domingo, 31 de mayo de 2015

Queda constatado que si a un estadio de fútbol acuden más de noventa mil vascas, vascos, catalanas y catalanes, cada cual con su pito y con su soberana determinación de usarlo cuando le venga en gana, la pitada puede ser masiva, ensordecedora, memorable, indudablemente sonora o, como se ha escrito en diversos medios, monumental.
Se constata también que esa actitud, manifestada en el contexto de un espectáculo deportivo que requiere el pago de una entrada y que preside Su Majestad (quien ha venido a entregar Su Copa) puede herir acendradas sensibilidades patrias, por lo que las autoridades políticas alertan a las jurídicas y quién sabe si a las policiales para que busquen y encuentren a los miles de pitadores y pitadoras vascos, vascas, catalanes y catalanas que han soplado su pito justo cuando no lo tenían que soplar.
Y se impone la evidencia (ay, esta vez unánime) de que solo las dos piernas del argentino Lionel Messi fueron y son capaces de aliarse con un balón para hacer lo que él suele sobre el césped de un campo de fútbol.

viernes, 29 de mayo de 2015

La vida se desangra en vagas ideas que ni siquiera alcanzan la categoría de proyecto. Cuántos versos que se olvidaron antes de tocar el papel, cuántos poemas posibles que se extraviaron en la intuición de un instante que nos pareció extraordinario, cuántas historias que provocaron nuestro interés y se nos insinuaron como un relato genial y no pasaron de ahí, cuántos argumentos de novela imaginados de un tirón durante una travesía en tren o mirando las estrellas una noche de julio. Nunca sabremos cuántas maravillas de la literatura y del arte naufragaron en el limbo de la pereza o la renuncia.

jueves, 28 de mayo de 2015

El día se tuerce con determinación e irreverencia. Basta un presagio, una mirada esquiva, una palabra no dicha, las horas perdidas, la tarde sin café, el pinchazo de una rueda. Es poco lo que uno puede hacer. Mejor que pase, que se acabe la cifra irrepetible que lo nombra. De mañana nada sabemos.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Me toca el hombro por detrás y al volverme lo veo, al cabo de quince o veinte años. Amigo de mi padre, con quien defendió algunas causas corporativas allá en el pueblo, le perdimos la pista a raíz de su divorcio. Muchas veces nos hemos preguntado por dónde andará, qué será de él. Me sorprende su rostro casi triste en el cuerpo enjuto y vivaracho de siempre. De profesión maestro, me dice que se jubiló hace una década y que ahora vive en un piso aquí al lado -¿alquilado?-, pasada la iglesia; así que somos casi vecinos. Ha envejecido, qué duda cabe; los años no perdonan. Me pide que transmita recuerdos y yo regreso corriendo a la clase de las once y media. Se me ocurre que es el único Virgilio que conozco en persona, que nunca conocí a otro Virgilio. Sentado ahora ante el teclado, me pregunto cómo me habrá encontrado él, si también él se habrá ido pensando de mí que, en efecto, los años no perdonan a nadie.
La jornada se fue llenando de noticias paradójicas, surrealistas, dignas de una escena que ilustraría cualquier esperpento de Valle-Inclán.
De entrada, el padre de una niña asesinada hace años ofrece al único acusado del crimen, que sigue en la cárcel, una suma de dinero y una especie de sueldo vitalicio y la retirada de todas las denuncias por revelar el lugar exacto donde se encuentra el cadáver de su hija. Después, un corrupto se acerca a los micrófonos y admite con cierto desenfado que fue un corrupto, asume la pena que se le imponga y promete devolver lo que se llevó, aunque ha perdido la cuenta; pero, sobre todo, se atribuye a sí mismo una extraña patología que va más allá de la mera cleptomanía: era un yonqui del dinero. Al fin, el neoliberalismo encorajinado y psicótico se pone piel de cordero, se postula de centro-izquierda (centro-izquierda con la que hoy comparte el grueso del programa que no ha leído) y regala generosamente la alcaldía de la capital, todo en defensa de la democracia amenazada por una peligrosísima activista antisistema, exjueza de 71 años. 
Para rizar el rizo, el compañero del diálogo de sordos de ayer se empeña en traerme un librito que demuestra con datos objetivos la verdadera verdad de los atentados de Madrid, confiando en que yo lo lea.

martes, 26 de mayo de 2015

Pese a mi natural tranquilo, ayer me vi envuelto en un diálogo de sordos que derivó hacia posturas irreconciliables, defendidas con vehemencia. Creo que se empezó hablando de la subjetividad en los medios de comunicación, de la marcada ideología que esgrimen algunos que se llaman periodistas, y se acabó desvariando sobre la autoría de los atentados de Madrid, en marzo de 2004.
Lo pensé y no lo dije, pero ahora lo escribo: entre la documentación histórica y la documentación literaria hay un salto imperceptible, una tierra de nadie que acaso solo se resuelva en el seno íntimo de la inteligencia, de la cultura, del sentido común.

lunes, 25 de mayo de 2015

La chica entra al ascensor en uno de los pisos de arriba y pulsa el cero. A mitad de camino, el ingenio se detiene y se abre para que acceda un chico que vive más abajo. El saludo es tímido, huraño, fastidioso. Los dos llevan en la palma de su mano un teléfono móvil conectado con hilos a los orificios de sus orejas y no apartan la vista de sus pantallas respectivas. Concluido el descenso, cruzan el zaguán y salen a la calle. Uno toma la acera de la derecha, el otro desaparece por la izquierda. Hace apenas quince minutos, uno de los dos se ha masturbado en el cuarto de baño de su casa inspirándose en la imagen lúbrica del cuerpo del otro.

domingo, 24 de mayo de 2015

A las seis y media estaba despierto, y a las nueve y veinte ya había votado. Tenía ganas, muchas más que de costumbre. En el fondo de cada urna había cuatro sobres, cinco con el mío, con cada uno de los míos, en cada urna. Después, no sé por qué, me he dado el gusto de atravesar la ciudad por su centro neurálgico, de norte a sur, ebrio de domingo, disfrutando de que yo era casi el único conductor y que los semáforos se me iban abriendo al verde conforme pasaba. Ya en el puente de Los Peligros, la paradoja del cielo cubierto me ha sacado de mi ensoñación y me ha devuelto a la turbia realidad: estamos en Murcia, aquí es muy raro que llueva. Sería un milagro.

sábado, 23 de mayo de 2015

Llegados a este punto -estoy haciendo mi prescriptiva reflexión en víspera electoral-, no es que a mí ya no me basten las medias tintas: es que me fastidian, porque atentan contra lo más íntimo de mi dignidad como ciudadano y como persona. Ha sido tanto el desprecio, tanta la desvergüenza de palabra y de obra, tanto el abuso y la tergiversación consciente, que ahora urge comprometerse por un radicalismo humanista, para que la justicia social y los derechos fundamentales ganen el pulso a los usureros y a los corruptos y a los apoltronados, todos perfectamente satisfechos del sistema que los bendice y los indulta y los beatifica. Si la democracia está de su parte, es que no es democracia, no puede serlo. Si el único sistema posible es el que ellos pregonan, entonces llamadme antisistema, llamadme radical.

viernes, 22 de mayo de 2015

En los espejos me tolero; en las fotos, muy pocas veces; en los vídeos me avergüenzo de verme; en las grabaciones de voz siento que ni siquiera soy yo. Sin embargo, cuando me proyecto públicamente, en una reunión o en un estrado o incluso en el trato de tú a tú, me percibo y me oigo casi con cordialidad, ebrio de un humorismo cínico pero asequible, casi cómplice de mi repertorio de gestos y palabras. Creo que si yo no fuera yo tendría de mí la imagen de un pedante o de un engreído con ínfulas de intelectual. Creo que no me soportaría.
Lo he sentido hace un momento, como cada vez que cruzo el paso a nivel con barreras, sobre todo si las barreras estás bajadas y se eterniza el aviso y el sol de la mañana levanta un efecto de polvo en suspensión a uno y otro lado de las vías: la duda de si me habré quedado atrás, en peligro inminente de atropello, paralizado en un mínimo desfase entre el segundo anterior y el segundo posterior, o si algo de mí que ya no viene con mi conciencia se habrá rezagado sin remedio, tal vez una parte de mi cuerpo, tal vez mi alma o mi espíritu o tan solo la sombra que de mí se proyecta hacia el pasado. Entonces no puedo evitarlo: me doy la vuelta para cerciorarme, y solo cuando me alejo unos metros y escucho el último silbato de amenaza y el ruidoso avance de la maquinaria y de nuevo el silencio me sé completamente a salvo de la tragedia.

jueves, 21 de mayo de 2015

De repente, ganas irreprimibles de decirlo todo, de expresarlo todo. Sin estrategia, sin cálculo. Aunque solo sea una forma de justificar el instante cotidiano, una tregua para superar este tiempo sin tiempo en que cualquier empresa totalizadora se antoja imposible, quimérica. Cauce libre a la ocurrencia, al talento fragmentario, al apunte satisfecho de sí mismo, al esbozo que no quiere ser vago borrador ni proyecto demorado, sino el arco y la flecha y el impacto de su verdad inmediata.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Los días se suceden sin que pueda atrapar nada en ellos. Como un autómata de mi destino, siento apenas su materia escurridiza, me sé rehén de su repetición. Nada leído, nada escrito, nada perdurable. Ninguna huella sobre la que afirmar el paso. Justo lo que más temía.

martes, 5 de mayo de 2015

LO MÁS GRANDE

De las fiestas que se dicen populares, llama la atención la pasión y el celo que algunos lugareños ponen en resaltar ante el ancho mundo su exclusividad y su grandeza, sin duda inigualables. Lo mismo da que se trate del paseo procesional de la imagen de una virgen o un cristo, del multitudinario desfile de individuos disfrazados de moros o cristianos, de los supuestos herederos de quienes antaño ejercieron de huertanos y huertanas, de los fieles abonados a los excesos gastro-alcohólicos de cualquier feria que se precie. Si se les arrima un micrófono y una cámara proclamarán sus afectos ancestrales y justificarán los usos y costumbres -sean cuales sean, así el maltrato animal como el torpedeo de toneladas de productos de cultivo- con la más barata de las complacencias: siempre se ha hecho así y así tiene que seguir. Pero el colmo de la magnificación gratuita de los hábitos locales la alcanzan, sobre todo, aquellos cronistas que se arrogan el estatus de sabios oficiales de la cosa y prestan su exaltada voz y su dudosa locuacidad y su sapiencia antropológica a la emisora de televisión pública que narra en directo los entresijos del evento. Entonces todo afán deviene regodeo verdaderamente patético.