domingo, 28 de septiembre de 2008

LOS AÑOS BORRACHOS

A veces, al volver a hojear las páginas de un libro me invade la sospecha lenta de que el libro y sus páginas esperaban desde mucho tiempo atrás el sigilo de ese gesto mío y el calor de mis manos en sus tapas abiertas. A veces, pocas, no es sólo un libro lo que viene a habitarme, sino la certidumbre de un alma herida de belleza, acuciada de talento, dueña aún de los signos imposibles y de la verdad sin trampa que triunfa en los ojos del lector que soy. A veces, ese libro y el alma que lo habita se expanden en su cielo de presagios póstumos y, tenaces, recuperan todavía la letra intacta de un himno ya olvidado, o casi, por los héroes vencidos de aquel tiempo.
Así me pasa con Los años borrachos de José María Corbalán (1956-1979), volumen que puso al alcance de los catadores de poesía el entusiasmo cómplice de su albacea, paisano y amigo -en años y en borrachera-, el también poeta Javier Orrico. Más que de poemas o de textos, es éste sobre todo un libro de páginas: acecha en cada una la pirueta óptica en forma de escalera o árbol, de torre de palabras en aleatoria quiebra, de mayúsculas procaces, de renglones ebrios en el rodillo suelto de la antiquísima olivetti. Llama la atención la novedad lírica de los adverbios de modo -tan denostados en otros géneros-, la eterna actualidad de la "Oda a costa de los países solos en el mar", la maestría borgeana que alienta tras los relatos cortos de agosto del 74, o el erotismo tierno que impregna la serie de poemas de 1976. Empero, como estela de un proyecto, como borrador sublime de un talento expansivo que se sale de sí, Los años borrachos no es sólo el título de una antología póstuma, sino santo y seña de una generación juguetona e irreverente, contestataria e irónica, lúcida en su atrevimiento, que atesoró el extraño don de esa insolencia simpática que hoy se sabe en las antípodas del conformismo complaciente que preside el decir yermo, y a menudo clónico, de las últimas hornadas de computadores de versos; amén de una vocación maldita que fue fatalmente refrendada en el destino trunco del propio José María, quien, en horas de permiso cuartelario, fue arrollado por un autobús en una carretera periférica de Madrid.
Mas nada es en balde. Hoy este libro y su título se erigen en la memoria viva de quien supo mirar el mundo como un enorme ombligo, enfermo de futuro, invicto a su manera, y con esa arrastrada nostalgia que a nosotros, los de ahora, nos saluda desde la antorcha irrepetible de otro tiempo que también pudo ser el nuestro.

jueves, 25 de septiembre de 2008

PEDRERÍAS

Las minucias que siguen acudieron a mi encuentro en el último agosto, y halláronme siempre bajo el pino inigualable que da sombra a mis ocios frente a un mar de postal. En todas ellas se adivina, o eso creo, un dominio lúdico de vocación metalingüística, mas sospecho que su luz de entonces teme naufragar hoy en un punto intermedio entre el artificio pretencioso y el ingenio ingenuo, o sin chiste. Las releo ahora con el mismo desapego que sucede a una travesura, sin sentirme padre legítimo de su multiplicada pirueta, y trato de recordar si en efecto fui yo quien se dejó seducir por las insinuaciones vespertinas de aquella musa extraña. Aquí las pongo, alfabetizadas, para que cualquiera de ustedes, si a bien lo tiene, les saque el parecido:

ANGELO. Varón oriundo de Italia, enclítico, neutro.
ESCRUTO. Acción realizada por la primera persona de singular, a tan sólo una vocal del escroto. ¡Dios se apiade!
ESTUPOR. Desliz disléxico que pudiera degenerar en reprobables prácticas pedófilas.
FALSA MODESTIA. Locución tautológica que ayuda a entender la actitud de artistas que consagra la actualidad local y provincial y nacional; en suma, farsa que resulta molesta.
MADRIÁTICO. Especie común de madriditis mediática, muy extendida en las regiones del Imperio merced al decir tendencioso de la tribu de jaleadores deportivos. Se reproduce fácilmente, por lo que suele existir en mayoría.
MAMEN. Sabrosísimo encuentro del nombre propio contracto con el imperativo plural: mujer que luce escote, generosa.
PEDRO Y PABLO. Vicarios de la secta que fundó el profeta Gabo para obrar el sacrificio de un tal Santiago, capricho de Ángela, tortura de Bayardo.
RAUL. Hiato madriático (vid. supra) que corretea en eterna añoranza de su legítima tilde, se postule o no ante la portería rival.

domingo, 21 de septiembre de 2008

RESACA

Valga, como apostilla a lo que anoche no quise o no supe decir a propósito del tan traído y llevado asunto de la bondad o la maldad -según para quién- que al parecer arraiga en el ser verdadero del verdadero artista, esta cita que me apropié hace tiempo del clásico uruguayo José Enrique Rodó: "Quien aprendió a distinguir lo delicado de lo vulgar, lo bello de lo grotesco, está más cerca de distinguir el bien del mal". Entiendo que esta frase clarifica bastante lo que, antes que pensar, intuyo y siento. Y ello admitiendo que la singularidad del artista, en aras de su Arte, sabrá sublimar y malversar lo mejor y lo peor de sí mismo, es decir, del hombre (o de la mujer) que lo habita, lo mismo en el alma como en el cuerpo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

¿OTRA POÉTICA?

Los poetas, y sobre todo los animadores de la Poesía como suceso público, son muy dados a provocar la escritura de "poéticas", esto es: reflexiones hilvanadas sobre el cómo, el qué y el para qué de la poesía que ellos mismos perpetran. A mí, como hacedor en ciernes, me pidieron también alguna parrafada para acompañar la novedad impresa de aquellos racimos de versos primerizos que de tarde en tarde me premiaban en lejanos concursos. Y yo, claro, caí unas cuantas veces en la tentación de hacer el paripé, bien es cierto que dándole al discurso una apariencia de "contrapoética" que iba muy bien con la autoproclamada rebeldía de mi espíritu de vocación marginal (y así me ha ido).
Es evidente que nunca creí ni en lo uno (la poética) ni en lo otro (la contrapoética), pues al cabo son las dos caras de una misma moneda que no paga nuestra osadía. Confieso que nunca me sedujo la impostada pose -salvo que, por definición, toda pose es impostada- de quienes profanan su fe teorizando categóricamente sobre el misterio de su arte, dando por sentado que ese arte es suyo y que, siéndolo, contiene algún misterio. Descreo, pues, de cualquier especie de manifiesto volandero o de poética al uso, tentativas todas que en general sólo sirven para chulear maneras y para conciliar al poeta con sus medios y sus miedos, con sus dudas y certezas, balanceando su ego en la cuerda floja de la autoafirmación narcisista.
Es por eso que a menudo, para no perder el norte, me impongo dos relecturas que hacen las veces de una monumental poética, la que otros ya escribieron por mí y en la que mi antiguo afán se reconoce sin fisuras: Cartas a un joven poeta, de Rilke, y Viaje a Ítaca, de Cavafis. Éste es mi credo.

lunes, 15 de septiembre de 2008

MI POEMA MÍO FAVORITO

no sé cuándo lo escribí, ni sé cuántos años he tardado en escribirlo, ni si está terminado. Dice así:

Has surgido del barro que hoy te vence en las alas.
El azul de este cielo que rozas se anticipa a toda labor tuya:
Es la imagen del sueño que alguna vez tramaron
Las manos extendidas de una mujer y un hombre.

Los dos -el hombre y la mujer, sus manos-
Son barro aún, barro orgulloso del vuelo que inventaron
Para ti, desde abajo.
Los dos -el hombre y la mujer, sus manos-
Son el barro que hoy vuela desplegando tus alas,
Redención necesaria de su altura imposible,
O penosa victoria de esa fe inquebrantable,
De esa agónica forma que sostuvo su abrazo.

Pedro, has surgido del barro. Las alas
Que hoy te abruman con su peso suicida
Son el triunfo de entonces, la certeza de un vuelo
Por otros, para ti, soñado.

A mi poema mío favorito le puse un título que todavía tolero: Parábola del barro y la paloma.

domingo, 14 de septiembre de 2008

EL SÉPTIMO DÍA

Tender la ropa al sol es una actividad cotidiana. Un hombre tendiendo la ropa en la terraza de un edificio (no así una mujer) invita a escarbar en el misterio de su vida, en los porqués recónditos de ese manejo torpe de pinzas y prendas de colores, como si de repente toda su existencia pudiera explicarse en la simpleza inusitada de esa acción. Pero dos hombres (no así dos mujeres) que de nada se conocen y que cuelgan su ropa respectiva en la terraza común de un edificio ponen nombre a la mañana soleada del domingo.

sábado, 13 de septiembre de 2008

AHORA BIEN,

si no aciertas a convertir la literatura en una actividad cotidiana, procura que cada actividad cotidiana se singularice como tozudo nutriente de la literatura.

martes, 9 de septiembre de 2008

TRANSICIÓN

Lo peor de septiembre es que no acaba de vencer la ociosa inercia de agosto.