miércoles, 13 de diciembre de 2017

¿Se puede ser poeta con solo tres versos?
En la noche propicia de un septiembre que se aleja, en la terraza no menos propicia -cigarrillos sin tasa, granizado de limón-, la musa me susurró un poema al que inmediatamente le inventé autor. Lo bauticé, no sé explicar por qué, Elio Alonso Rosales, y durante una buena temporada le imaginé nacionalidad, fechas señaladas, estudios secundarios, amores y desamores, noticias que lo inmortalizaban, amistad con intelectuales que aplaudían su talento, títulos de libros que tal vez escribiría pero que nunca se decidió a escribir y otras peripecias de su existencia discreta. Era un apócrifo, una especie de heterónimo con su oportuna psicografía, y yo el perseguidor cortazariano llamado a redimirlo, a facilitarle la gloria. La gracia es que su obra se sostenía en tres versos, solo en tres, y que ni a él ni a mí nos apetecía mancillar el encanto casi insultante de tamaño laconismo. Así que al cabo de mi pereza le asigné una fecha definitiva y una muerte misteriosa y noble, y dejé de pensar en él. Pero su único poema -las diez palabras que lo integran- vuelve a mí con la fuerza del reproche, como si quisiera pedirme cuentas -todavía- por mi extraña traición:
Esta ciudad sin mar
tiene dos faros:
son tus ojos.
E. A. Rosales

1 comentario:

Anónimo dijo...

Grandes versos, lástima que sean de un "poeta lacónico".
¿Volverá la musa...?