domingo, 30 de junio de 2019

Me colé en varias clases de Gianni Vattimo hacia 1993, en la universidad de Turín, en un aula-hemiciclo cuya mesa sobre el estrado se llenaba de grabadoras de voz. Una de esas mañanas lo dibujé en una página de mi cuaderno de apuntes, incapaz de seguir los meandros conceptuales del italiano, pero sintiendo que asistía a instantes memorables de mi vida. Ahora leo una entrevista reciente y me voy quedando con fragmentos de su inteligencia y su ironía, de su lucidez ya escéptica, de su voluntad de vuelta de todos y de todo: "La verdad es un tejido de interpretaciones y no una suma de datos"; "Como yo creo más en la Iglesia que en Dios, cuando dudo de la Iglesia es peor"; "Yo solo imagino núcleos de resistencia, como aquellos monasterios medievales que copiaban manuscritos (...) La única forma de resistencia política es incomodando al mecanismo de producción de nuestro mundo industrial". Y el dardo de un deseo fácil (ya suma ochenta y tres años) convertido en titular: "Espero morir antes de que reviente todo".

sábado, 29 de junio de 2019

Tras más de treinta años, acaso treinta y cinco, alimentando el sueño literario de proyectar ideas y empezar libros que casi nunca terminaba, anotando en infinitos cuadernos nuevos argumentos y quimeras, dando lustre, en fin, al verdadero rostro del fracaso; después de tan dilatada trayectoria en la región del humo, ahora me conformaría con disponer de uno o dos lustros para volcarme exclusivamente en el insaciable objetivo de rematar aquellos libros, de salvar de su nada unas cuantas de las tantas ideas que anoté sin fruto, de atemperar la frustración -acaso ya irredimible- y otorgarle una definitiva apariencia de dignidad.

lunes, 10 de junio de 2019

Extraños días e inexplicables sueños imbuidos de una oscura reminiscencia literaria.
Dentro de la vaga trama onírica, leo, al paso, un recorte de periódico perfectamente entrecomillado que se muestra con una pinza en un caballete de pintor: "Es oportuno afirmar que, tras arduas indagaciones, en un futuro, alguien descifrará la verdadera trama del universo". Mientras, él, el escritor José  Saramago, me acompaña en un paseo breve por una casa-museo-huerto que no reconozco como la que años atrás visité en Lanzarote, pero que verosímilmente podría serlo.
Sin salir de la escena me da tiempo a pensar que la afirmación es acaso más propia de cualquiera de los laberintos de Borges, a quien ya conocí en otro sueño antiguo y, para mí, legendario.
Nada más despertar, celoso de mi insólito tesoro, busco un papel y transcribo el recorte, esas palabras exactas y sus comas que mi memoria visualiza sin esfuerzo.