domingo, 24 de septiembre de 2017

Llegados a este punto, cada uno de nosotros -me refiero sobre todo a los demócratas del lado de acá- debería hacer el descomunal esfuerzo de preguntarle a su conciencia si sabe tolerar -o si acaso no sabe- que otro ciudadano pueda sentir, desear y defender con sus propios argumentos la idea política de independencia para el territorio en el que vive. Solo entonces concluiremos si el manoseado adjetivo -esto es, demócrata- se ha de escribir con letra firme o si debe prorrogarse la cursiva. 

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