miércoles, 30 de mayo de 2018

No hay acto humano que no alcance, a la postre, responsabilidad universal, desde el más nimio e inofensivo al más disparatado y atroz.

lunes, 28 de mayo de 2018

Cita inesperada con una decena de textos reunidos por su autor, Emilio Lledó, bajo el rótulo Los libros y la libertad (2013). Entre tanto, mi hijo Darío colorea los animales de la sabana que me va demandando; impera en el salón de la tarde la magia sonora de un recopilatorio de Vivaldi junto a la luz explosiva que se cuela por los ventanales después de subir persianas y recoger cortinas.
En un curioso derrotero de nombres y títulos y etimologías, en el capítulo tres, Emilio Lledó nos acerca con su sensibilidad acostumbrada la figura esencial de María Zambrano, a propósito de un compendio de estudios que -sobre Séneca- ella había prologado, y que él -don Emilio- leyó en un tren que lo llevaba a Heidelberg allá por 1953; y de ahí un saltito a la noción de patria, y luego otro que va de la materna lengua a la lengua matriz, y otro más para elogiar la maltratada democracia y recordar lo que debiera ser el arte de la política, cuya esencia se concreta en una cita de Platón que hoy más que ayer reclama su necesidad y su vigencia:
"Serán ellos, los políticos, a quienes no esté permitido tocar el oro ni la plata, ni entrar bajo el techo que cubran estos metales, ni llevarlos sobre sí, ni beber en recipientes fabricados con ellos. Si así proceden, se salvarán ellos y salvarán a la ciudad. Pero si adquieren tierras, casas, dinero, se convertirán de guardianes en administradoras trapisondistas y de amigos de sus ciudadanos en odiosos déspotas. Pasarán su vida entera aborreciendo y siendo aborrecidos, conspirando y siendo objeto de conspiraciones, temiendo, en fin, mucho más a los enemigos de dentro que a los de fuera, y así correrán en derechura al abismo, tanto ellos como la ciudad" (República, III).
Cuando atrape otro rato desgranaré mis simpatías por Emilio Lledó, a quien no conozco en persona pero siento próximo en su palabra y en su entusiasmo nonagenario, muy cerca, como a uno de aquellos abuelos venerables y lúcidos.

domingo, 27 de mayo de 2018

"Una decisión es una elección entre futuros simulados mentalmente".
Me crucé con tal enunciado en un volumen divulgativo de neurociencia, ámbito que me viene interesando y seduciendo desde hace algún tiempo, y lo anoté en cualquier libreta para extraviarlo y no encontrarlo hasta ahora mismo, hasta este instante en que me apresuro a copiarlo. Y he de añadir que esa "elección entre futuros simulados mentalmente" me gusta mucho más que la entrada del Diccionario de la Real Academia, en cuya acepción primera define decisión como "determinación, resolución que se toma o se da en una cosa dudosa".
Decisiones tomamos todos los días y casi a cada instante, desde la ropa que nos viste al plato que le pedimos a un camarero, unas más conscientes y otras menos, y con diversos índices de riesgo y retahíla de consecuencias; pero solo quien haya tenido que enfrentar una decisión vital, definitiva e irreversible, de esas que polarizan y eternizan un antes y un después, sabrá estar de acuerdo conmigo.

sábado, 26 de mayo de 2018

No el déficit académico (que el verdadero talento suple sin mayor esfuerzo), ni siquiera la incultura (que puede ser virtuosa, que se traduce en dignidad simplemente cuando no es cerril): lo que cada día me aparta más de muchas gentes y costumbres es la actualísima ostentación del paletismo, el aplauso de la ignorancia embalsamada y satisfecha, el desprecio de cualquier forma de distinción o de mérito. Y ello, siendo grave en quienes no supieron o no pudieron acceder a cultura ni academia, se torna insufrible y repulsivo cuando se intercepta en esos otros que en sus juventudes frecuentaron alguna universidad que los facultó para ejercer en la función pública, desde maestros y periodistas y jueces a economistas y banqueros y registradores de la propiedad.

viernes, 25 de mayo de 2018

Hay seres cuyo único proyecto se limita a existir, a dejarse vivir, a habitar la tierra que les legaron. Y ello sin la necesidad de articular para los otros un solo pensamiento autónomo, sino apenas las noventa o cien palabras y los veinticinco sintagmas que demanda el instinto natural de comunicarse, de convivir en sociedad. Cualquiera diría que son felices aunque no lo saben, o que lo son -felices- precisamente porque no lo saben, lo cual es demasiado decir, amén de una conclusión presuntuosa y un agravio al intelecto. Puede que se sumerjan en sensaciones gratas, en perfecto equilibrio con su ser íntimo y con cuanto los rodea; pero la felicidad -y asimismo su contrario- es un concepto que mana del pensamiento, una abstracción de materia lingüística que no se sostiene en el puro sentir, sino en un estadio de complejidad más alto, edificado en esa competencia -el lenguaje- que escapa a su proyecto existencial. Luego no son felices -ni infelices- justamente porque no lo verbalizan, y en tal caso ni siquiera les concierne. Somos nosotros, aburguesados deudores de un patrón de cultura, los que nos obstinamos en colgarles la etiqueta de la felicidad o de la infelicidad; como hacemos de continuo con nosotros. 

jueves, 24 de mayo de 2018

Empecé a verlo al principio del verano, pero a la vuelta de vacaciones seguía en el mismo sitio, sentado bajo el toldo de la terraza del bar de la esquina, con un grueso volumen de prosa abierto sobre la pierna cruzada. Inmediatamente se ganó mi atención, y el interés creció cada vez que pasaba por la calle y lo avistaba en el mismo ángulo de la misma terraza, casi a cualquier hora, con idéntica pose y quién sabe si con un libro distinto.
Un día, hará dos o tres meses, bajé a conciencia y me senté a tomar un café para observarlo. Llevaba, como siempre, gorra negra de amplia bisera, gafas de cristales pastosos y montura azulona en los laterales. Su mandíbula excesiva se significaba en un tic laborioso, como si estuviera masticando alguna materia persistente sin abrir la boca, como si succionara un caramelo interminable. En el bolsillo exterior de la raída americana portaba un bolígrafo de broche metálico. En la mesa que ocupaba de medio lado había un botellín de cerveza vacío, un vaso desatendido y un paquete de tabaco Chesterfield, tipo habano. Las voces promiscuas de la terraza no lo apartaban de su objeto, no parecían distraerlo ni molestarlo lo más mínimo. Su comunión con la página era constante; no miraba alrededor, no se permitía esos instantes de tregua que a veces usan los lectores. Si aún no es septuagenario, me dije, poco le falta.
Otro día me sorprendió que compartiera espacio con otro hombre y con tres mujeres de edad similar, de setenta o más. Una de ellas leía para los otros con voz tenue, casi inaudible, mientras ellos permanecían en una quietud de escucha cómplice, con la mirada fija en un punto vacío. Se me ocurrió que formaban un extraño grupo, una especie de club de lectura compartida, y que no les importaba exhibirse en la terraza de un local cualquiera, sin ningún encanto para los encuentros de vocación cultural.
Hoy, esta tarde, de camino al supermercado, me he deslizado por la acera, he examinado a mi lector solitario desde atrás, por la espalda, y he visto las páginas abiertas del libro que apoyaba sobre su muslo cruzado. No era un novelón clásico o moderno, ni era un best-seller, ni un éxito editorial de temporada: eran versos, renglones inequívocos de versos, un libro de poemas cuyo título ignoraré para siempre.
Con las bolsas de la compra en la mano me he vuelto a preguntar quién será él, a qué habrá dedicado su vida, cuántos títulos acumulará su experiencia lectora. Me intriga su voracidad persistente, su misterioso oasis de palabras en medio del griterío colindante, la elección cotidiana de esa esquina aislada, sin gracia, sin un horizonte en el que recrear la vista, sin iguales.
Un día de estos le pido permiso para sentarme a su mesa.

lunes, 21 de mayo de 2018

Cuando te quejas
de la vida que pierdes,
lames tu queja.

viernes, 18 de mayo de 2018

No hay forma de éxito que su tributo no pague. Pero el espejismo es más arduo en el caso del artista, pues ese mismo aliento lo inclina poco a poco hacia el tobogán irreversible de su propia impostura.

jueves, 17 de mayo de 2018

Un barbero de pueblo, aficionado a la lectura, va desgranando a lo largo de sus cuarenta años de oficio, a los clientes que quieren oírlo, los distintos pormenores de la gran novela que, según dice, está escribiendo, y con la que dará el campanazo el día menos pensado y abandonará las tijeras y el peine para regalar conferencias eruditas y dedicatorias exclusivas en los salones culturales de las cajas de ahorros y en espacios acondicionados de los centros comerciales.
De repente, en el pueblo se recibe la inesperada noticia de que uno de sus vecinos, parroquiano del barbero esos casi cuarenta años, ha obtenido un premio importante por un libro que ha escrito. El libro es una novela que, según reconoce sin maldad ni sentimiento de culpa cuando lo entrevistan para una cadena privada de televisión, ha ido embastando a partir de su conversación ininterrumpida a lo largo de cuatro décadas con el peluquero del pueblo, quien, sin saberlo, le estaba dictando la historia que él jamás escribiría. El narrador protagonista es, claro, un barbero de pueblo, y el entorno de la historia, la propia barbería con sus parroquianos.
Ahora que cada cual concluya su moraleja.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Guárdate el ingenio de una frase si estorba al horizonte complejo del discurso. Así, esos árboles soberbios que ocultan la belleza colegiada del bosque.

martes, 15 de mayo de 2018

Abro al azar El oficio de vivir, los diarios de Pavese subrayados y anotados tiempo atrás, y me doy de bruces con una nota del último día de agosto del 40:
"No hay una idea más tonta que creer que se conquista una mujer ofreciéndole el espectáculo del propio ingenio. El ingenio no se corresponde en esto con la belleza por la sencilla razón de que no provoca excitación sensual; la belleza, sí.
Todo lo más, se la puede conquistar de esta manera cuando el ingenio parezca una forma de adquirir poder, riqueza, consideración -valores de los que la mujer que se dejase conquistar gozaría de manera refleja. Pero el ingenio, como estupenda máquina que se mueve desinteresadamente, deja indiferente a cualquier mujer.
Verdades que no deberías olvidar".

domingo, 13 de mayo de 2018

Preterido Marinetti:
El reventado neumático de un automóvil de carreras y la meada de un perro de la calle en el empeine de tu zapato es cuanto ahora queda de aquel vértigo impetuoso y sin duda necesario.
Bajo custodia en un museo, queda también la victoria alada de Samotracia.
Y queda, sobre todo, la provocación de una frase que data de 1909: tu frase.

sábado, 12 de mayo de 2018

Del error, nos dicen, es de lo único que el ser humano aprende.
Pero, pese a la certeza del aserto, ¿justifica eso el error, significa un velado aplauso de la equivocación como necesario estadio en que apuntalar los pasos del progreso, o es como huir en la dirección equivocada?
No, es claro que el error ni se excusa ni se justifica, porque la trampa que el lenguaje nos tiende es más sutil: en tal manera, el error se legitima.

viernes, 11 de mayo de 2018

Sensación íntima de que, en la prosa, es uno quien vence y doblega, mientras que en la poesía es uno el vencido y doblegado por la perentoria imposición del poema.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Solo en una cosa hallo más alivio que en saberme prescindible: en sentirme prescindible.

martes, 8 de mayo de 2018

Me quedo con la cita de Gombrowicz cuando Gombrowicz es citado por Sábato, por Ernesto Sábato: "Hay un arte por el que el artista es pagado y le permite ganar muchísimo muy pronto; pero hay un arte por el que el artista ha de pagar con su soledad, su salud, el exilio, la falta de reconocimiento de su obra y la ausencia de gratificaciones inmediatas".
Con su soledad y con su salud: lo releo hasta cinco veces y me paraliza como una premonición, como si Gombrowicz y Sábato, mano a mano, urdieran fatalmente una trama de caracteres postergados cuyo protagonista todavía pudiera ser alguien muy cercano a mí mismo.
Me pregunto cuántas caras tendrá el fracaso, al menos cuando el fracaso es noble, cuando se atreve a dar la cara.

lunes, 7 de mayo de 2018

La expresión "carácter fuerte" se aplica, paradójicamente, a personas que estallan con facilidad o que son proclives a perder los nervios; es decir, a personas de carácter débil.

domingo, 6 de mayo de 2018

Necesito decirme. Escribo aquí estas dos palabras y mi ánimo inicial queda en suspenso, frágil, como si de repente recobrase la antigua incertidumbre de todos los comienzos, como si me hallase con la mano puesta en la llave, y la llave en la cerrradura de una puerta que, en el último instante, no sé si debiera abrir o dejarla como está.

sábado, 5 de mayo de 2018

Hay versos que mueren casi el mismo día que su autor. Hay poetas que sobreviven unos cuantos días o meses o años a sus propios versos. Y hay versos que solo perduran cuando asumen su orfandad y niegan tres o más veces al poeta que los parió.

viernes, 4 de mayo de 2018

Cada página rota supone un triunfo íntimo y minucioso sobre la página siguiente. En literatura, ofrecer un texto definitivo es una debilidad, otra más, porque confirma que ya no seremos capaces de mejorarlo; es una manera más o menos elegante de eludir el veneno de la perfección, de admitir que se ha claudicado, y basta. Acaso el verdadero arte no sea más que ceniza, el humo que se alza sobre cuanto pudo haber sido, la silueta de un ídolo de barro que se escabulle entre las manos.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Por casualidad descubrí días atrás, en un artículo en papel de periódico, al filósofo helenista Pirrón de Elis, que según parece vivió los noventa inverosímiles años transcurridos entre el 370 y el 260 antes de Cristo. No recuerdo haber oído nunca -como no fuera de la boca de aquel profesor en alguna clase de aquel bachillerato- ni una sola referencia a este individuo que, impulsor del escepticismo, no dejó nada escrito; sin embargo, sé con certeza que mi temperamento estaba destinado a encontrarlo.

martes, 1 de mayo de 2018

De bruces a esa nada que ni sé ni adivino, hay un resto de mí que aún no consigo penetrar, un hábito del ser que se me va quedando impreso en algún registro extraño, un rescoldo definitivamente ajeno que me contempla como a una imagen de su fantasía.