jueves, 23 de noviembre de 2017

Hoy lo he vuelto a ver. Ha pasado muy cerca, incansable, a menos de un metro de mis narices, ávido de su propio avance por la acera que se interrumpe en el paso a nivel de Santiago el Mayor, en dirección al centro. Yo tomaba mi segundo café de la mañana y casi lo he intuido a mi espalda, así que justo al volverme me ha sacudido su presencia ahí mismo, aquí -barba incipiente, gafas oscuras, cabello gris lacio, aspecto más abatido que de costumbre-, y me ha sobrepasado sin desviar el rostro, a buen ritmo, sin fijarse en mí, sin reparar en el extraño ciudadano que tantas veces lo observa. Ha sido como un déjà vu, imagen exacta de lo que a propósito redacté anteayer, la noche del martes; incluso se ha anticipado unos segundos al estruendo de sirenas que anunciaba la inminencia del tren, y ha cruzado a la otra parte. ¿Quién es? ¿Quién habrá sido o será para otros? ¿Por qué me habita tan poderosamente y se cuela en la entraña de mis escritos? 

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