jueves, 31 de marzo de 2016

COMPLETAMENTE YO

Sentado en esta silla
todo gira
como una peonza
alrededor de mí
y de mi solo instante,
desnudo espejo
de extraña plenitud,
sin antes ni después,
fugaz y eterno.

lunes, 28 de marzo de 2016

En el contexto de una entrevista publicada en prensa días atrás, el ya octogenario poeta Francisco Brines deja caer una idea que sosiega y endulza mis habituales incertidumbres: agradece a la vida el haberle dado una vocación, que es, según él, lo máximo a lo que puede aspirar una persona. No habla de un oficio ni de un talento ni de un apacible prestigio en el arte que practica, sino de una vocación, esto es, de una voluntad que trasciende lo mundano, de un afán y de una fe que se muestran irreductibles al triunfo y a la fama, pero a cuyo alrededor gira todo lo que se es de manera irremediable, tozuda. Una inclinación capaz por sí sola de inquietar y optimizar y acaso justificar las vidas sucesivas que consumen la existencia de una mujer o un hombre. No cualquiera puede compartir esa plenitud, esa dicha, ese sentido.

sábado, 26 de marzo de 2016

Casi apiadándose de mis quejas, me observó con suficiencia y dijo:
-Nos hemos equivocado tanto que necesitaríamos dos vidas más: una para recrearnos uno a uno en todos los errores cometidos; y otra para, uno a uno, poder rememorarlos, reescribirlos y olvidarlos.
Era el Destino. Intenté agarrarlo y se deshizo en humo. En el mismo instante desperté.

martes, 22 de marzo de 2016

Mirar la lluvia acodado en el alféizar de la ventana y sentir el crepitar del fuego en la lumbre de la vieja chimenea son placeres anacrónicos que siempre remiten a una vida anterior, a la memoria de un tiempo lento y paciente en que el fuego y la lluvia eran parte esencial de nuestra inocencia. Por eso, ahora, al contemplarlos de nuevo, sabemos que algo irremediable se nos escapa: su cualidad de presente, la fascinación primigenia del misterio. 

sábado, 19 de marzo de 2016



Aunque el olvido fije
su plazo inexorable
y el destino corrija
nuestra vana soberbia,
sé que en algún lugar
persiste lo vivido.

jueves, 17 de marzo de 2016

Estaba depositando dos bolsas de basura en el contenedor municipal, anoche, cuando un resorte de la memoria me sacudió por dentro, con esa exactitud exasperante de los signos impresos: "Entre renovarse y morir, ¿por qué no morir?", pensé o murmuré.
Veinticinco años después, la misma autocita de ecos insolentes, el mismo regodeo de filiación ciorana; salvo que hoy, en esta hora de mi vida, ya no suena a mera irreverencia bendecida bajo el palio de la fe literaria: hoy se sustancia lo que en aquel entonces no era más que burdo anacronismo o ejercicio lúdico.