martes, 31 de octubre de 2017

El domingo 3 de junio de 1906, a pocas fechas de cumplir dieciocho años, Pessoa escribió en su diario: "Nada que decir". Y lo suspendió hasta el 25 de julio del siguiente, 1907, en que redactó una larga reflexión victimista con este principio: "Estoy cansado de presentarme derrotado ante mí mismo, de lamentar mi mala suerte, de llorar y de acusarme por mi mala fortuna".
¿Y bien? ¿Qué significa todo esto? ¿Cómo descifrar estas nimiedades que sublima el destino, la gloria póstuma de un hombre que no acertó a brillar en vida?

lunes, 30 de octubre de 2017

Pronto habrá sido martes y habré viajado al pueblo en mi automóvil para acompañar a mi madre a la consulta de geriatría y habré transcurrido unas horas con ellos, en la casa, y al atardecer nos habremos despedido y habré circulado de vuelta, por la misma carretera, con el ánimo confuso de los últimos tiempos. Pronto será recuerdo, y después una fuga interminable hacia el lugar de la nostalgia, y más tarde una brizna de luz extraviada en la memoria. Pronto será nada.
En el preámbulo a los diarios de Fernando Pessoa que inesperadamente merqué la semana pasada, me cruzo con unas "notas sobre lectura", sin fecha expresa, que no conocía, pero que en varios renglones siento como si las hubiera escrito yo mismo.
El autor dice haber abandonado el hábito de leer, habiéndose desentendido casi por completo de cualquier libro con ambición literaria; dice que de Shakespeare ya no puede aprender a ser sutil ni de Milton a ser íntegro; dice que en la dirección hacia la que se mueve, "erizado de angustia", ningún libro puede ayudarle, y que ha perdido interés por escritores como Wells, Chesterton o Shaw, que solo son inteligentes, porque sus ideas se parecen a las de muchas personas que no escriben; dice haber descubierto que la lectura es un sueño esclavo y que es mucho mejor que uno sueñe sus propios sueños.
Y se despacha con esta agudeza compartida: "En el pasado creo que sabía leer. Ahora me extravío mientras leo".

domingo, 29 de octubre de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
27. EL TÍO SILVELA.

sábado, 28 de octubre de 2017

Constato que cualquier determinación, si conlleva asumir algún compromiso inmediato conmigo mismo o acometer alguna tarea extraordinaria que permanecía aplazada sine díe, alivia el discurrir de mis horas y casi alcanza a ilusionarme.
Cada día debería escribir un poema, o al menos tomar una decisión imprevisible y de cierto calado doméstico.

jueves, 26 de octubre de 2017

Hacer inventario de todo lo inédito, desempolvarlo y organizarlo minuciosamente, sea ya definitivo (es un decir) o permanezca a la espera de revisión definitiva. Hoy por hoy, para mí, este modesto proyecto de recuperación de presencias y de olvidos, de restauraciones y desechos, se erige en la más ilusionante de las tareas literarias que, dadas las circunstancias, me puedo permitir hasta completar lo que queda del año.

martes, 24 de octubre de 2017

Al fin, que un Artista realice su Obra depende en buena medida de que acierte a encontrar sus particulares condiciones creativas en el espacio -espacio para la soledad y para el silencio, para habilitar en su entorno el andamiaje perfecto de la creación- y en el tiempo -tiempo expectante y exclusivo, libre de enojosos menesteres, limpio de las mil distracciones ordinarias. Y si hubiere musa, que la musa se deslice de puntillas, servicial y respetuosa, cómplice. Ante el reproche probable de egoísmo, el verdadero Artista sabrá callar sus altas razones, y seguir adelante. Jorge Martínez de Paco dixit.

domingo, 22 de octubre de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
26. ¡PERFECTO!

viernes, 20 de octubre de 2017

Hacía tiempo que no me regalaba un libro, pero lo vi sobre el expositor y no supe detener la mano, y lo abrí al azar, con ese rictus entre clandestino y satisfecho de los examinadores de libros, y los ojos se me llenaron de razones. Leí:
"21-11-1914
Hoy he tomado, de una vez por todas y de manera definitiva, la decisión de ser Yo, he asumido el reto de intentar vivir a la altura de mí mismo, despreciar la idea de la vocación, de la socialización del pueblo, del interseccionismo...; como recompensa he recibido de nuevo la plena posesión de cuál es la naturaleza de mi Genio y mi Misión. Basta de viajar por las impresiones de otros. Solo quiero verme tal y como mi temperamento innato me exige que sea, como mi Genio, tan innato como mi temperamento, espera que sea".
Una señal. Inútil repetirme que ya tengo varias ediciones del Libro del desasosiego de Bernardo Soares, que ya dispongo de la poesía completa de Álvaro de Campos, de Ricardo Reis, de Alberto Caeiro y hasta de Fernando Pessoa en español y en portugués. Pero no tenía noticia de estas sesenta páginas de los diarios iniciados el 15 de marzo de 1906, antes de los dieciocho, y abandonados el año mismo de su muerte.
Di algunas vueltas queriendo distraerme, presté atención a ciertas novedades. Imposible... Al cabo de unos minutos regresé a la misma página, cabalgué sobre la siguiente, me detuve en una frase suelta:
"¿De verdad debo mantener relaciones sociales?"
Esa simple interrogante terminó de convencerme. Lo mostré en caja y pagué.

jueves, 19 de octubre de 2017

Enemistada con la vida, sin ninguna voluntad de sobreponerse, irreconciliable hasta con su propio pasado: así es como la veo y como la siento, y también así es como la quiero.
Y no me puedo permitir que el recuerdo futuro que alentaré de ella cuando ella ya no esté se instale en este desvarío crepuscular, en este declinar indigno, en estas miserias.
Tendré que volverme otra vez niño para restaurar su verdad en mi memoria.
Ella, mi madre...

miércoles, 18 de octubre de 2017

Últimamente se habla mucho de patrias, esto es, de identidades y de banderitas, de apellidos y de fronteras. Ayer, tal vez sirviéndose de la coyuntura -o no-, una novela del vasco Fernando Aramburu titulada oportunamente Patria -que no he leído, mea culpa, pero de cuyos dones tampoco dudo- fue distinguida con un premio que se satisface con fondos públicos, lo cual, a mi juicio, le otorga un plus de merecimiento. Me acordé entonces de una chorrada -¿alguien aparte de mí se acordará de mis chorradas?- que, a la manera de aforismo antibenemérito, di a imprimir allá por el año 1990, y luego en 1993, en un ilusionadísimo debut literario que titulé Imágenes de archivo, y que transcurrió tan desapercibido como todo lo demás. Decía así:
"Es hora
              de dar
la Patria
              por la Vida".
Y puedo certificar hoy que no me desdigo ni un ápice.

martes, 17 de octubre de 2017

Pienso a veces que si el cuerpo necesita una tregua, él solito se las ingenia para encontrarla, sea en forma de una pierna rota o de una lumbalgia sin aviso ni precedente. El reposo en cama permite la lectura, aunque sea en dosis cortas que duran dos o tres páginas, porque el estatismo horizontal cansa los miembros y obliga a cambiar de lado o a entornar los ojos o a mirar el paisaje fijo tras la ventana.
Ayer -no hay mal que por bien no venga- conseguí leerme "El lugar de la literatura en la educación", de Lázaro Carreter, que llevo posponiendo años. Sorprende la clarividencia, el análisis y el diagnóstico de un descrédito al parecer irreversible, pues el discurso, con hechuras de conferencia, sirve de prólogo a un compendio muy surtido y de alto prestigio -colaboran especialistas de la talla de E. Alarcos, M. Alvar, Baquero Goyanes, J. M. Blecua, Laín Entralgo, R. Lapesa, M. Mayoral, Gregorio Salvador o Zamora Vicente- que, sobre el comentario de textos, editó Castalia en el remoto 1973.
Articulado en doce secciones, en la quinta cita un trabajo del profesor norteamericano L. Kampf donde acusa a sus colegas de haberse burocratizado, pues para ellos enseñar literatura ha dejado de ser una misión para convertirse en un oficio; en la sexta se refiere Lázaro a la irrupción de "la era técnica" y al impacto nefasto que el consumismo tiene y tendrá sobre la docencia de las humanidades; en la séptima suscribe las palabras del inglés Colin Falk sobre los efectos alienantes de una civilización tecnificada, y plantea la necesidad moral de que el profesor de humanidades defraude las esperanzas que el Estado y buena parte de los ciudadanos ponen en él: uno ha de elegir entre insertar a sus alumnos en la sociedad actual o educarlos contra ella, y, si es honesto, la única opción posible es combatir la sociedad técnica, conflicto que no se establece contra la ciencia misma como "preclara manifestación del espíritu humano", sino contra el ciego y deshumanizante puesto que se le está atribuyendo en la jerarquía de los valores.
Frente a la transmisión historicista de contenidos literarios clásicos -más aún, frente a las nuevas cosignas utilitarias que privilegian los estudios de Lengua-, el bueno de Lázaro defiende la Literatura en tanto que explicación de textos -esto es, el comentario-, sustituyendo en los alumnos la beata admiración por el ejercicio de la crítica: "La Explicación de Textos tiene que habituar a los alumnos a entender y a disentir, lo que equivale a consentir con plena responsabilidad".
Y concluye de esta guisa: "A través de la discusión de los textos, de una lucha a brazo partido con ellos, [el profesor] estará inculcando a los futuros adultos las virtudes del examen crítico, de la desconfianza ante lo evidente, del asentimiento o la disensión conscientes. Estará, sencillamente, educándolos para la democracia, para la razón como única fórmula persuasiva, para la participación indiscriminada en una cultura no alienante, la cual no puede destruirse para regresar a la prehistoria, ni dejarse de lado porque estorba para la eficacia técnica, ni ahogarse para que pueda sobrevivir el modelo antihumano del hombre consumidor. Una cultura, en suma, como dice Kampf, que satisfaga el instintivo deseo humano de verdad, bondad y belleza".
Releo y subrayo: "modelo antihumano del hombre consumidor". ¡Ahí es nada...!

lunes, 16 de octubre de 2017

Cuando me desperté de madrugada, a eso de las cinco, tras un sueño en el que incordiaba con su coche aquel primo al que enterraron hace casi veintitrés años, supe que no me podría incorporar de la cama.
He dormido a intervalos, no he avisado en el trabajo. Tengo al alcance de mi mano el dispositivo de una manta de calor, un discurso muy antiguo de Fernando Lázaro Carreter sobre el lugar de la literatura en la educación, una botella de dos litros de agua mineral, el tubo de crema antiinflamatoria Radio Salil, un ejemplar de la cuarta edición del ensayo Educar en la realidad (Catherine L'Ecuyer, 2015) y, cargándose, el ingenio de la telefonía móvil.
Levantarme para ir al servicio se me hace un mundo, pero al fin lo logro, encorvado, sujetándome a las paredes. Regreso con el mismo patetismo, eludiendo la verticalidad completa.
A falta de otro diagnóstico, temo que este aguijón que me horada ambos riñones no remitirá sin algún pinchazo.

domingo, 15 de octubre de 2017

Dos horas antes de que acudiese el coche de la policía y luego la ambulancia y finalmente la jueza que redactó el acta, la calle era la calle de cualquier ciudad sureña a mediados de agosto. En la cocina -apenas una hora antes- mantuvo una conversación de diez minutos con su esposa, y tácitamente acordaron que sería ella la que se pondría en contacto con un abogado amigo del matrimonio. Después, durante más de media hora, el hombre afeitó su barba de tres días, frotó sus miembros bajo la ducha, se aplicó crema en la cara y desodorante en las axilas, se escrutó desde la extrañeza en el espejo. Las aspas del ventilador del dormitorio lo mantuvieron sentado al borde de la cama mientras fumaba un cigarrillo y luego otro, con una toalla a la cintura. El ruido del tráfico le llegaba distorsionado, como si se anticipara a la sorpresa. Abrió la puerta del balcón, dio un par de pasos vacilantes, heridos de sol, y se asomó al vacío desde sus siete alturas. En la fachada lateral, una joven medio desnuda leía un libro y se atusaba el cabello. La esposa seguía tal vez en la cocina. Casi sin esfuerzo, tomó impulso y saltó.
Retales para hilvanar unas memorias:
25. LECTURA EN EL GAYA.

sábado, 14 de octubre de 2017

Un dietario es un diálogo escrito que el protagonista sostiene consigo mismo, incluso cuando se declara abierto a un público lector. La honestidad es su divisa, aunque a menudo confunda los márgenes entre la realidad y la ficción, entre lo soñado y lo vivido; aunque afloren los inevitables narcisismos. Y si pretende jugar otra baza, o aguarda algo más, o se atisba estrategia, entonces se convierte en otra cosa.

jueves, 12 de octubre de 2017

La repentina conjura de las obviedades, la multiplicación de los presagios antiguos, el peso del desengaño. Los días amanecen desnortados, las causas fluyen sin fe, la voluntad reniega de sí. Aquellas ensoñaciones se transformaron en quimeras; poco a poco asumen su papel subsidiario, su insignificancia y su nada. Todo esfuerzo se antoja inútil, todo objetivo se revela efímero.
Insomnio de un escritor que no escribe, de un lector que no lee.

lunes, 9 de octubre de 2017

La actualidad es insaciable. Aunque con mi mala conciencia habitual, pues sé que no me faltan cosas mejores que hacer, llevo muchas horas de la tarde y de la noche mirando las noticias de las cadenas televisivas y leyendo titulares y artículos en la pantalla de mi ordenador. Cataluña preocupa; se presiente la agonía y el desgarro, el vértigo y el precipicio, la incertidumbre, el abismo. La actualidad es acaso la más insana de las distracciones, pero también la más golosa.

domingo, 8 de octubre de 2017

Ay los eslóganes: leo por ahí que ahora debo mostrarme orgulloso de ser español.
¿Es lo mismo identidad que pertenencia? ¿Se puede apelar desde las altas esferas del Estado a la intimidad de las pasiones, se puede jugar a provocarlas y agitarlas como si estuvieran contenidas en el cifrado del ADN? ¿Quién puede creer, en este mundo de locos, que ondeando una bandera que proclama la fortaleza de su orgullo tenderá algún puente a la reconciliación y al entendimiento con quienes, quizá con similar orgullo, ondean la suya propia desde la obstinación por desgajarse y desligarse de aquella? ¿No nos damos cuenta de que las mismas banderas que unen son asimismo las que excluyen, las que levantan las barreras y los muros?
Pues claro; claro que todo está medido y bien medido, atado y bien atado. Entre el orgullo y la arrogancia discurren la vanidad y el desafío, y qué difícil es diferenciar los unos de las otras.
Retales para hilvanar unas memorias:
24. LA BANQUETA Y EL MAZO.

sábado, 7 de octubre de 2017

La mayor parte de la gente que conozco se esfuerza en rellenar esos huecos que van quedando entre sus hábitos domésticos y el imperio de sus labores profesionales. Necesitan consumir algo que sea simultáneo o que dé un paso más allá del picoteo en las redes sociales, insaciables asesinas de nuestro tiempo. La casa se les cae encima, y les basta entonces desplazarse hasta el circuito de un centro comercial, o acudir a cualquier oferta lúdica que dispense el ayuntamiento, o conformarse quizás con una retransmisión deportiva, o echar mano de algún encuentro sociofamiliar, o improvisar una escapadita de ida y vuelta... Todo ayuda a disfrazar el vacío y el desamparo y la desidia, a darles otro nombre.
Yo no. Yo soy siempre el raro que se quedaría leyendo los diarios de Kafka o las cartas de Flaubert, o repescando y hermanando la estela de mis poemas lunares, o mirando silenciosamente el techo del cuarto mientras fluye la conciencia, o persiguiendo los mil motivos que multiplica mi etcétera. Yo soy el insociable, si no el antipático, que lamenta cada minuto perdido en esas actividades externalizadas, en esos coágulos de tiempo ajeno. Y soy el que hace inventario íntimo de sus renuncias.
Esta tarde, un amiguito de Darío abre la veda de los cumples masivos. Invitada toda la clase de Infantil, con sus mamis y sus papis. No conocemos a nadie. Una aventura.

viernes, 6 de octubre de 2017

Ayer, en clase, les presenté La metamorfosis de Kafka. Con el paso de los cursos, he acabado asumiendo como cuestión personal el que mis alumnos no se marchen del instituto sin haber manejado esta novelita que tanto juego da para hablar de tantas cosas: del rechazo, del odio al diferente, del sentimiento de culpa, de la deshumanización progresiva, de la vergüenza social, de la tolerancia y la empatía, de la verdad de la ficción. Partiendo de la fórmula "¿y si de repente sucede lo inverosímil, lo increíble, lo que no puede ser?", el autor de Praga construyó una metáfora donde el personaje sale del sueño para ingresar en la pesadilla de su día a día. No contento, sirviéndome de la secuela kafkiana de Saramago, les instigué a que repararan en estos supuestos: ¿y si de pronto, por una especie de epidemia, todas las personas se van quedando ciegas?; ¿y si de la noche a la mañana nadie se muere en un país y todos los ciudadanos siguen envejeciendo y acumulando males? Entonces, al mirar desde la ventana que da a las vías y a las controvertidas labores que aislarán aún más el barrio, se me ocurrió arrojarlos a un reto que no había previsto, pero que ha de resultarles próximo: "Cuando una mañana me desperté, tras un sueño apacible, vi que durante la noche habían levantado alrededor de mi casa un muro de hormigón de cinco metros y que lo custodiaban dos docenas de policías armados". Punto y aparte. Continuadlo.

jueves, 5 de octubre de 2017

Cuando dentro de cincuenta años me pare a contemplar mi estado y a ver los pasos por do me han traído, los días que hoy vivo me parecerán ficción, los sentiré tan lejanos y ajenos e improbables que tal vez concluya que no me pertenecen, que nunca fueron míos, que los he leído en un libro cuyo protagonista es otro o que recaudan escenas de alguna película muy antigua, de esas que olvidaron hasta el título y el nombre del guionista.
El despertador está activado para las seis y media, y desde que suena hasta que salimos por la puerta transcurren sesenta minutos sonámbulos, de preparativos mecánicos y de soluciones que corrige la inercia. Abandonar a una criatura de tres años en un aula a las ocho de la mañana, regresar rápido para escuchar ese otro timbre que nos recibe en el trabajo, ejercer la docencia sobre nutridos grupos de adolescentes y sortear las complicadas exigencias bajo la excusa de inútiles informes y de otros simulacros serviles a la función pública, regresar por la criatura a las dos y estacionar en doble fila sin que te pille el guardia y emprender el camino inverso evitando que se te duerma antes de comer, y no lograr tu propósito, y sentarte a la mesa queriendo terminar pronto para que la delgada hora de la siesta no lo sea tanto, y distribuir las tareas de la tarde y alcanzar el supremo instante del baño y de la cena y desplomarte al fin sobre el sofá con la vaga idea de escribir algo que te salve, no sabes de qué ni de quién, pero que te salve, y que casi sin transición te lleve en volandas hasta la cama para que los ojos se te cierren con alguna certidumbre, sea la que sea, para refugiarte tantas horas después en el reino de las sombras, en el silencioso oasis de un descanso que con mucha suerte se quebrará justo cuando se alarme la orden exacta en el despertador del teléfono móvil, y recibir al nuevo día antes de que amanezca.
Dentro de cincuenta años sabremos que sobrevivimos a este ritmo absurdo, a este abandono frenético, a este sinsentido, y acaso entonces será más verdad la ternura escindida, la sonrisa cómplice del otro.

lunes, 2 de octubre de 2017

Ha entrado octubre bajando la cerviz, avergonzado, de puntillas, como un largo bostezo que nació en la entraña madrugadora del domingo y todavía prolonga su presagio más triste a la noche del lunes.
Pasan muchas cosas en el mundo exterior y otras muchas -indudablemente más- en el mundo interior, pero entre aquellas y estas no tejen ninguna red que se muestre halagüeña, que invite a mirar al resto del otoño con algún signo de confiado optimismo, de esperanza en el tiempo.
Ay, somos lo que sentimos. O ni eso siquiera.

domingo, 1 de octubre de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
23. KOSTA.