martes, 27 de diciembre de 2016

VOY TERMINANDO

Hace nueve años, en días como estos, se me ocurrió abrir una página pública en Internet, de acceso inmediato a cualquier lector, e ir depositando en ella mis cuitas y quimeras, algunas memorias y demasiados olvidos, artículos que no alcanzaban a la prensa de papel, vagos ejercicios de autoafirmación, ciertos versos de vocación transitoria, aparte de esas pequeñas o grandes ocurrencias que puntean el discurso cotidiano y que comúnmente se desintegran en el limbo de lo que pudo o podría, aún, llegar a ser.
Hoy ya no soy aquel; tampoco mis circunstancias lo son. La propia vida y sus azares incontables se han ocupado de traerme y de llevarme por caminos que nunca sospeché, casi en volandas, unas veces a mi pesar y otras con la golosa obstinación del capricho o del deseo. De manera que esta ventana abierta y los textos que en ella se han ido quedando recaudan el itinerario más certero, el caudal de saltos, recodos, lagunas, remansos e inercias que anudaron esos años míos que van del cuarenta y uno al cuarenta y nueve, casi al cincuenta.
Aquí acaba un ciclo y tal vez empieza otro que no quiere parecérsele, que casi reniega de él con la insolencia del vástago, que se sabe o se presume de otra estirpe, que sueña no obstante con alguna ráfaga de luz entre la niebla de los días venideros.
Que así sea.    

lunes, 12 de diciembre de 2016

MALDITOS POPULISMOS

Las civilizadísimas naciones del mundo establecido se están llenando de populismos, esto es, de líderes políticos o de visionarios sin licencia que saben contarle al pueblo llano la película que el pueblo llano quiere o necesita oír.
Es una obviedad que a menudo lamentan los que llegaron primero a los democráticos escaños y a las aterciopeladas poltronas del poder, y también, de rebote, a los consejos de administración de las empresas que cotizan en bolsa. Hacen aspavientos y se rasgan las vestiduras y ponen el grito en las celestes alturas, porque, al parecer, aunque los populistas cobran la apariencia de partidos con estatuto interno y se someten a la sentencia de las urnas, no hay que confundir a los votantes: en realidad se trata de unos radicales movidos por el oscuro propósito de dinamitar el sistema y de tirar por la borda los importantes logros alcanzados, así como el estado del bienestar e incluso el bienestar del estado. Los populistas, en fin, son una amenaza sin precedentes para el espíritu de consenso y moderación del que brotó cuanto tenemos y gozamos, y un avispero de separatistas que pone en peligro la unidad del gran país que somos, una noble conclusión que nadie osará tachar de populista.
Como no me fío de mis intuiciones -en toda intuición puede anidar un prejuicio-, consulto el Diccionario del Español Actual (1999) y me doy de bruces con la escueta definición de populismo: “tendencia a prestar especial atención al pueblo y a cuanto se refiere a él”. No conforme, me voy al de la Real Academia Española en su versión de 2001, que ni siquiera recoge el término populismo, pero sí populista: “perteneciente o relativo al pueblo”. ¿Solo eso? ¡Cuán lacónicos y desabridos son los lexicógrafos y lingüistas...!
Sin embargo, oyendo a los casposos tertulianos de la TVE en versión 24 Horas, a los estreñidos portavoces de las diversas fuerzas del Congreso y a los politólogos de quita y pon que colonizan las emisoras de radio, sí es populismo afirmar, por ejemplo, que la Constitución del 78 no se cumple igual para todos los ciudadanos y que no sería ningún pecado modificar lo que debiera modificarse; o decir que los gobiernos sucesivos no respetan los acuerdos internacionales sobre la inmigración de personas; o recordar que el trabajo digno y la vivienda digna y las ayudas a la dependencia son exigencias recogidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no articulillos marginales de la Carta Magna o caprichitos de un sistema determinado.
En cambio, para esos mismos sabios que vocean su sapiencia y se congratulan de serlo, no es populismo prometer generosas bajadas de impuestos en campaña electoral (y luego hacer lo contrario); ni es populismo abusar en su discurso mitinero de palabras como España y los españoles y las españolas, atizando así el glorificado sentimiento de la pertenencia más exclusiva y excluyente; ni es populismo despreciar a los millones de ciudadanos que se dejan llevar por su democrático descontento y acuden un domingo, ingenuos, a un colegio de barrio para dejar caer en el montón su papeleta populista.
Hoy día, el mayor de los populismos consiste precisamente en desautorizarlos.

lunes, 5 de diciembre de 2016

JUAN MARÍA MUÑOZ

Gano el pasillo con mi brazada de libros y papeles y de repente lo adivino ahí, aún más disminuido por la edad, de espaldas en el despacho de la secretaria, solicitando tal vez algún documento que le piden en otra parte para solventar cualquier asunto administrativo. No puedo verle el rostro, pero por esa premura de las intuiciones que reinan en el subconsciente no me cabe duda de que es él.
Fuimos colegas en este mismo instituto hace más de tres lustros, diría que casi amigos. Luego perdimos contacto: a mí me mandaron a otros destinos y cuando regresé él ya no estaba; al parecer le habían concedido la baja indefinida o se había prejubilado o qué sé yo. Nadie me supo informar a ciencia cierta, quizá porque siempre fue muy celoso de su privacidad y no quiso dejar ninguna pista sobre su paradero y circunstancias. Lo que sé es que no volvería a pisar este centro.
Paradójico sibarita de izquierdas, Juan María fue quien me contagió el benévolo virus Saramago, una lectura para mí imprescindible que completé con creciente entusiasmo en las postrimerías del siglo pasado, un enorme fabulador del que, desde entonces y hasta su muerte, aguardé fiel cada nueva entrega. Un día, el colega me comentó que se había matriculado en un curso que duraba tres jornadas de junio, me suena que en Cádiz, curso al que acudiría en persona el mismísimo Nobel de las letras portuguesas. A su regreso, tomándonos sendos cafés, me confesó en voz baja que en realidad no hubo tal curso, que se suspendió por enfermedad repentina del protagonista, pero que él, aunque había sido informado con tiempo de sobra, no le dijo nada a nadie y no canceló el billete ni la reserva de hotel, y allá que se fue. Así que volvió contándole a todo el mundo un viaje inventado; incluso se permitía la licencia de un supuesto encuentro casual y una lúcida conversación de barra con don José, y todos lo creían: maravillosa anécdota que a mí me inspiró uno de los relatos más agradecidos de cuantos participan en el volumen La sonrisa del ahorcado.
La antigua delgadez de Juan María viene a mi encuentro y nos damos un largo abrazo en medio del pasillo, henchidos de esa virtualidad emotiva, tangible, que a veces saben cobrarse nuestros sueños.

sábado, 12 de noviembre de 2016

ALGO NOS OLVIDA DE MANERA PERFECTA

Ayer desayuné con la noticia de la muerte de Leonard Cohen, el cantante canadiense que nunca dejó de ser poeta. Recordé la cadencia hímnica de su voz, el compás envolvente y genuino, ese susurro poderoso que parece haber nacido de las entrañas mismas de la eternidad. Recordé haber leído, en una entrevista de hace semanas o días, que estaba preparado para morir. Recordé que alguna vez le tomé prestados tres versos para propiciar la debida insolencia en la cabecera de mi primer libro de versos. Recordé que antes aún, a mediados de la década del ochenta, mis manos dieron con un libro suyo por casualidad, sin saber quién era, en una leja de la biblioteca pública de mi pueblo, y que de aquel ejemplar bilingüe copié a mano fragmentos que me gustaban, unos traducidos y otros en el original inglés. Hoy he hojeado mis libretas de citas y ahí están, ahí siguen, archivados por mi caligrafía de entonces, rescoldo de una lectura de Poemas escogidos que feché en septiembre de 1987, cuando yo tenía veinte años y él muy poquitos más de los que tengo ahora.
"Temo al instante
en que tu boca
comience a llamarme cazador".
"Renuncio a la coartada universal".
"espero
que cada uno de vosotros confiese".
"Algo nos olvida de manera perfecta".
"Adiós pervertidos sexuales de Beaver Pond
que soñabais con ser masturbados
por máquinas ordeñadoras eléctricas".
"¿Por qué tengo que permanecer solo
si cuanto digo es cierto?"
"Ámame puesto que nada ocurre".
"Y él pensó que ella creía que él pensaba que ella creía que lo peor que puede hacer una mujer es apartar a un hombre de su trabajo, porque tal conducta en qué la convierte, ¿en algo feo o hermoso?"
"Aunque expusiésemos nuestro caso con toda claridad y todos los que opinan como nosotros, todos ellos, viniesen a nuestro lado, seríamos aún muy pocos".
"recé por ti
recé para que me amases
y para que no me amases".
"sabes que soy un dios
que necesita utilizar tu cuerpo".
"Solo contigo
dejo de imitarme a mí mismo".
"No confíes en él
a menos que lo ames".

jueves, 10 de noviembre de 2016

DE LOS PAPELES DE JORGE


Un buen rato pasando revista, otra vez, a los papeles de Jorge. Su agudeza provoca en mí un magnetismo de alcance imprevisible, como si poco a poco esas palabras, esas piruetas verbales y hasta la raíz misma de su pensamiento se contagiaran de una fe que ya no tengo, que quizá tuve hace muchísimo tiempo y luego se me extravió en algún recodo del camino. Por momentos me reconozco en él, creo haber sido yo quien le dictó en su día cada sentencia, cada aforismo. Pero él ya no está y no puede defenderse.
He aquí la muestra con la que esta tarde me quedo, a modo de homenaje, a punto de cumplirse quince años desde su pérdida:

Cuando un hombre pierde una chancla estamos más cerca de saber de qué pie cojea.

El miedo es muy cobarde: mucho más de lo que sugieren sus muecas y de lo que tratan de ocultar sus silencios.

¿Es lícita la autocita, o nace deslegitimada y en pecado original?

La belleza no tiene desperdicio, mientras que la inteligencia se desperdicia continuamente.

Las cosas materiales no dan ninguna libertad; al contrario, para liberarse verdaderamente hay que empezar por desprenderse.

No entiendo nada; nado sin entender.

No hay refrán más certero que aquel que pregunta por la sopa y responde con dos tazas.

Para ser perfecto hay que cometer errores; para ser imperfecto, también.

Pensamiento positivo: lo mejor del futuro es que siempre está por cumplirse.

Quien nada en la abundancia corre el riesgo de ahogarse en su miseria.

Si sólo aspiras a ser alguien, será que no te inspira ser quien eres.

Si te comes el mundo, como dices, acabarás solo y sin nadie a quien contarlo, acorralado por la indigestión o por el vómito.

¿Soy un apolíneo con vocación dionisíaca o un dionisíaco con vocación apolínea? ¿Soy un dionilíneo o un apolisíaco?

Su rencor compartido fue tan largo y tan mutuo que ya no les dio tiempo a rencorciliarse.

Todo se resume en una cosa, pero casi nunca sabemos cuál.

Un experimento con ratones demuestra que la mente humana nunca deja de roer en la memoria.

lunes, 24 de octubre de 2016

LA SEÑORA DE TRUMP

El candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos de América tiene nombre de pato, apellido de showman televisivo, varios miles de millones de dólares que lo avalan y un discurso que apesta en varias direcciones. El individuo es lo que solemos nombrar como un magnate de los negocios, dueño de medio Manhattan y arrendatario del otro medio; tal espíritu emprendedor lo heredó sin duda de su padre, a quien desde muy joven acompañaba a cobrar deudas, mientras que de la escocesa madre habrá sacado probablemente la simpleza bonachona del gesto y su cejirrojo certificado de origen. 
Un día, el candidato republicano prometió que si llegaba a la Casa Blanca construiría un muro a lo largo de la frontera con Méjico –un muro con cargo a los presupuestos del gobierno de Méjico– para que los latinos pobres del sur dejaran de colarse en el gran país de las oportunidades y de causarle infinitas molestias. Otro día se le ocurrió que también cerraría el paso a los musulmanes de todos los países del orbe, pero no supo aclarar qué haría con los musulmanes que ya viven en Estados Unidos porque en Estados Unidos nacieron y poseen la nacionalidad. Más tarde se enredó en polémicos comentarios sobre mujeres que lo tildan de grosero y mujeriego y machista, y le sacaron algunos trapos sucios, y alguien tuvo que salir en su defensa. El tipo, por lo demás, carece del menor misterio, y cuando coge un micrófono se evidencia como un patán sin escrúpulos al que millones de norteamericanos y norteamericanas estarán dispuestos a beatificar en las urnas. 
Para misterios, la señora de Trump.

jueves, 20 de octubre de 2016

EL PP ES UN FRAUDE

Estoy harto de repetirlo cada año por estos días, y no por vil despecho o por esa envidia morbosilla que nos corroe las vísceras a los mediocres, sino por la simple observación de las cosas y el análisis objetivo de los hechos.
El PP es un fraude y una confabulación al más alto nivel, una farsa institucionalizada que se podría denunciar en un juzgado y que admitiría a trámite cualquier juez comprometido con las causas perdidas. Sería, sí, una magnífica oportunidad para que las beneficiadas y los beneficiarios, y los beneficiados y las beneficiarias, se dieran el gustazo de tirar un poco de esa manta pretendidamente literaria y dijeran en público lo que no saben callarse en privado.
Pero nada de eso ocurre. Cada año por estos días se alimenta la duda y se propaga la expectación, y en los corrillos de simpatizantes se filtran nombres, hasta que todo desemboca en éxtasis mediático durante la cena de gala en los salones de un lujoso hotel de Barcelona. A la redondez de sus mesas y manteles acuden varios cientos de invitados, entre ellos Sus Majestades, quienes con su solo estar presiden y bendicen la causa, y tal vez se convierten en colaboradores necesarios, en cómplices pasivos de la gran mentira del PP.
Porque, frente a lo que algunos dicen, el PP no es un concurso al que medio millar de incautos (según las últimas estadísticas) envía sus novelas y espera mordiéndose las uñas la decisión de los miembros y las miembras del jurado, sino un premio negociado en las caprichosas entrañas de la mercaduría editorial.
No cuestiono la calidad de obras ni el talento de autores que ni he leído ni creo que vaya a leer; lo que me indigna es el proceder engañoso y la flagrante impunidad que, cada año por estos días, se percibe en la imagen televisiva de la revelación y entrega del PP.
Un PP al que, dicho sea de paso, el último fallo le ha salido Redondo.

lunes, 17 de octubre de 2016

DIOS DEBERÍA DIMITIR

Lo pensaba hace unos días, cuando se desató el rigor de la naturaleza más implacable en el que dicen que es el país más pobre del mundo, Haití, triste ranking que por desgracia se disputa con unos cuantos más en su propio continente y en algún otro.
Y lo pensé también anoche, confortablemente echado en el sofá del salón de casa, mientras mi hijo pequeño dormía su primer sueño y a mi mujer le resbalaban las lágrimas y ambos mirábamos la pantalla de nuestro televisor de muchas pulgadas y las imágenes de la inmigración en su versión más descarnada, decenas y cientos y miles de personas asustadas y anónimas, desprendidas de todo, hacinadas en una lancha neumática, grabadas en medio del mar por el equipo del programa Salvados, de La Sexta. “Esto está muy lejos para todo el mundo”, afirmó un voluntario. “Ese podía haber sido yo”, dijo otro. Y una mujer de piel morena, sentada en la cubierta del barco amigo, abrazada a su bebé: “¿Mi historia? Es demasiado larga. Larguísima…”.
Qué digo dimitir: Dios debería pedir perdón por su impericia de siglos y por los desmanes de sus santos palmeros y por tantos sacrificados en su nombre y por el cúmulo de distracciones manifiestas y hasta por esa D mayúscula que atenta contra la ética ortográfica.

viernes, 14 de octubre de 2016

DYLAN NOBEL

Como sé que me vais a preguntar, voy a escribirlo para forjarme una opinión.
De todos los aspirantes que se barajaban este año para el premio Nobel de Literatura, debo decir que solo conozco extensamente la obra de Milan Kundera. De los demás, he leído algún título de Philip Roth y de Haruki Murakami y de Ismaíl Kadaré. Me regocijó ver en el listado (entre los españoles) al controvertido Juan Goytisolo, me llamó la atención encontrar a Juan Marsé, me pareció excesivo que se incluyera a Javier Marías y francamente desproporcionado que se admitiera a Enrique Vila-Matas. Del resto, había nombres ilustres que no he tenido el gusto o el disgusto de leer, otros que apenas les sonaban a mis oídos ignorantes y otros que ni siquiera eso.
Pero se lo han otorgado al cantautor estadounidense Bob Dylan, un icono amable para muchas generaciones de hombres y mujeres. Supongo (lo cual es mucho suponer) que si John Lennon estuviera vivo hubiera tenido en él a un serio competidor. Al margen de las absurdas valoraciones de méritos por comparación con otros escritores, creo que Bob Dylan es tan poeta en las letras de sus canciones como pueda serlo en las suyas, por ejemplo, Leonard Cohen; o nuestro Joaquín Sabina, por qué no, salvo que el crédito histórico y la relevancia popular de este no pueden en modo alguno igualarse a los de aquellos dos, y por eso nadie ha postulado todavía a Joaquinito para el Nobel ni para el Cervantes ni (que yo sepa) para el Princesa de Asturias de las Letras.
Los caprichos de la Academia Sueca y de sus miembros no son inescrutables, no, pero sí respetables. Está claro que Bob Dylan no necesitaba el Nobel de Literatura de 2016, lo que me induce a pensar que acaso el Nobel de Literatura de 2016 sí necesitaba a Bob Dylan.
Eso creo.

viernes, 30 de septiembre de 2016

La burocracia gasta su propia jerga, un derroche de expresiones y modos administrativos que siguen llamando mi atención, sea por el nivel de sugerencias que propagan o por la carga poética que atesoran si se extraen de su contexto.
En mi caso, como profesor, deambulé ocho años en la situación de "expectativa de destino" (¿no suena maravilloso?), y ahora llevo algunos más con "destino definitivo" (esto parece más serio, ¿no?), lo cual es solo un formulismo, porque ya han sido tres mis destinos definitivos y no podría decir que no vaya a disfrutar de alguno más; conozco, también, a unoa cuantos "desplazados de su destino" (genial pirueta de los azares y las casualidades de la vida), lo cual no deja de ser una suprema ironía del mismo.
Muchos de estos modos y expresiones, en tiempos, estuve tentado de apropiármelos como títulos de algún poema o de algún volumen de poemas: Parte de ausencias fue acaso el más cercano, pero también Orden del día, Horario lectivo, Baja indefinida, Expone y solicita, Silencio administrativo... Y un largamente prometido Manual de ignorancias que voy puliendo a ratos, con paulatina desgana, y que quizá se despache en mi anhelado y secreto año sabático.

martes, 27 de septiembre de 2016

La última novela que he leído es en realidad una relectura: L'amore coniugale (1949) de Alberto Moravia, un relato de poco más del centenar de páginas en el que caben sutilmente los rigores psicológicos de un matrimonio burgués, sin hijos, la evocación del devaneo adúltero de la esposa con el barbero del pueblo y la aventura literaria del marido que, ejercitado en la crítica, quiere ser novelista. Mientras pasaba las hojas me sorprendía la novedad de una trama cuyos pormenores no recordaba bien, o que intuía en el seno de ese déjà vu que se solapa a las relecturas. La primera vez la leí sin detenerme, en la meseta treintañera de cualquier domingo ocioso; ahora, en cambio, he necesitado el cuentagotas de momentos sucesivos y de distintos espacios para aprehender mejor -creo- su pirueta metafictiva, el doloso conflicto entre el escritor y el hombre, esto es, entre el arte y la vida. Ah, y un recado para no olvidar, para no ceder a la autocomplacencia: esos siete puntos y la conclusión que el protagonista-narrador vierte al comienzo del capítulo XIV, a modo de crítica feroz de la novela homónima (así se titula, El amor conyugal), fallida, aún inédita, que él mismo se ha empeñado en perpetrar.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Muchas cosas por escribir, innumerables avisos camuflados en la agenda o garabateados con premura en trozos de papel perdidos, excrementos de una vocación que exigía cierta disciplina y que sin embargo no obviaba su naturaleza discontinua, fragmentaria. Ya no es solo la falta de tiempo, esa queja perpetua que carcome mis días, sino la conciencia clara de una fe desubicada y dispersa, sin pulso, decadente, incapaz de centrar las menguadas energías o de convocar el clima exacto para el pensamiento y las palabras, el espacio soberano de la escritura. Semanas y meses de contemplación estéril, de reflexiones sin presencia, de contrariedades inútiles, de vagos propósitos de enmienda. Hasta llegar aquí, a este punto que no sabe si es final o será aparte.

lunes, 5 de septiembre de 2016

HAYKU DE MI GOZO

Helena pinta.
Federico bromea.
Duerme Darío.

miércoles, 24 de agosto de 2016

El aire mece,
cual lirios de la siesta,
mis pensamientos.

martes, 23 de agosto de 2016

El sol que vemos
ni sale ni se pone;
somos nosotros.

viernes, 19 de agosto de 2016

Todo tan lejos
-voces, rostros, futuros-
de quienes somos.
Miro los astros.
Es hermosa la vida,
su llanto limpio.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Otro de Luna:
su belleza redonda
rifa promesas.
Oro encendido
en la noche de agosto:
luz de mi verso.

martes, 16 de agosto de 2016

Es al regreso
cuando el viaje corrige
sus objetivos.

sábado, 13 de agosto de 2016

Polvo de estrellas:
el cielo se festeja
lúcidamente.

jueves, 11 de agosto de 2016

Menos que hormigas
fuimos bajo la suela
de un dios cualquiera.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Sol, mar y viento
aliñan la ensalada
de mis antojos.

martes, 9 de agosto de 2016

Cuántos milenios
la manzana prohibida
aguardó a Eva.

lunes, 8 de agosto de 2016

El alpinista,
cuando alcanza la cima,
piensa en la vuelta.

domingo, 7 de agosto de 2016

Estando solo
soy menos solitario
que entre el gentío.

viernes, 5 de agosto de 2016

Este horizonte
es más todo y más nada
que cualquier hayku.
El mar susurra
borrón y cuenta nueva
cada mañana.
Cuando estoy solo
procuro estar conmigo.
Y no me aburro.

miércoles, 27 de julio de 2016

ESCENARIOS

El lunes me tomé un café donde tomaban café, allá por el cambio de milenio, los personajes de uno de mis cuentos (Mejor así). Fue inevitable rememorar el paisaje tórrido de aquellos finales de julio en que todavía no alquilábamos apartamento en la playa. El parque sigue igual, con la gran fuente circular en medio y el juego de chorros de agua que, cuando los operarios lo activen, se surtirá y resbalará por las tres copas de distinta altura que le dan nombre.
El recuerdo me llevó a pensar que casi todas mis historias tienen un escenario que no sé eludir si las releo, un espacio donde brotó la chispa de la inspiración o donde la ficción se confunde con la realidad. No concibo La obra maestra sin aquel cuarto de estudiante de la calle Alfaro en que una noche de aquel febrero febril escribí a mano su primera versión. No sé imaginar Cartas al director sin el itinerario exacto de idas y venidas por la Murcia de hace veinticinco años. Destellos de poniente es una carretera y el punto preciso en que, a cierta hora de la tarde, el sol se pone entre la línea de la sierra y la visera del coche. El ventrílocuo es una sucursal bancaria que ya no existe y una panadería con una chica que tampoco y un carrito con Helena y una plaza con el dibujo de una estrella y un balcón al que hace tiempo no me asomo. La cita de tu vida es la cristalera en esquina y luego el interior de una librería muy céntrica. En El estratega habitan las inmediaciones de los cines Centrofama y algunos gestos y rostros de un pasado ya casi remoto. Porque hoy era jueves es un garaje de vecinos y el camino que lleva al instituto donde trabajaba, pasando el puente sobre el río, y es el ventanuco de un aula del primer piso que quedaba a la derecha según se sube. En Esa hora imprecisa está la antigua zona de las tascas y está la desidia del domingo y está la cafetería seudocavernaria donde poco tiempo después garabateé muchos de los versos vespertinos de Libro Ciudad...
Podría seguir diciendo, escarbando imágenes, rumiando la temperatura emocional de tantas páginas que se fueron quedando en el recodo de una vocación literaria. Pero ya basta. Mejor así.

lunes, 25 de julio de 2016

ELLOS Y YO

¿Cuándo empieza el declive, el deterioro definitivo, la decadencia irreversible? ¿Qué señal registra el inicio inequívoco de la decrepitud de un ser humano? Me lo vengo preguntando desde hace días, mientras se insinúa la presencia física de esos paisanos míos a los que veo de año en año o a los que hace lustros que no veo, pero a los que mi recuerdo restituye con asombrosa fidelidad anacrónica, tal como eran en aquel entonces, anclados en el esplendor lejano de sus vidas. ¿Y cómo percibirán ellos, hoy, al joven desarraigado que fui, al que regresa al pueblo de tarde en tarde y tanto le cuesta saludar a un vecino, al que pone cara de no saber ya ubicarse en este espacio donde se edificaron sus sueños de niño y sus pudores de adolescente, en este universo detenido y lacustre donde parece que todo es siempre lo mismo?

sábado, 4 de junio de 2016

Poder leer (y escribir) lo que a uno le dé la gana, cuando a uno le dé la gana, en un aquí te pillo aquí te mato radical y soberano, sin trámites ni treguas ni demoras. Acaso sea esta mi modesta idea de lo que con tanta pompa se denomina libertad.

jueves, 19 de mayo de 2016

La vanidad tiene los pies cortísimos. En la bitácora-blog de un poeta -uno de tantos- se informa de una muy reciente y multitudinaria antología, y, sin transición, el informante presume de haber quedado a salvo de su inclusión en ella, una vez más. Pero el que lo diga ahí, de ese modo, jactándose, deja un rastro agrio y la triste sospecha de que hubiera preferido otro desenlace.
Se me ocurre que yo, que escribo poesía y he publicado libros de poemas, debo ser un poeta insólito, marginal, porque apenas se me ha invitado a alguno de estos recopilatorios generacionales, como no sea bajo la peregrina excusa de la amistad o para engrosar la suma de nombres locales que, sin más criterio, nutran el índice.
Recuerdo que hace años me convertí en antólogo de circunstancias, para el consumo interno de mis alumnos. Trabajé una selección de siete poetas y luego otra selección de ocho narradores, todos afincados en esta tierra nuestra. Antes de sacarlos de la imprenta con ayuda institucional ya me había arrepentido de la mitad de los inéditos -y, por ende, de los autores-, de su escaso mérito, de la imprescindible cuota femenina y -con perdón- de la madre que los parió. Los ejemplares se distribuyeron sin hacer mucho ruido, los autores acudieron sucesivamente a conversar con la clase y los muchachos redactaron crónicas a propósito, con nota.
Ahora vengo a concluir que no me gustan las antologías, sus caprichos. Ni siquiera creo en la universalmente admitida criba del tiempo. Al fin me puede la evidencia de que soy y somos un proyecto de olvido que terminará consumándose y consumiéndonos a todos, antologados o no.

viernes, 13 de mayo de 2016

A propósito de tiendas, vuelvo a constatar una observación antigua. Se da, con preferencia, en los comercios más populares y en las sucursales de marcas internacionales de ropa; pero también, de otro modo más sutil y acaso más repugnante, en las boutiques exclusivas. Hay un amplio porcentaje de mujeres que suele acceder al lugar como si lo tomara por la fuerza, campando a sus anchas, posesionándose ante las perchas y los expositores, mirando y arrancando y desdeñando y abandonando tal vez al descuido, en el suelo, cualquier tela que se desprende. Ya habrá dependienta o dependiente que se agache a recogerla, que para eso están. Así una prenda tras otra, con afán compulsivo, inmoderado, visceral, satisfecho de su parafernalia consumista. Si hay hombre que la acompañe, la demostración de dominio se torna más ostensible aún, en un alarde de gestos y muecas y movimientos que minimiza y casi ningunea al varón. Es ella la que coge la delantera, la que señala aquí y allá, la que dirige el tráfico hacia los probadores, la que esgrime la tarjeta de crédito para pagar. Mientras, él se inhibe dos o tres pasos más atrás, a remolque siempre, desplazado, asintiendo o negando sin convicción, un poco fuera de juego; o bien rehusó participar en la aventura y se quedó en la puerta mirando el reloj o manejando el teléfono móvil, impacientemente, a la espera de su heroína circunstancial.

miércoles, 4 de mayo de 2016

El viernes fue un día paradójico, extraño. Por la mañana terminé de pulir un poema y luego despaché asuntos de trabajo (un par de clases, una entrevista con una madre, una guardia sin nada ni nadie que guardar...). Después, por la tarde, fue inevitable desplazarme a un macrocentro comercial y asistir a los mismos ritos, a la misma desidia. Quienes me conocen saben cuánto me disgustan las tiendas, sobre todo si lo que busco es ropa o calzado. Si se trata de víveres, suelo hacerme una lista que apenas modifico y acudir en una franja horaria de escasa afluencia, preferiblemente solo, de manera que los trámites se agilicen y no pierda demasiado tiempo en ese menester. Me siento más cómodo en las librerías, rodeado de anaqueles y de lomos que me llaman con sus nombres y títulos. Volvimos tarde, de mal humor, cansados. Sin embargo, durante toda la jornada se me mantuvo constante una sensación de plenitud: tenía la conciencia clara de haber escrito el mejor poema de mi vida.

viernes, 29 de abril de 2016

HELENA [25-04-2016]

Todo cobra sentido si pronuncio tu nombre.

Poco a poco te elevas a las alas del mundo,
y poco a poco reinas en mi orgullo discreto.

Lentamente, tu certeza se olvida
de todas las ausencias que rasgan mi memoria,
y emociona mis canas
cada abril de dieciocho que ríe por tu cintura.

Fragilidad de mapas en la mano del tiempo.

De las vidas posibles que confirman la mía,
que me toman la sangre y me la expanden,
la tuya es la primera,
la que no se detiene,
la que siempre será mi desenlace.

Si pronuncio tu nombre todo cobra sentido,
todo cumple la inercia de esa mitad de mí
que en ti se justifica.

lunes, 25 de abril de 2016

Llega el día en que tu hijo ya tiene cuerpo para ponerse una de tus chaquetas, informal, de entretiempo, una que tú apenas has usado o que la coges para traslados ocasionales. Él no ha traído la suya, hace un poco de fresco y esta parece que no le queda mal; incluso coindice con el gusto fluctuante de sus quince años. Ya en el coche, tantea una libretita con notas sueltas y lee en voz alta -¡con cuánto pudor lo escuchas!- lo que algún día garabateó tu mano. ¡Vaya!, más retales olvidados en el bolsillo generoso de las ocurrencias:
"De todos los oficios, el de arquitecto es el más parecido al de novelista, salvo que el novelista no se desentiende de nada una vez ha diseñado el plano y se vuelca personalmente en los detalles últimos".
"Un relato que salte de sueño en sueño; esto es, que refleje el entramado de sueños que están viviendo de forma simultánea varias personas que duermen (por ejemplo, en una acampada, en un albergue...)".
"...la remota expectativa de un espíritu cómplice...".
"No confundir objetivos con resultados".
También sendas contraseñas de algún acceso electrónico que ya no recuerdas (A13589, ja230ni) y una relación de palabras (?) puestas en vertical, en este orden: pedantería, vehemencia, soberbia, pusilánime, elocuencia, jactancia, histriónico.

lunes, 18 de abril de 2016

APENAS

Tal día como hoy,
en el futuro inconcebible
que anticipan los astros,
nadie sabrá de mí ni de mis pasos,
nadie tendrá noticia de las fechas
que acotaron mis horas en la Tierra.

Apenas... el lejano fulgor
de cierta estrella que se apagó hace siglos
dirá de mí que la miré un instante
-embelesado y niño y casi eterno-,
que en un instante me dictó estos versos,
su vuelo fugitivo hacia la nada.

jueves, 7 de abril de 2016

J. Martínez de Paco dixit:  
Escribir es siempre pretencioso, pero a fin de cuentas un gesto íntimo que en determinadas ocasiones se torna, además, inevitable, necesario. Publicar, en cambio, es transigir a la vanidad para provocar el efecto patético del elogio o, como mal menor, para satisfacer la tristeza burocrática de un currículum, de un cartel anunciador en la feria literaria. Pero lo más ridículo, al cabo, es leer solemnemente para otros lo que uno ha escrito -hablo de la parafernalia del micrófono, del botellín de agua, de la erótica del púlpito-, porque entonces se revela la farsa toda en la amplitud social del evento, y aquel impulso pretencioso desciende al submundo de las frivolidades, a los terrores de la complacencia.

jueves, 31 de marzo de 2016

COMPLETAMENTE YO

Sentado en esta silla
todo gira
como una peonza
alrededor de mí
y de mi solo instante,
desnudo espejo
de extraña plenitud,
sin antes ni después,
fugaz y eterno.

lunes, 28 de marzo de 2016

En el contexto de una entrevista publicada en prensa días atrás, el ya octogenario poeta Francisco Brines deja caer una idea que sosiega y endulza mis habituales incertidumbres: agradece a la vida el haberle dado una vocación, que es, según él, lo máximo a lo que puede aspirar una persona. No habla de un oficio ni de un talento ni de un apacible prestigio en el arte que practica, sino de una vocación, esto es, de una voluntad que trasciende lo mundano, de un afán y de una fe que se muestran irreductibles al triunfo y a la fama, pero a cuyo alrededor gira todo lo que se es de manera irremediable, tozuda. Una inclinación capaz por sí sola de inquietar y optimizar y acaso justificar las vidas sucesivas que consumen la existencia de una mujer o un hombre. No cualquiera puede compartir esa plenitud, esa dicha, ese sentido.

sábado, 26 de marzo de 2016

Casi apiadándose de mis quejas, me observó con suficiencia y dijo:
-Nos hemos equivocado tanto que necesitaríamos dos vidas más: una para recrearnos uno a uno en todos los errores cometidos; y otra para, uno a uno, poder rememorarlos, reescribirlos y olvidarlos.
Era el Destino. Intenté agarrarlo y se deshizo en humo. En el mismo instante desperté.

martes, 22 de marzo de 2016

Mirar la lluvia acodado en el alféizar de la ventana y sentir el crepitar del fuego en la lumbre de la vieja chimenea son placeres anacrónicos que siempre remiten a una vida anterior, a la memoria de un tiempo lento y paciente en que el fuego y la lluvia eran parte esencial de nuestra inocencia. Por eso, ahora, al contemplarlos de nuevo, sabemos que algo irremediable se nos escapa: su cualidad de presente, la fascinación primigenia del misterio. 

sábado, 19 de marzo de 2016



Aunque el olvido fije
su plazo inexorable
y el destino corrija
nuestra vana soberbia,
sé que en algún lugar
persiste lo vivido.

jueves, 17 de marzo de 2016

Estaba depositando dos bolsas de basura en el contenedor municipal, anoche, cuando un resorte de la memoria me sacudió por dentro, con esa exactitud exasperante de los signos impresos: "Entre renovarse y morir, ¿por qué no morir?", pensé o murmuré.
Veinticinco años después, la misma autocita de ecos insolentes, el mismo regodeo de filiación ciorana; salvo que hoy, en esta hora de mi vida, ya no suena a mera irreverencia bendecida bajo el palio de la fe literaria: hoy se sustancia lo que en aquel entonces no era más que burdo anacronismo o ejercicio lúdico.

jueves, 25 de febrero de 2016

Doy la vuelta a mis bolsillos y caen algunas cosas, calderilla del pensamiento o garabatos sin porvenir que no sé ni cuánto tiempo llevarán ahí, escondidos, al acecho:

¡Cuántas cosas que hacemos por amor se convierten, más tarde, en un lastre para ese mismo amor!

"Dante es uno de los precursores de la dolce vita, que es el género que se llevaba por entonces en esa época" (de un examen de Selectividad corregido en 2015).

De joven, solo una cosa me aterrorizaba más que perder el tiempo: desperdiciarlo.

Día tras día,
el sol se tensa en arco
para bastarse.

El dulce vértigo de las decisiones drásticas, definitivas.

"En el rostro del tiempo permanece
una sonrisa, aún, de gratitud" (Joan Margarit).

Hasta que los sorprendió -era inevitable- el ocioso cáncer de las comparaciones.

"Las novelas cuentan lo que ni la Historia ni el Periodismo pueden contar" (Juan Gabriel Vasques).

No concibo el final y no lo admito.
Cada pieza del puzle de la vida
encontrará el lugar de su certeza
y en él la llave del amor, su triunfo.

"[...] y que nunca sabré cuál de mis caras
escogerás un día al recordarme" (Joan Margarit).

lunes, 8 de febrero de 2016

Cualquier tarde de la semana pasada, mirando libros en un bazar moderno, se me ocurrió que, hace años, cuando adquiría títulos que primero colmaban los estantes de la casa y luego se amontonaban en cajas de cartón según criterios volubles, lo que de verdad buscaba en ellos, en los libros, era invertir en idílicos futuros de inteligencia y reflexión, en horas sucesivas de crecimiento y placer, en jornadas enteras de laboriosa quietud y de soledad conmigo. La paradoja es que hoy vivo en ese porvenir que entonces imaginaba y muchos de aquellos libros dejaron de interesarme o ya no están al alcance de mi mano, o el discurso del tiempo me ha enredado poco a poco con quehaceres triviales, con poderosas excusas.
No, apenas leo. Empiezo varios libros y concluyo muy pocos, o negocian su tregua interminable por un capítulo intermedio, o son tan sugerentes que decido aplazarlos para cuando sepa despacharlos con un mínimo de continuidad: este es, al cabo, el modesto paraíso que todavía se tolera mi fe.

lunes, 25 de enero de 2016

Llega un tiempo en que uno empieza a preguntarse cada vez con más desapego si tal o cual empeño merece la pena, un tiempo en que casi con alivio unánime se nos va imponiendo la negación como respuesta: no, no la merece, para qué. Esta pereza y esa abulia, parientes próximos del desengaño, deben ser síntomas de la madurez definitiva, signos palpables de aquel estar de vuelta que a menudo hemos pronunciado para arrogarnos el dudoso galón de la experiencia.
Si miro atrás, me maravillo de los desvelos que ocuparon mi vida y de los planes que ejecuté o fui dejando en el camino, pues a día de hoy sería incapaz de mover por ellos uno solo de mis dedos. De hecho, lo que más me sorprende de los hombres y mujeres -sobre todo de los hombres y mujeres que me igualan o me superan en edad- es que aún se entreguen sin mayor diatriba a labores cotidianas o socio-familiares, que diseñen pequeños o medianos proyectos para que su fantasía los alimente por unas horas o por unos días, que no se paren a tasar la carestía objetiva ni la inutilidad de su esfuerzo.
Hoy, cualquier intento que suponga dar un paso más allá de la mera supervivencia ya me empieza a parecer, cuando menos, curioso.

miércoles, 20 de enero de 2016

Dentro de pocas horas podré decir cuarenta y nueve, una cifra que durante mucho tiempo me pareció desmesurada, vecina de la redondez del medio siglo, y que cuando pasen pocos años tal vez recordaré como una edad idílica en la que casi todo y casi todos aún estaban aquí, próximos, en ese hueco intransferible que más pronto que tarde colonizará la nostalgia. Hoy, el cuarenta y nueve se despliega ante mí como una superstición fronteriza, como si mi vida entera se asomase a un precipicio de instantes que solo el puzle del destino se encargará de acomodar.

lunes, 18 de enero de 2016

El éxito y el fracaso son errores de cálculo, cuando no tristes feudos de la casualidad y del azar. Solo quienes eligen vivir al margen, sin pena ni gloria, calmos testigos de la prisa y el ruido que todo lo devora, rozarán de tarde en tarde la íntima esencia de su propio ser, su sarpullido de verdad.

lunes, 11 de enero de 2016

Café viudo en una terraza del centro. Insólita mañana de invierno: tonos otoñales y, pese al viento, ligero ambiente primaveral. Me pregunto tras qué signos inminentes se apostará el verano. La ciudad, Murcia.