miércoles, 27 de diciembre de 2017

Desvelado, se incorpora de la cama y mira tras la ventana de una quinta planta. Su figura se insinúa en la oscuridad, silenciosa y lenta, como un espectro que masculla pretéritos, que trama soledades. El viento zarandea las ramas de las palmeras mientras sus troncos permanecen fijos, fieles a un destino que solo de tarde en tarde cede a la leve inclinación de su estructura vertical. Amaneció el día, la sombra se borró de la ventana, hace siglos y milenios que no existe la casa ni hay palmeras que mirar.