lunes, 11 de diciembre de 2017

Dichosa edad y pretéritos dichosos aquellos en que regresaba de las aulas inflamado de proyectos y haciendo cábalas sobre los folios que emborronaría esa tarde.
Mi destino literario -porque persiste en mí un ascua indeleble que solo puedo llamar destino- se ha instalado en una espiral de horas hipotecadas y de tiempos ajenos, en un paréntesis de inacción que equidista entre el erial y el barbecho, entre la renuncia definitiva y el deseo contenido.
Sueño aún, es cierto, con un amanecer de años sabáticos que saque de sus cajones los cuadernos marchitos, los argumentos olvidados, los versos que me vencen; me ilusiono aún con una primavera abundante que me contagie su verdor, su savia fértil, y me conceda ser quien soy.

1 comentario:

Juan Ballester dijo...

Y todo será cuando te des cuenta de que el sueño es tu realidad