miércoles, 29 de mayo de 2013

NO ME INTERESA

Un escritor al que sigo se quejaba hace poco de que alguien le hubiera manifestado su desinterés por Galdós, aduciendo que si no lo había leído no podía decir que no le interesa, y deslizando de paso el descrédito que le merece esa especie de desdén (tan español, dice) que a la vez que se declara hace gala de su ignorancia.
La lista de los autores que a mí no me interesan, si se me ocurriera perder el tiempo en hacerla, es infinitamente más amplia que la lista de los autores que acaso me interesan. Los hubo que me interesaron mucho y que ahora han dejado de interesarme, por tantos y tan variados motivos que no los voy a desgranar aquí. Los hay también que no me interesaron cuando debí haberlos buscado y que hoy los visito y los hallo con una veneración sospechosa, tal vez anacrónica; pero tampoco merecerá la pena que me pare a analizar la dignidad de mis querencias antiguas ni la licitud de mi apetencia moderna. Y, en fin, los hay que nunca me interesaron y que, mucho me temo, nunca me interesarán aunque ni siquiera los haya leído, no sé muy bien por qué ni pretendo averiguarlo en esta hora, es la esencia de un albedrío intangible que se disputa entre la intuición intelectual y la empatía emocional y que coquetea con el puro azar, misterio trinitario que tampoco se resolverá aquí, no por mí.
Creo que aún me asiste el derecho soberano a sentir interés o desinterés por un autor o por una obra, los haya leído o no los haya leído, se llame Benito o se llame Benedicto, simplemente por referencias, y entiendo que nadie debiera deducir de mi actitud juicio crítico alguno, ni aprecio o desprecio literario, ni nada de nada que se insinúe más allá de la estricta voluntad.
Es una opinión que no sé si interesa, pero es la mía.

lunes, 27 de mayo de 2013

EL TRAJE NUEVO...

Cuantos más años cumplo, más espacio gana en mí la desoladora sensación de seguir siendo como el niño aquel que se reía del rey desnudo mientras las ciudad entera aplaudía el talento sublime y los falsos sastres se frotaban las manos, en la conocida historia de Andersen.
Leo que España va a exponer en su pabellón de la Bienal de Venecia, a finales de mes, una montaña de más de cuatro metros de escombros, proyecto con un coste previsto de 400.000 euros. Los entendidos, para expresar lo que esto significa, hablan impúdicamente de "proceso de deconstrucción",  del "concepto land art en el que lleva tiempo trabajando la artista" y, cómo no, de la "búsqueda de una poética del escombro", poética que, no lo dudemos, acabará por encontrar si sigue escarbando en la materia de su fe mientras quienes gobiernan el despropósito le engordan la cuenta.
No me sorprende: hace años, en la ciudad por do camino, la misma artista ya descargó y deconstruyó la misma idea en un cruce de calles, no recuerdo en nombre de qué sarao de arte contemporáneo ni cómo acertaron a justificarlo los mandarines de la excelencia que por aquí discurren, pero sí que iguales o parecidos desechos, creo que tasados entonces en unos 600.000 euros, gozaron la polémica que apetecían bajo el señuelo de idéntica provocación.
Qué ingenuo soy, lo sé, y qué ignorancia la mía; los misterios del arte son tan inexpugnables como una montaña de escombro en un pabellón español. 

viernes, 24 de mayo de 2013

LEY DE EMPRENDEDORES

Emprender es verbo que suena a comienzo, a ilusión, a lucha; pero cuando abre la puerta de la acción para echar mano del sustantivo que lo ejecute, emprendedor, entonces la palabra se tiñe de un gris inesperado y presuntuoso, adquiere un perfil que me incomoda, que pone a prueba mi soberana empatía con los vocablos del idioma y que, al fin, me irrita cordialmente, si se me permite decirlo así. No sé más, salvo que tal desafecto vive agazapado en las vísceras de mi intuición semántica y casi me avergüenza admitirlo como lo que es: un prejuicio íntimo, una generalización subjetiva, un rechazo del marcado tufillo materialista que para mí destilan este y otros términos la mar de inocentes y de necesarios para nombrar el mundo.
Cuando acabé la licenciatura me hallaba tan desorientado y humillado de incentivos, y tan definitivamente escaso de viles metales, que decidí poner anuncios en determinados lugares para ofrecerme como mecanógrafo a tiempo parcial, cobrando no recuerdo cuántas pesetas por cada folio de trabajo. Fue un completo fracaso; durante dos o tres meses me volqué en la tarea con un celo nada práctico, pues de mero transcriptor pasé pronto a la categoría de corrector adjunto y de ahí a deslizar arreglos de estilo que ni siquiera consultaba a mis patrones sucesivos, y todo por el mismo precio. No sé si llegué a ganar más de cuatro o cinco mil pesetas, lo que hoy se traduce en veinticinco o treinta euros. Esa fue mi primera y última experiencia en el mundo de los negocios; menos mal que, años después, el destino me reservó plaza en una oposición y ya no me obligué a pensar en otros emprendimientos lucrativos.

miércoles, 22 de mayo de 2013

DESDOBLE

Tomo silla en la terraza de la tarde y aguardo la inminencia del amigo. Antes, en el paseo hasta la cita, se me ocurrieron un par de ideas que ahora amenizan mi espera y que me decido a garabatear en mi libreta de mano. Volcado en ese gesto casi primitivo, presiento a la chica que atiende las mesas y le digo que vuelva más tarde porque no voy a estar solo y no me quiero anticipar. Por el tono de su piel, ha de ser sudamericana, y mientras trazo secretamente mis notas la imagino a la distancia de unos metros, detenida en la prudencia de su oficio, al acecho de nuevos clientes para ofrecerse a servirlos, controlándolo todo sin quitar un ojo de ese hombre de mediana edad que escribe en su libreta y que aún no ha pedido nada. La muchacha se mira las uñas, se acuerda de una cosa que le dijo su abuela cuando vivió con ella una temporada, en Quito, la distrae un hombre que se quita el casco y deja la moto. Hay un mendigo con la mano extendida que se eterniza ante la mesa del que escribe y que desaparece de la escena justo en el instante en que entro por un lateral de la plaza y, tras aparcar debajo de un árbol, me aproximo al amigo preguntándome qué clase de pensamientos estará recogiendo en su libreta de mano. Disculpo mi retraso, pues habíamos quedado a las cinco y ya son las cinco y cinco: los dos somos bastante puntuales. Una chica me saluda, seguro una antigua alumna, pero no recuerdo el nombre. La otra, la que atiende las mesas de la terraza, viene hacia nosotros para tomar nota de nuestras peticiones: él un café cortado; yo un agua mineral. Oye, ¡qué fastidio de alergia!

sábado, 18 de mayo de 2013

DE CUANDO FUI POETA

Subo la persiana y el cielo del nuevo día se erige perfectamente azul, recortado por el contraste lineal de tejados y terrazas y, más al fondo, por el verde que ondula el horizonte de la montaña. Luce un sol limpio en la primavera rezagada del sureste, pero conforme discurren los minutos surgen nubecillas que poco a poco buscan alianza para constituirse en figuras imposibles que avanzan sin esfuerzo sobre el lienzo celeste. Al seguirlas desde la pereza de la cama, transportado por su irremediable ingravidez, siento que mi ánimo se contagia de antiguas inquietudes y retrocede hasta tres décadas, a mediados de los ochenta, quizá espoleado por la memoria repentina de un poema de entonces que gestionaba su particular olvido, unos versos que hablan de las nubes como símbolo de los sueños no alcanzados, lejanas nubes que aquel adolescente que fui miraba desde abajo, absorto, preguntándose al fin, en el último tramo de la composición, si el adulto que llegaría a ser y que se elevaría sobre ellas iba a observarlas entonces con parecido afán. Escarbo y recito: 

Mañana aplastaré las nubes desde arriba.
¿Habrá roído el tiempo sus rosados perfiles?
¿Seré uno más llorando en el abrazo la furia
de quien llega sediento hasta el origen,
mas ya no es éste el manantial que codiciara?
¿Estarás, Amor, si alcanzo,
tan alto y necesario como ahora?

Ha pasado mucho tiempo y he escrito muchos versos; pero aquella certeza inmaculada en el instante de atrapar las emociones, aquel éxtasis de la palabra buscando su exacta correspondencia en el asombro de un mundo adverso, aquel gozo indescriptible de la inspiración que se abre camino sin ser invocada y que triunfa en la ingenuidad del pecho sin ambicionar nada más que su propia complacencia, eso se ha repetido en muy contadas ocasiones, y hoy, contemplando esas nubes cada vez más oscuras, dudo mucho que la musa me vuelva a regalar aquella plenitud, aquellos dones.

miércoles, 15 de mayo de 2013

EN LA PROVINCIA


Otro inédito de Martínez de Paco:
"La provincia -entiéndase provincia en su acepción más provinciana- es el espacio idóneo para la mutua adulación y, cómo no, también para la navaja trapera por la espalda. Merodear en la provincia y medrar de sus ubres a ratos generosas requiere de la complicidad fanfarrona y del compadreo institucional. Por eso no hay que tentar sus favores ni dejarse malherir por sus esporádicos desplantes. Qué fácil, para un escritorcillo en ciernes, suscribirse a la nómina de don Fulano o a la opuesta nómina de don Mengano, o a las dos a un tiempo, arduo equilibrista de las artes hipócritas. Qué fácil para algunos, a cambio de una cita pactada en un artículo volandero, o de una invitación a un coloquio radiofónico, o de una charla sin clientes en las enmoquetadas dependencias de una caja de ahorros. ¡Y qué difícil para otros!"