viernes, 29 de noviembre de 2013

LA BONDAD DE LAS COSAS

No hará falta insistir en que las cosas, per se, no son buenas ni son malas, que lo que al fin importa para valorarlas es el uso que de ellas se haga, esto es, el equilibrio del usuario. Me lo recordaba hace unos días un amigo, a propósito de mi reticencia activa -casi recalcitrante- frente al fenómeno invasor de las redes sociales, enredo al que me resisto a suscribirme en la medida de mis posibilidades, que cada vez se parecen más a la batalla sinigual de don Quijote contra los molinos. Y esta conversación -por cierto, electrónica- me trajo a la memoria aquel personaje de aquella novela -ya no sé si escrita o por escribirse- que abogaba por la salubridad de un cigarrillo diario, solo uno, aliado con un solo café, como fórmula infalible para corregir su estreñimiento crónico sin recurrir a fármacos. O el caso de la televisión, ese invento del maligno que, sin embargo, alguien me justificó pedagógicamente, de la manera más inteligente que conozco: cuando la encienden en mi casa, yo me voy a la biblioteca y abro un libro.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

SOBRE GUSTOS Y DISGUSTOS

Me gusta el olor de las tomateras que aún cultiva mi padre en su huerto lejano; pero no me gusta el tufo de colonia cara en una fiesta de famosos que recaudan fondos contra la pobreza. 
Me gusta el chapoteo de la lluvia cuando salpica en la ventanita abierta de mi alma dormida; pero no me gusta el ruidillo triste que importuna al silencio cuando la soledad se queda a solas conmigo.
Me gusta contemplar las altas palmeras de mi ciudad, pues rivalizan con las farolas y con las torres de cemento; pero no me gusta acercarme y rebasar con mi coche el montículo sanguinolento de un animal atropellado a ciento veinte kilómetros por hora en una carretera secundaria.
Me gusta cómo sabe el pan que sabe hacer mi madre, porque sabe a pan, y porque sé que un día la ausencia de mi madre tendrá también ese sabor; pero no me gusta la aspereza turbia que me dejan en la boca la mentira o la envidia o el odio, ni las pequeñas venganzas que yo mismo practico en secreto.
Me gusta el amparo breve y definitivo de las manos de mis hijos cuando los dedos míos se me enfrían sobre el teclado angustiado de la vida; pero no me gusta el peso ajeno de mi reloj si señala la hora exacta en que trece corazones sin patria perecerán ahogados a menos de dos millas de la costa española.

martes, 26 de noviembre de 2013

HABÍA UNA VEZ Y HABÍA OTRA...

Había una vez un hombre que sabía algo. Por esta razón lo colocaron en un púlpito. Después lo metieron en una cárcel. Después lo internaron en un manicomio. Después lo encerraron en un hospital. Después lo pusieron en un altar. Después quisieron colgarlo de una horca. Cansado, el hombre dijo que no sabía nada. Y solo entonces lo dejaron en paz.


***

Había una vez un famoso imitador de circo que se llamaba Max. Con unas alas falsas y un pico de cartón, salía al ruedo y comenzaba a dar de saltos y a piar. ¡El avestruz!, decía la gente, señalándolo, y se moría de risa. Su imitación del avestruz lo hizo famoso en todo el mundo. Durante años repitió su número haciendo gozar a los niños y a los ancianos. Pero a medida que pasaba el tiempo, Max se iba volviendo más triste y en el momento de morir llamó a sus amigos a su cabecera y les dijo: “Voy a revelarles un secreto. Nunca he querido imitar al avestruz, siempre he querido imitar al canario”.
  
Julio Ramón Ribeyro
 Del cuento “Por las azoteas” (1958)

sábado, 23 de noviembre de 2013

MI REPERTORIO

-Hecho, de hacer, ¿se escribe con hache o se escribe sin hache?
-Pues con hache, naturalmente... ¿No ves que si no la lleva se pronuncia eco?
A esa hora me acompañaba un humor cínico, quizá pretencioso. Poco después les hablé del Lazarillo y de la cuestión de la autoría, y cuando empecé a notar que se me removían en el asiento tensé el hilo -lo tensé muy serio, sin cambiar el tono- y añadí que precisamente el más prolífico de los autores de nuestra literatura es, y seguirá siéndolo por muchos años, este Anónimo, de quien apenas sabemos que sus obras se remontan a la Edad Media. Algunos se quedaron pensativos o escribían en el cuaderno, ajenos al gazapo, otros me siguieron la corriente varios minutos, casi divertidos por la revelación, y solo el más quisquilloso de la clase me acusó de contar chistes muy malos.
Ya me van conociendo; por eso no les extraña que les explique que valle es con uve porque un valle tiene forma de v, o que horizonte es con hache porque, si te fijas bien, la hache es como una silla de perfil en la que hay que sentarse para mirar bien la o, la r, la i, la z, la o, la n, la t, la e y, más allá, la anunciada línea del horizonte. Otro día los ejercité en la búsqueda de cinco palabras tetrasílabas llanas y cinco palabras bisílabas esdrújulas, y juro que hubo quien se pasó tres minutos y medio de reloj intentando encontrarlas, pero resultó divertido y pedagógicamente convincente. En otra ocasión les puse un examen, una de cuyas preguntas prometía un dictado, y, tras una indagación inoportuna, no me aguanté las ganas de advertir que no se les ocurriera realizar el dictado por su cuenta, sin esperar al dictador.
Anteayer me armé de argumentos para desautorizar esa leyenda que todavía circula, según la cual las mayúsculas nunca llevan tilde, y empleé un cuarto de hora en inventar oraciones inconexas que acentuaba de tal guisa: "Alvaro Iñigo vive en Avila aunque veranea en Aguilas, pero Angela y Agueda lo esperan en Ecija". Esta vez hubo risas y sonrisas, un cabeceo piadoso, dos miradas de condescendencia y tres estufidos de sano orgullo intelectual. Algo es algo.

viernes, 22 de noviembre de 2013

SOMETHING FORGETS US PERFECTLY

Pues sí, lo decía en un verso el cantautor y poeta canadiense Leonard Cohen: “algo nos olvida de manera perfecta”. Cuando, adicto a las frases ingeniosas, lo anoté en mi libreta a finales de los ochenta, aún no era consciente del interminable caudal de olvidos que me estaban esperando al otro lado de los años y de las vidas. Tampoco ahora puedo ser consciente de ese abismo, de ese precipicio sin fondo, pero si lo pienso y lo escribo es porque sé algo más.

jueves, 21 de noviembre de 2013

DE PUNTILLAS

Hubo una mujer sin nombre que se lanzó al río mientras Raskólnikov la miraba absorto, sin voluntad, una mujer a la que rescataron de las aguas para continuar su camino...
Como en las historias que me va deparando la propia vida, no conozco una sola novela en la que no pase de puntillas algún personaje ocasional -ni siquiera secundario, ni terciario-, tallado en la fugacidad de un renglón o de un triste párrafo, y que luego, al cabo de muchas páginas o incluso de otras lecturas y de estaciones o de años sin acordarme, no vuelva de repente a mi memoria con el único propósito de tentarme para que indague su porqué, y me reta a imaginar su identidad truncada, y me obliga a recrear los pormenores anteriores y posteriores a aquella escena lejana, de apariencia trivial, única, en que su breve existencia de papel se cruzó con la del protagonista, también de papel, y rozó la gloria en la eternidad del instante. Ahí hay otra novela, me digo, y la dejo pasar, contemplándola con un poco de soberbia, encaramado al extraño regocijo de los vagos propósitos.

lunes, 18 de noviembre de 2013

MEDIA HORA

Es un poema que se tropezó conmigo, y yo con él, allá por los dieciséis años, justo cuando me sentía sobrepasado por causas no del todo ajenas a mi voluntad. Lo leí tantas veces, a modo de terapia de las emociones, que lo acabé aprendiendo de memoria. Hoy no tolero bien ninguna traducción que no sea esta (aquí la versiono en prosa) realizada por Pedro Bádenas de la Peña para Alianza Tres:

Ni te he poseído, ni nunca, creo, te poseeré. Algunas palabras, un contacto, como en el bar anteayer, y nada más... Es, aunque no lo diga, triste. Mas nosotros, siervos del Arte, en ocasiones con la intensidad del pensamiento y, desde luego, solo por poco tiempo, creamos un placer que parece casi real. Así, en el bar, anteayer -con la ayuda, por lo demás, del muy compasivo alcohol- gocé media hora de total erotismo. Y lo comprendiste, me parece, y adrede te quedaste un rato más. Era sumamente necesario, porque con tanta fantasía y el mágico alcohol, tenía que mirar tus labios, tenía que tener cerca tu cuerpo.
Constandínos Kavafis

viernes, 15 de noviembre de 2013

UNA SOLA VIRTUD

Ayer vi una película soporífera (el adjetivo es mío, así que, para evitar los prejuicios inherentes a la generalización, no incurriré en la facilidad tendenciosa de revelar el nombre del director o su país de producción). Aguanté hasta el final, por respeto y porque soy así de testarudo, aunque desde la primera escena supe que me iba a suponer un pequeño sacrificio. Varias veces me acordé de la sentencia de Julio Ramón Ribeyro a propósito de las personas, de los amigos, a los que, según él, no hay que exigirles más de una virtud, porque una sola virtud basta para justificar esa amistad y para excusar de paso todos sus defectos. Pues bien, de la película de anoche me quedo con esta idea: clasificar todas las noticias de un periódico según sean buenas o malas, estableciendo una especie de ranking, y ello con la preciosa posibilidad pedagógica de que los alumnos, en el seno de la clase, tal vez por grupos, jueguen a reconvertir las malas en buenas, modificándolas en una nueva redacción.

jueves, 14 de noviembre de 2013

RITUAL SIN ALMA

De la propuesta de examen al tedio inmenso de la corrección, y de ahí a la aritmética fría de un dardo que se clava impasible entre el cero y el diez. Tal es el ciclo estúpido, el ritual sin alma en que a menudo naufraga el ejercicio de la docencia.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

CON RASKÓLNIKOV

Fue un gesto impremeditado, hasta cierto punto ordinario y azaroso -pasar revista a los estantes, fijar la atención en un título, alcanzar el volumen y hojearlo-, pero un gesto cuyo desenlace me estuve negando, casi con delectación morbosa, deliberadamente, desde hace nada menos que dos décadas. Lo empecé el sábado, poco antes de mediodía, a esa hora en que la luz invade la estancia y nada es más tentador que meterse de lleno entre las tapas de una novela bien contada, con crédito, a ser posible un clásico. Desde entonces deambulo con él por las calles de San Petersburgo, tomo silla a su lado en cualquier taberna de mala muerte o me encierro a dormitar en el cuarto que él alquiló y que no paga hace meses. De algún modo, soy él, habito su determinación, me abandono a su destino. El domingo me leyó, o leí con él, la larga carta de su madre. El lunes fui testigo del sueño en que una yegua es maltratada por su dueño hasta la muerte. En mi mañana de ayer, alrededor de las siete de la tarde, salió al fin en busca de la vieja prestamista y cometió el crimen que andaba maquinando. Ahora nos espera a los dos el largo y venturoso periplo del castigo que se anuncia en el título, unas quinientas páginas de entrega obsesiva a la lectura, a ese placer que parece remoto, pero que para algunos sigue siendo esencial, imprescindible.

lunes, 11 de noviembre de 2013

CONQUE AQUESTA LUZ QUE VES

Un ciego en Londres había
tal, que no determinaba
los bultos con quien hablaba
en el resplandor del día.
Y una noche que llovía
(como una de las pasadas)
a cántaros y lanzadas,
por las calles, caminando,
se iba mi ciego alumbrando
con unas pajas quemadas.
Uno que lo conoció
dijo: -Si no os alumbráis,
¿para qué esa luz lleváis?
Y el ciego le respondió:
-Si no veo la luz yo,
la ve el que viene, y así
no se encuentra conmigo aquí;
conque aquesta luz que ves
no es para ver yo, es
para que me vean a mí.


Calderón de la Barca

viernes, 8 de noviembre de 2013

EL PALACIO DE LOS SUEÑOS

A propósito de la intromisión del estado en la vida íntima del individuo (¡y no solo en el consabido ámbito de los regímenes totalitarios que la prepotencia de Occidente cree superados e irrepetibles!), me viene a las mientes una novela y un autor acaso menos conocidos y consagrados que los Kafka, Orwell y cía.: El Palacio de los Sueños (1981), de Ismaíl Kadaré. La descubrí hace años por casualidad, porque su título llamó mi atención en un catálogo de Círculo de Lectores. Y la recomiendo viva, vivísimamente.

jueves, 7 de noviembre de 2013

ME SORPRENDE LA SORPRESA

Después de tantas novelas y de tantas películas de espías, me sorprende la sorpresa con que los altos dignatarios y mandatarios de las políticas y de las finanzas de este globalizado mundo acogen las informaciones sobre los laberintos sutiles del espionaje internacional. Si Kafka y Orwell salieran un rato de sus tumbas y desempolvaran sus historias, si a Le Carré y a otros especialistas del género les preguntaran sobre las tramas posibles de nuestro delirio electrónico... Me sorprende tanta sorpresa, de verdad, tanto aspaviento inocentón, tanta pose de rasgadas vestiduras, tanto hacerse de nuevas, porque por mucho que lo intento no soy capaz de concebirlos tan rematadamente ingenuos.Y nosotros, los de abajo, los ciudadanos de a pie, asistimos al alboroto mediático de esos prohombres (y de alguna promujer también) desde una distanciada incredulidad, como si no lo supiéramos todos, ellos y nosotros, como si hiciera falta que alguien venga a confirmar ahora que se nos espía a diario, a cada instante, y que cuando no se nos espía es porque no les interesa espiarnos; resulta que para nosotros, sin echarle mucha imaginación, es una realidad asentada desde hace tiempo y desposeída de cualquier misterio. Es de lógica que los servicios de inteligencia se espíen entre sí y que vigilen a los ciudadanos, para eso están, y más en nuestro tiempo, con tantos recursos de la alta tecnología a su servicio, con tantos datos de usuarios enmarañados en la causa de las redes sociales y asociales, esas que todos manejamos a cada instante, desde cualquier punto del planeta.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

LLAMADME MANIQUEO

Las opciones son dos, y ninguna más: someterse o rebelarse. Y la mera formulación de derroteros tan opuestos decanta por sí misma la voluntad de los hombres y las mujeres de hoy, pues inhibirse equivale a no hacerse preguntas, y quedarse quieto y con los labios sellados ante el cúmulo de despropósitos significa vivir ya, de hecho, bajo el yugo de todo lo que nos viene dado: ideologías y banderas, símbolos y creencias, tradiciones muy nuestras, filias y fobias, todo.

martes, 5 de noviembre de 2013

DE FOTO

Estuve dando vueltas por el centro hasta encontrar espacio en la zona azul, en una calle perpendicular al río. La ciudad atardecía bajo el espectáculo de nubes de un poniente encarnado. No me decidía a echar monedas porque solo llevaba treinta céntimos y necesitaba estacionar más de una hora, hasta después de las ocho. Entonces me reclamó desde la acera de enfrente un chico sudamericano, muy agobiado porque no le arrancaba el auto, un viejo mercedes que al parecer no era suyo, sino de un amigo. A los pocos minutos lo estábamos ayudando entre el aparcacoches (un negro subsahariano) y yo mismo, mientras él se afanaba en redireccionar las ruedas para sacarlo del hueco. Ya enfilado, el guardia que vigila la zona azul vino a sumar sus energías tomando carrerilla. Logramos empujarlo entre los tres durante treinta o cuarenta metros, hasta que el motor recuperó a empellones parte de su aliento y continuó la marcha solo, desligado de nuestras manos. Cuando levanté la vista, un poco aturdido por el esfuerzo y por la escena que acababa de protagonizar, vi al hombre que nos apuntaba con su cámara desde detrás de un árbol.

lunes, 4 de noviembre de 2013

MÁS SÚBDITOS QUE CIUDADANOS

Parece que hemos triunfado si metemos muchos ordenadores en el aula desplazando al profesor, que es quien podría enseñar y transmitir los valores humanos. La formación así concebida no va encaminada a enseñar a vivir; se enseña a consumir y producir, no a vivir. De las aulas salen más consumidores y productores que vividores, más súbditos que ciudadanos. Esa es una de las razones de la pasividad de la gente ante las cosas que ocurren.
José Luis Sampedro