viernes, 8 de julio de 2011

SUSPENDIDO POR REFORMAS

Hace tres años y medio que inauguré esta página. Desde entonces, con más o menos regularidad, sorprendidos de su extraordinaria inmediatez y de la atención de media docena de seguidores fieles y de otros tantos ocasionales, han ido apareciendo artículos y reflexiones, notas críticas y relatos, algún poemilla, pensamientos viudos, meras ocurrencias de diario personal que ya pertenecen a su día y a su hora, a su instante y a su noche. A veces dudé de la rentabilidad de estos textos que surgían espontáneos de un diálogo con amigos, de un paseo solitario por la ciudad o de una lectura recién. Admito que a menudo padecí en primera persona el ancestral reproche de quienes se saben o se quieren escritores y temen dilapidar su talento y su energía en empresas menores, en bagatelas que nunca los sacarán de este barro donde chapotean mil brazos con ansias de celebridad y de gloria. Afortunadamente, supe sortear el derrotismo arguyendo para mí mismo que este espacio, que estos retales robados a mi alforja, me ayudaban a enderezar mi ánimo confuso y decían por mí lo que, sin el hábito providencial de este blog, tal vez nunca hubiera sabido decir, o no de ese modo.
Con el final de curso y la llegada del calor, en estos primeros días de julio me ha sorprendido una desconfianza que me neutraliza, un desapego verbal que ni siquiera podría ampararse en la pereza o en la ausencia de ideas, sino en la sensación creciente de que todo lo que escribo ya fue escrito, de que mis devaneos reflexivos han adoptado poco a poco el molde de la trivialidad, de que ante la falta de motivación que me embarga suelo naufragar como un insensato en la misma receta elegíaca que gasta un amplio y actualísimo sector de versificadores autóctonos. O acaso es que me ha vencido una fiebre tan simple como el hartazgo de incertidumbre, esto es, el empacho que se deriva de pretender lanzar a la blogosfera mi mensaje en la botella con una inmediatez periódica que paradójicamente no encuentra la respuesta ni el debate inmediatos. Ahora ya pienso en alguna salida, en las incontables alternativas posibles para no echar el cierre definitivo. Pero necesito tiempo, y me lo voy a tomar.
Disculpen las molestias. Gracias singularizadas, a cada uno y a cada una, por la complicidad y por el desacuerdo, por las opiniones vertidas, por los gestos... y, en fin, por haber estado ahí. Salud!