de euros si tuviera un millón de euros. Y así con todo.

lunes, 5 de junio de 2017

Desde el instante de nacer, la vida va siempre un segundo por detrás de la muerte. Se tenga la edad que se tenga y con indiferencia del riesgo que entrañe lo que se haga, el salto es tan breve y tan ajeno a nosotros, tan fatal, que solo pensarlo da vértigo. La fragilidad es la misma aquí y en Alepo, en una aldea de Los Andes y en un puente londinense, a los tres años y a los cincuenta, a los diecinueve y a los setenta y seis, aunque diste mucho la percepción del peligro, la sensación de inminencia. Se dice que morimos en cada segundo; yo creo más bien que en cada segundo que pasa volvemos a nacer.

domingo, 4 de junio de 2017

Nueva tristeza. A mediodía me entero de la muerte de Juan, el Goytisolo más díscolo, el insobornable. La actualidad dura tan poco, y es tan larga la vida, que casi nadie recordaba que llevaba enterrado en su autoexilio de Marrakech veinte o veinticinco años, hasta que en 2014 a alguien le apeteció revivirlo unas horas para hacerle los honores del Premio Cervantes. Hoy, esta noche -el mismo día en que la secuela sin historia de un partido de fútbol colma un tercio del telediario, diecisiete largos minutos con distintas conexiones, grabaciones domésticas, gloriosas instantáneas y duplicidades informativas-, la cadena pública de televisión concede al autor de Coto vedado un apunte luctuoso de dos minutos. He aquí esa proverbial intuición que el moderno periodismo tiene de lo que al contribuyente le interesa.
Desayuno con la noticia de un nuevo asalto terrorista, indiscriminado, en Londres.
Lo peor no es el odio, sino el resentimiento que lo aúpa y la visceralidad irracional que lo domina.
Retales para hilvanar unas memorias:
6. LOS ALBARICOQUES.

sábado, 3 de junio de 2017

En el sueño -que se diluye sin trauma hasta que me despiertan los albores del día y me aplico a rememorarlo- hay un individuo de aspecto maltratado, de mediana edad, que me pide limosna en una calle céntrica. Me paro a hurgar en mi bolsillo y le doy una moneda pequeña, de veinte céntimos de euro, pero al cogerla se me queda mirando largamente, oscilando entre la decepción y el desafío. Le replico que si yo fuese un mendigo cultivaría la gratitud, en lugar de encararme con los transeúntes. Se me echa encima como si, más que de un cuerpo, se tratara de una forma sin peso, de una sustancia pegajosa de la que me desprendo a duras penas. Me voy de allí a rebufo de mi frase, dudando si cultivar era el verbo que yo quería que él me oyera. No imagino -ni necesito averiguar- qué significado le darán a este sueño los descifradores de sueños.

viernes, 2 de junio de 2017

Por fin, ayer, le devolví el mecanuscrito de su novela a un amigo. Había transcurrido casi un año desde que me lo cedió -casi quinientas páginas apretadísimas- y ya empezaba a sentir cierto apuro por mi poca diligencia, por no haber sabido estar al nivel de su confianza. No exagero si digo que este ha sido quizá el periodo más inoportuno de mi vida para entregarme a examinar un borrador de tales proporciones, de tamaña exigencia: soy incapaz de gestionar mi tiempo, si es que aún puedo llamarlo mío, y aquellas laboriosidad y energía de las que uno presumía son hoy rehenes de la decepción y del desánimo. En los márgenes del mecanuscrito anoté muchas cosas y al amigo le anticipé, de viva voz, unas cuantas; mas siempre con la sensación de que todo juicio estético bracea contra la fuerza de la subjetividad, de que toda apreciación crítica se torna etérea al confrontarla, sin sustancia real, como si habláramos de humo. Cuando lo vi marchar con la novela fue como desprenderme de una carga que regresaba a los desvelos de su dueño. ¿Qué será de esa historia y de la fe puesta en ella? Nadie lo sabe. Por lo demás, este amigo al que estimo y respeto es de los pocos que aún me quedan en la literatura.

jueves, 1 de junio de 2017

Un poema, si es honesto, no se escribe en horario de oficina ni en un despacho de trabajo ni con uniforme de escritor. Una página de prosa, en cambio, sí que puede escribirse de ese modo, aunque admita espacios ocasionales como la terraza de un bar, las dependencias de un aeropuerto y hasta una sala de profesores, que son lugares de paso, habilitados para la mecánica del discurso escrito y para las pequeñas intuiciones. Pero perseverar en una novela o en un ensayo de alcance sí exige ese despacho y ese horario y acaso ese uniforme, o al menos las elementales condiciones de disciplina y de constancia, la tenacidad productiva que solo administran ciertos hábitos.