martes, 19 de septiembre de 2017

Circunstancias complicadas para escribir a diario, para aislar un espacio íntimo y defender un paréntesis de creación. Ya me acerco al cuarto sexenio y siento como si cada principio de curso se me hiciera más difícil encajar las piezas, adaptarme a los horarios y a la proximidad de rostros que atienden a mi discurso repetido, conciliar esto y aquello y lo otro para llegar a tiempo a todo, integrar lo que soñé y lo que soy en lo que seré y en lo que quiero. Papeles varios y reuniones estériles y decisiones ajenas urden su revoltijo de eventualidades, y alguna vez, incluso, como la madrugada pasada, consiguen desvelarme con esa especie del pánico que se sustancia en el estrés. Antes de volverme a dormir, o acaso ya dentro del sueño, he presentido algo, una quiebra, un mal augurio, una bofetada inminente de la vida; pero no se ha concretado en nada, no aún.

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