martes, 26 de diciembre de 2017

Nació mi padre el 26 de diciembre del 38, a dos meses de que acabara la guerra, y le dieron de nombre Federico, como su abuelo materno.
En la década de los cuarenta fue a la escuela de don Antonio (con el que aprendió mucho) y a la de don Vicente (con el que no aprendió nada), y ya se le veía por los caminos de los cerros con tres o cuatro cabras o ayudando en las labores cíclicas de la huerta.
En la década de los cincuenta salía al alba hacia los picachos altos de la sierra, él solo, seguido de un burro que cargaba de haces de leña; trabajó sin edad en las noches eternas de una almazara del pueblo; sustituyó a su padre enfermo en el duro mes de la siega que se libraba en Albacete. Luego, la patria lo reclutó para el servicio militar y lo mandó a su destino en el norte de África, y allí permaneció sin tregua dieciséis meses.
En la década de los sesenta emigró a la campiña francesa, ribera del Herault, donde se estableció con mi madre tras casarse, y con los ahorros de tres años de jornadas a destajo regresaron a su origen, compraron vivienda, taberna y unas tierras, dieron vida a quien esto escribe.
En la década de los setenta les nació otra hija, emprendieron el negocio de la tienda de comestibles y bebidas, adquirieron otras tierras; consiguió mi padre su permiso de conducir, se dejó el bigote que ya no se ha quitado, compró una furgoneta verdeamarilla de la marca Renault cuya matrícula no olvido: MU7059K.
En la década de los ochenta lo golpeó el creciente desengaño de un hombre de la izquierda; poco a poco terminaron de construir la casa soñada, la que él mismo dibujara en un folio al que solo le faltaba la firma del arquitecto; con esfuerzo y orgullo costearon la carrera de su primogénito en la capital de la provincia.
En la década de los noventa visitó una Ceuta muy distinta de la otra, enterró a su padre nonagenario, cambió de coche, se convirtió en abuelo.
El cambio de siglo le ha traído más nietos y algún disgusto, la pensión vitalicia del Estado, desavenencias enquistadas en familia, un huerto de hortalizas que atiende con talento, el gradual deterioro de una esposa delicada.
Hoy mi padre cumplió setenta y nueve. Presumo de su sensatez y honestidad, de su coherencia. Sigue siendo la persona cuya opinión más respeto.      

No hay comentarios: