Ayer desayuné con la noticia de la muerte de Leonard Cohen, el cantante canadiense que nunca dejó de ser poeta. Recordé la cadencia hímnica de su voz, el compás envolvente y genuino, ese susurro poderoso que parece haber nacido de las entrañas mismas de la eternidad. Recordé haber leído, en una entrevista de hace semanas o días, que estaba preparado para morir. Recordé que alguna vez le tomé prestados tres versos para propiciar la debida insolencia en la cabecera de mi primer libro de versos. Recordé que antes aún, a mediados de la década del ochenta, mis manos dieron con un libro suyo por casualidad, sin saber quién era, en una leja de la biblioteca pública de mi pueblo, y que de aquel ejemplar bilingüe copié a mano fragmentos que me gustaban, unos traducidos y otros en el original inglés. Hoy he hojeado mis libretas de citas y ahí están, ahí siguen, archivados por mi caligrafía de entonces, rescoldo de una lectura de Poemas escogidos que feché en septiembre de 1987, cuando yo tenía veinte años y él muy poquitos más de los que tengo ahora.
"Temo al instante
en que tu boca
comience a llamarme cazador".
"Renuncio a la coartada universal".
"espero
que cada uno de vosotros confiese".
"Algo nos olvida de manera perfecta".
"Adiós pervertidos sexuales de Beaver Pond
que soñabais con ser masturbados
por máquinas ordeñadoras eléctricas".
"¿Por qué tengo que permanecer solo
si cuanto digo es cierto?"
"Ámame puesto que nada ocurre".
"Y él pensó que ella creía que él pensaba que ella creía que lo peor que puede hacer una mujer es apartar a un hombre de su trabajo, porque tal conducta en qué la convierte, ¿en algo feo o hermoso?"
"Aunque expusiésemos nuestro caso con toda claridad y todos los que opinan como nosotros, todos ellos, viniesen a nuestro lado, seríamos aún muy pocos".
"recé por ti
recé para que me amases
y para que no me amases".
"sabes que soy un dios
que necesita utilizar tu cuerpo".
"Solo contigo
dejo de imitarme a mí mismo".
"No confíes en él
a menos que lo ames".
sábado, 12 de noviembre de 2016
jueves, 10 de noviembre de 2016
DE LOS PAPELES DE JORGE
Un buen rato pasando
revista, otra vez, a los papeles de Jorge. Su agudeza provoca en mí un
magnetismo de alcance imprevisible, como si poco a poco esas palabras, esas
piruetas verbales y hasta la raíz misma de su pensamiento se contagiaran de una
fe que ya no tengo, que quizá tuve hace muchísimo tiempo y luego se me extravió
en algún recodo del camino. Por momentos me reconozco en él, creo haber sido yo
quien le dictó en su día cada sentencia, cada aforismo. Pero él ya no está y no
puede defenderse.
He aquí la muestra con la
que esta tarde me quedo, a modo de homenaje, a punto de cumplirse quince años
desde su pérdida:
Cuando un hombre pierde una
chancla estamos más cerca de saber de qué pie cojea.
El miedo es muy cobarde:
mucho más de lo que sugieren sus muecas y de lo que tratan de ocultar sus
silencios.
¿Es lícita la autocita, o
nace deslegitimada y en pecado original?
La belleza no tiene
desperdicio, mientras que la inteligencia se desperdicia continuamente.
Las cosas materiales no dan
ninguna libertad; al contrario, para liberarse verdaderamente hay que empezar
por desprenderse.
No entiendo nada; nado sin
entender.
No hay refrán más certero
que aquel que pregunta por la sopa y responde con dos tazas.
Para ser perfecto hay que
cometer errores; para ser imperfecto, también.
Pensamiento positivo: lo
mejor del futuro es que siempre está por cumplirse.
Quien nada en la abundancia
corre el riesgo de ahogarse en su miseria.
Si sólo aspiras a ser
alguien, será que no te inspira ser quien eres.
Si te comes el mundo, como
dices, acabarás solo y sin nadie a quien contarlo, acorralado por la
indigestión o por el vómito.
¿Soy un apolíneo con
vocación dionisíaca o un dionisíaco con vocación apolínea? ¿Soy un dionilíneo o
un apolisíaco?
Su rencor compartido fue tan
largo y tan mutuo que ya no les dio tiempo a rencorciliarse.
Todo se resume en una cosa,
pero casi nunca sabemos cuál.
Un experimento con ratones
demuestra que la mente humana nunca deja de roer en la memoria.
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