jueves, 31 de diciembre de 2015

CLAUDICACIÓN O TREGUA

Buenas noches y adiós.
                                                La luz que fui
se apaga entre cesiones y renuncias.

Ahora solo resta
reinventar el silencio, la soledad, las sombras.
Sacudirme los sueños y el delicioso afán,
trascender el hedor de la derrota.
No ser nadie ni nada más allá de esta hora.

Aprendiz de mortal, ya solo espero
que el tiempo se haga cargo de mis cosas.

jueves, 24 de diciembre de 2015

QUEVEDIANA

Ahora ya fue.
                       
                          Todo
empezó y acaba
en el gesto que lo vence,
en la palabra que lo nombra,
en la fe que lo eterniza.

Todo fue olvido,
y pronto será nada.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

De repente, qué importante es Cataluña para el anticatalanismo español.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Sin fecha expresa, en el reverso de una servilleta que conserva el reclamo de una cafetería de la calle Santa Teresa que ya dejó de existir, Jorge Martínez de Paco intuyó estas palabras:
"Si cifras tu éxito y tu fracaso en circunstancias externas, en el tumultuoso vocerío que logren arrastrar tus obras, en la publicidad y difusión de las mismas, en el rendimiento de caudales que generan, entonces es que todavía no has entendido el secreto íntimo del arte, la dicha extrema de la soledad creativa, la gloria inefable de un proceso que se basta a sí mismo y que casi se eterniza en su suma de instantes".
Hoy trato de imaginar el día y la hora y los pormenores exactos que condujeron a Jorge hacia esa cafetería extinta, hacia esa papeleta que aún registra el trazo limpio de esas palabras que releo como si estuvieran hablándome a mí, necesariamente a mí.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Un baño de sol es lo más parecido a una sesión de meditación trascendental. La desnudez completa, la tregua del pensamiento, el abandono dichoso de que hablaban los místicos, el silencio del ser que se sabe y se quiere sólo y solo, aquí y ahora. Por estos parajes transitaban las musas de otros tiempos.

lunes, 23 de noviembre de 2015

ABISMO

Cuando nadie las mire,
henchido de preguntas,
¿qué será de la Luna y las estrellas,
qué criatura o dios
las dispondrá en su cielo?

Cuando la Tierra sea
un olvido arrasado,
una ficción del tiempo y del espacio,
un rescoldo de nada,
¿quién cifrará el abismo?

viernes, 20 de noviembre de 2015

Lo primero sería elaborar un catálogo de distracciones, y luego, paulatinamente, aislarlas, analizarlas y extirparlas.

domingo, 15 de noviembre de 2015

La casualidad no conoce límites, y en ello en parte radica su prestigio.
La noticia de los atentados de París, la noche del viernes, me sorprende por la página 32 de una novela que me llegó de rebote (nunca la hubiera buscado) y que voy leyendo entrecortadamente, a ratos muy esporádicos. Hoy la he cogido con más empeño (hasta la página 109), sin duda alentado por el singular paralelismo, casi vaticinio, entre los derroteros de la trama y los sucesos terribles de la capital francesa. En la contraportada se informa, además, de la circunstancia no menos casual de que Sumisión se puso a la venta en Francia el mismo día que unos terroristas consumaron su matanza en la redacción del Charlie Hebdo.
No sé qué desenlace me aguarda al final de la historia (que discurre en un futuro próximo), como no sabemos qué dosis de sinrazón y de fanatismo nos deparará el día de mañana. Ni siquiera Michel Houellebecq puede saberlo.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Apenas cuando escribe recupera su verticalidad como hombre, la talla humana que a todos se nos supone, la realización parcial de su destino o el espejismo de una pretendida plenitud. Porque en el acto de escribir piensa, formula emociones, aprende a reconocerse, habita en sí, está consigo. Pocos parecen entenderlo a su alrededor; acaso nadie. ¿Y qué?

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Volví a soñar con mi primo después de mucho tiempo. Fue, creo, en la madrugada del jueves al viernes, o acaso la anterior, no lo sé. Lo que importa es que él conservaba exactamente el mismo rostro, el mismo semblante desavisado y próximo, la misma despreocupación que le recuerdo a casi veintiún años desde que nos dijéramos adiós para no volver a vernos. En el seno del sueño aparece siempre igual, siempre confiado, como si no pudiera sospechar ni de lejos que la tragedia lo acecha y que acabará engulléndolo una noche inmediata y que ya han transcurrido dos décadas completas. Todo en él se detuvo en un instante inamovible que ignora cualquier forma de futuro y que para mí se confunde, ahora, entre el pasado y la ficción, breve salto entre la memoria y el olvido. Él no lo sabe, pero ahí sigue. Y seguirá mientras yo lo sueñe.

lunes, 2 de noviembre de 2015

"La muerte es el tema principal de la poesía lírica. La poesía lírica nos recuerda que vivimos en el tiempo. Nos dice que somos mortales. Celebra o reconoce los estados de ánimo, las ideas y los acontecimientos solo en la medida en que existen en el tiempo. ¿Qué significado tendría nada fuera del tiempo? Aun cuando la poesía esté celebrando algo alegre, porta consigo la noticia de que esa alegría en concreto se ha terminado. Es un largo epitafio, un adiós a nuestra discreta estancia en la tierra. Pero su poder difiere de aquello que celebra, ya que no se trata solo de que lamentemos el paso del tiempo, sino también de que de alguna manera nos preservamos de su peso, y cuando leemos poesía, durante esos breves momentos de ensimismamiento, la idea de la muerte parece indolora, incluso bella".
Mark Strand, Sobre nada y otros escritos

domingo, 1 de noviembre de 2015

Muchas ideas confusas. Dispersión, aturdimiento, falta de voluntad, desánimo, casi entrega. Rencillas continuas con el dios del tiempo, con el dios del espacio, con el dios del orden, con el dios de los imprevistos.
A mi alcance, con una señal por el capítulo 18, Biografía del silencio de Pablo d'Ors, que remueve dentro de mí el antiguo discurso de las distracciones (todo cuanto nos aparta del camino trazado, o lo que es lo mismo, de la búsqueda del ser que somos) y la urgencia de barrer alrededor para que en el horizonte solo se muestre lo único, lo esencial, lo que da sentido a todo.
Barrer, sí, pero... ¿cómo?, ¿con qué ímpetu?, ¿con cuánta fe? Y sobre todo, ¿a qué precio?

domingo, 25 de octubre de 2015

Belleza frágil:
el gorrión en la rama
de mi objetivo.

jueves, 22 de octubre de 2015

Leo en alguna parte que la escritora y periodista Ángeles Caso se queja de que el porcentaje de premios literarios que se concede a las mujeres es vergonzante, sea por obra de las editoriales o de las instituciones; pero no aclara si se refiere a los premios que respetan un proceso de concurso o a los que se dan porque sí o por méritos cuantificables.
Me voy luego a la Wikipedia y averiguo que la trayectoria literaria de la señora Caso acumula ciertos premios sustanciosos, de esos que adjudican a los suyos ciertas empresas editoriales bajo la apariencia de concurso, esto es, participando en la farsa, contribuyendo a la estafa y generando la frustración de los incautos e incautas que escriben sus novelas, las encuadernan y las remiten alegremente a su particular lotería, después de los incontables desvelos de la imaginación. En efecto, los dueños de Planeta la hicieron finalista de su gran mentira en 1994 y le regalaron el honor y el cheque de los 601.000 € en 2009; entre tanto, había recibido de las mismas manos el Fernando Lara del año 2000.
En vez de abogar por la transparencia en los procedimientos y por la justicia insobornable del seudónimo, que a todos nos iguala, a la periodista y escritora Ángeles Caso le parece vergonzante el porcentaje de premios literarios que se da a las mujeres.
Como si a la gran literatura le importaran los premios; como si tuviera algo que ver con una cena de gala con presencia real en un hotel de Barcelona.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Cuando, en el ámbito doméstico, intentamos ejercer de psicólogos, nunca se sabe si lo que queremos es ayudar al que lo necesita -solamente- o fortalecernos a nosotros mismos con argumentos y parábolas que -muy cabales, muy efectistas- ganan crédito asumiendo una perspectiva sensata y objetiva, marcando las distancias de la razón y de la lógica, externalizando el problema. Reconforta y gratifica dispensar consejos, palabras de esperanza, sobre todo cuando en nosotros mismos flaquea.

lunes, 19 de octubre de 2015

¿Es generosidad hacer por el otro -prójimo o prójima- lo que en lo más profundo esperas o deseas que haga el otro por ti, cuando tú lo necesites? ¿Hay virtud de pensamiento o de obra, o simplemente honradez ética, en deslizar y alentar la viceversa interesada, esa que vive oculta tras la más bondadosa de las máscaras? ¿Es legítimo poner a prueba de tal modo el incierto andamiaje de la camaradería y la amistad o, más aún, la estructura sólida del amor?

viernes, 16 de octubre de 2015

Cómo no recomendar desde aquí el documental que esta noche emite la cadena Dos de Televisión Española sobre la persona y la obra de Ramón Gaya. Se trata de un trabajo muy meditado, riguroso a la par que ameno, realizado en los últimos meses por el cineasta murciano Gonzalo Ballester. El pensamiento genuino del protagonista se alía con las voces de algunos entusiastas de su pintura para recrear una visión pulcra, auténtica, verdadera, de lo que se ha de entender por hacer arte y vivir el arte. Sin apostolar, claro; pero desde la certeza radical de un destino que se va cumpliendo de soledad en soledad y a menudo en la sombra, sin ruidos extraños, ajeno a las palmaditas oficiales y oficiosas, consciente en todo momento de la impostura que acecha y bordea y tienta al artista disfrazándose de talento y de éxito y de otras parafernalias acordes con la mercaduría que arrasa al mundo. Aunque no conocí a Ramón, creo que a él le hubiera gustado. El debate está servido, casi la polémica. Estoy deseando volver a verlo. No defraudará.

jueves, 15 de octubre de 2015

Café de media mañana, en el bar de casi siempre, doblando maquinalmente las hojas de un periódico local. De pronto mi atención se fija en la noticia de un apuñalamiento a la salida de un supermercado, en una afamada zona de la ciudad que fue mi barrio en la época universitaria. Da la casualidad de que conozco a la víctima, un hombre búlgaro afincado en esta tierra con su mujer e hijos, un "artista callejero" -dice el informante- que muchas tardes y noches regala su música y su sonrisa afectuosa a quienes pasean por las calles peatonales del centro. Lo abordó un individuo que pedía limosna junto a otra mujer, y se le fue la mano. Parece que su vida no corre peligro.
Mientras vuelvo al trabajo voy cayendo en la cuenta de que ayer, poco antes de la hora del suceso, estuve muy cerca del lugar. Acababa de aparcar en zona azul, mi mujer y mi hija esperaban en la acera y yo estaba sentando a Darío en su carrito. Hacia nosotros se precipitó un tipo que, más que rogar, exigía con todo el cuerpo un euro para comer, pero cuya insistencia nerviosa denotaba otras urgencias acaso más acuciantes. Unos pasos atrás se quedó su escuálida acompañante, murmurando algo. Negué con un gesto que se resuelve a medio camino entre la solidaridad y el fastidio, y ellos continuaron su itinerario desbocado, ajenos a las personas y a las cosas, cómplices de un extravío insensato e insaciable.
No se me ha ido de la cabeza en toda la jornada. 

jueves, 8 de octubre de 2015

A finales de julio quisieron acompañarme nuevos versos de Margarit. Copié fragmentos en una página de mi agenda, a la espera de encontrarles un espacio algo más perdurable. No estaba lejos, no era difícil:
"Ya no me queda más que algún recuerdo
para explicarme que es, en el amor,
donde he ido dejándome la vida".
"Vivir, al fin y al cabo, es buscar un consuelo
a través del dolor de las palabras".
"[...] ¿Desde dónde vino
todo el amor que me enseñó
una manera honesta de hacer versos?"
"Ninguna lógica puede salvar
el abismo que se abre entre decir
te quiero y no decirlo".
"Me fui quedando solo, como aquellos
que no han amado nunca sus errores".
"[...] la verdad,
un destello en un charco de agua sucia".
"París únicamente está en mis ojos.
No volveré a escribirle otro poema".

martes, 6 de octubre de 2015

Si me paro a pensarlo, debo admitir que ha habido hasta cuatro autores que me influyeron extraordinariamente y que sin duda habrán afectado a mi forma de escribir (para bien y para mal, claro), hasta el punto de que durante alguna época de mi vida me obsesioné con su obra y con su circunstancia personal. Me refiero, cronológicamente, a Jorge Luis Borges, Antonio Muñoz Molina, Miguel Espinosa y José Saramago. También hubo otros que me fueron muy próximos y sin los cuales no podría completarse el puzle de mis afinidades (Fernando Pessoa, Juan Rulfo, Albert Camus, Gabriel García Márquez, Cesare Pavese, Julio Cortázar, Milan Kundera...), pero que por la razón que sea no alcanzaron ese extremo de veneración mórbida.
Observo que no hay ninguna mujer. Observo que en casi todos destaca su dedicación preferente a la ficción narrativa, a la prosa. Tal vez vuelva a pensar en todo esto.

lunes, 5 de octubre de 2015

Con más o menos dignidad, con más o menos arte, el gran reto de cada día es sobrevivirlo, sobrevivirse. Hasta que llega el último.

jueves, 1 de octubre de 2015

En medio de la clase, fuera de contexto, una alumna recién llegada me pregunta si yo soy escritor. La miro con fingida extrañeza y ella aclara que se lo ha dicho otro chico de otro curso. Mi perplejidad se toma su tiempo para tratar de convencerme a mí mismo antes de emitir una sentencia, sea afirmativa o negativa.
Soy escritor porque escribo, eso está claro, no lo voy a negar, y también porque hay por ahí un manojo de libros de poesía y de prosa con mi nombre en la portada y algunos datos que me identifican. Pero son títulos que no se han vendido, páginas que pasaron inadvertidas y de las que apenas he obtenido algún beneficio económico ni merecieron la atención de los críticos ni el reconocimiento sincero de casi nadie. Entonces, en realidad no soy escritor, pues no vivo de ello ni vislumbro a estas alturas un porvenir a la par honesto y literario; y, sin embargo, escritor es lo único que he sentido que era o que podía llegar a ser desde que con menos de quince años me alcanzó la magia de las palabras, la dicha de los versos, el veneno de la ficción...
En fin, que cada cual saque sus propias conclusiones.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

No entiendo nada, o muy poco. Con el paisaje de fondo de la vergonzante oleada de personas que busca refugio y se agolpa en las fronteras interiores de la vieja Europa, aturdido por esas imágenes de frío y hambre que tanto se parecen a las fotografías de aquellos trenes hitlerianos rumbo a las cámaras de gas, un astronauta de apellidos hispanos dice -acabo de leer el titular en una hoja de periódico- que "antes de ir a Marte, debemos establecernos en la Luna". Qué forma más sutil de mirar para otro lado.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Nunca entendí los nacionalismos ni los regionalismos ni los localismos. No entendí ni los del lado de allá ni los del lado de acá. Ahora que las cosas andan como andan en el nordeste de la Península Ibérica, creo que habría que recuperar la vieja idea de hermanarnos definitivamente con Portugal para formar un solo país, un solo estado. Y, alimentando la utopía de José Saramago, soñar que todo él se agrieta por los Pirineos y por la línea de Cataluña y flotamos unos y otros a la deriva, océano abajo, como una isla.

martes, 22 de septiembre de 2015

Haber nacido y seguir vivo:
no hay milagro comparable a ras de tierra.

viernes, 31 de julio de 2015

Referido a la lengua, un adjetivo sinónimo de "escueto" que no sea "conciso". No, no es "parco". Existe, sé que es una esdrújula que pugna en la consabida punta de la lengua. Más de media hora para encontrar la palabra, extraviada en cualquier laguna de la memoria. Al fin llega, poderosa como un vaticinio cumplido: "lacónico".

lunes, 27 de julio de 2015

Hay un sosiego que es anterior a todo, que late en todo y que sobrevivirá a todo. Es un presentimiento que todavía no tiene nombre ni, por consiguiente, realidad, pero que se impone como una certeza absoluta mientras contemplo el cielo con sus astros en la noche eterna de mi verano cuarenta y ocho.

domingo, 26 de julio de 2015

Consumió las horas y los días tratando, sin éxito, de poner orden en su vida; hasta que de improviso lo alcanzó la muerte y en un instante todo encontró, definitivamente, su sitio.

sábado, 25 de julio de 2015

El paréntesis de varios días en el pueblo -pendiente de hijos y de padres, con poco espacio y con menos tiempo, sin buen acceso a los recovecos cotidianos de internet- dejó a medias la lectura de esa novelita de Stefan Zweig con la que he querido comenzar el volumen que recauda diez títulos del autor suicida. Se trata de Miedo, la historia de una burguesita que encarna una especie de híbrido entre Emma Bovary y Rodión Raskólnikov, salvando la obviedad de las distancias. Mientras despachaba las últimas páginas se me ha ocurrido, con la nitidez de las imágenes urbanas y la certeza de la banda sonora, que la perspicacia de Woody Allen sabría adaptarla a la época actual y reconvertirla en una de sus comedias, bajo el inconfundible hechizo de sus diálogos.

viernes, 24 de julio de 2015

Como decíamos ayer... sigo desautomovilizado, y ya va para tres semanas. Entre el coche que feneció y el que el destino me reserve, a ratos me siento enorme, desposeído pero extrañamente libre, como en la cita aquella que citaba la Yourcenar al final de las Memorias de Adriano: "Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre". Una cita espléndida, purísima, creo que de Flaubert, que perdura en mí desde que una mujer me la dijera de memoria en el fragor infame de los diecisiete años.

jueves, 9 de julio de 2015

Entre la tarde de ayer y el mediodía de hoy, Se pierde la señal, penúltimo libro publicado por Joan Margarit. El tono memorioso abre brechas en mi pensamiento, casi me solicita, como un eco, los poemas que jamás creí que escribiría. Ganas de marcar las páginas donde aparecen "La bandera", "Altamira" o "Canción adversa", de subrayar muchos renglones de ese epílogo honesto que su autor fecha en el verano de 2012. Queda la resaca de unos versos, su enigma: "El sol se pone. Estamos siempre lejos / de donde de verdad nos encontramos".

miércoles, 8 de julio de 2015

Salgo temprano para gestionar un trámite administrativo. A la vuelta, no sé si llevado por la inercia o por el deseo de atajar, busco la sombra interior del campus de La Merced. Mientras lo atravieso de lado a lado, acude a mí la ligera esperanza de tropezarme con algún viejo profesor, con algún director de tesis, con algún antiguo becario aventajado, solo para acechar en la distancia sus pasos cansinos, solo para registrar sus andares estancados en la proverbial monotonía que media entre el despacho y la cátedra. Pequeños grupos de alumnos manipulan sus teléfonos móviles, echados sobre los bancos y los escalones, esperando tal vez la hora del último examen o de la penúltima recuperación. De nuevo en la calle, un meteorito de júbilo recorre mi espina dorsal. Regreso pronto, a buen ritmo, sudando.

martes, 7 de julio de 2015

Libertad es disponer de un automóvil particular para que te lleve y te traiga por donde tú quieras, cuando tú quieras. Puedes elegir entre costear su encierro diario o dejarlo a la intemperie, expuesto a mil padecimientos. Debes llenarle el depósito cada semana, ordenar que le revisen los distintos niveles cada tres o cuatro meses, cumplir el trámite anual de chequearlo en la ITV mientras rezas para que no le descubran ningún desperfecto, domiciliar el pago automático del impuesto de circulación y renegociar el seguro de accidentes, limpiarlo de tarde en tarde por fuera y por dentro. Además de aceptar con estoicismo una raya malintencionada, un roce propio o ajeno, la cólera de un golpe inoportuno, la desgracia de un pinchazo en mitad de la autovía, una carta certificada que viene de la Dirección General de Tráfico.
Eso que te libera es también, en igual o superior medida, lo mismo que te esclaviza.

domingo, 5 de julio de 2015

Por qué no decir que me alegro de que la democracia griega haya dicho no a las exigencias de las altas estructuras del poder económico. O lo que es lo mismo, fortalece mi ánimo que una notable mayoría de helenos en situación de pobreza decida anteponer su dignidad como persona, frente al atropello continuado de un sistema que se debe al capital y que, disfrazado de demócrata, solo atiende a los intereses sin fin de los que se denominan acreedores, que son los que atesoran nuestro dinero para luego prestárnoslo y así generar más dinero que los enriquece a nuestra costa.
Me pregunto qué porcentaje de síes y de noes saldría de las urnas si los democráticos gobiernos europeos se atrevieran a indagar de los ciudadanos su democrática opinión sobre el caso de Grecia.
Es un símbolo ese no, y me encanta.

sábado, 4 de julio de 2015

Lo que un artista quiere no es tanto vivir como acertar a expresar su fe de vida. Vida vivida o vida presentida o vida soñada: para él lo mismo da, pues la alquimia de su aliento las confunde.
El artista, primero, es una esponja; después pretende ser también un aspersor.

viernes, 3 de julio de 2015

Maldito día irrepetible. El Megane de 1999 ha emitido el que probablemente sea su último estertor, y se le ha ocurrido escenificarlo justo en el recinto adonde lo había trasladado a media mañana para someterlo a su chequeo anual obligatorio; los técnicos no han llegado a tiempo y se me ha devuelto el importe exacto de la inspección frustrada del vehículo. Luego, la espera bajo el sol, la sordidez de los trámites, mi absoluta indiferencia ante esa película mugrienta y aceitosa que se adhiere a cada conducto y a cada pieza de un motor que no desea renacer. Todo eso sin contar la llamada intempestiva, la que por teléfono rescata viejos rencores para sumarse a los reproches nuevos. Maldito.

jueves, 2 de julio de 2015

Desde que el mundo es mundo
ha estado ahí la Luna:
fulgurante de luz e indiferencia,
tan redonda y tan sola.
¿Qué ojos no nacidos
hechizará en la noche sucesiva?
¿Cuántas veces, aún,
dirá su silenciosa eternidad?

miércoles, 1 de julio de 2015

Algo más de sesenta minutos con Joan Margarit, de quien hace un año no sabía casi nada. Leo de un tirón todos los poemas de Joana, el volumen que escribió durante la enfermedad y muerte de su hija. Leo: "Se daba cuenta, ante el sofá sin nadie, / de que no le quedaban, / de que nunca le iban a quedar, / suficientes recuerdos para fingir la vida". El aire acondicionado mantiene la sala a una temperatura discreta, soportable. Sigo leyendo: "ya ha empezado el olvido, / ya no existimos lejos de nosotros". A intervalos, los nueve meses de Darío se aseguran de que permanezco tumbado en el sofá, hasta que poco a poco se adormece en su hamaca. Leo aún: "y yo de pronto siento miedo y lástima / por si este orden fuese el gran bostezo / con el cual el futuro nos devora". Lágrimas de poesía, lágrimas limpias, lágrimas...

martes, 30 de junio de 2015

El calendario tiene aristas, bordes afilados, fechas fijas que guillotinan la materia intangible del tiempo y abonan la ilusión cíclica de la novedad, del cambio. Así, para quienes durante buena parte de la vida fuimos alumnos y luego hemos seguido ejerciendo de profesores, el tránsito del 30 de junio al primero de julio suele significar un corte drástico que se prolonga a modo de paréntesis benéfico justo hasta el 31 de agosto, que es cuando nos sobreviene el otro corte, tan parecido y tan distinto, ese que pone fin a la mejor excusa que uno conoce para no claudicar frente al torbellino de despropósitos que ya se anuncian para septiembre.

lunes, 29 de junio de 2015

Doy vueltas alrededor de unas palabras que pronunció delante de la cámara un octogenario Ramón Gaya, o tal vez ya nonagenario. Afirmó que los cuadros que pintaba le seguían pareciendo como una preparación, un esbozo de lo que serían después, un logro no de hoy sino de mañana. No estoy muy seguro de lo que pasaba por su cabeza al decirlo, pero a mí esas palabras se me hacen próximas, segregan la pista del equilibrio que busco, me contagian una confianza creativa difícil de tasar.

domingo, 28 de junio de 2015

Al final de una cena corporativa se acerca y me dice que leyó mi libro y que en las últimas fechas, por motivaciones parentales, ha pensado a menudo en "Esa hora incierta". Imprecisa, la corrijo: se titula "Esa hora imprecisa". Es uno de mis relatos más emotivos, de los que más me arañan si lo releo, de los que más aprecio; y sin embargo nadie me lo había ponderado hasta ahora. El insólito halago dulcifica mi expresión y ensaya su atolondrado alarde de modestia cuando le replico que se trata en realidad de un argumento sin historia, o de una historia sin argumento, y que en esas páginas no pasa nada que vaya más allá de una ociosa tarde de domingo y del atisbo triste de una llamada que me aguarda -aún me aguarda, y hace más de tres lustros que la escribí- para anunciarme en la distancia la muerte de la madre, la muerte del padre. De pronto, un colega común nos interrumpe y todo lo dicho se disuelve en el vago azar de las pequeñas empatías.

jueves, 25 de junio de 2015

Sacar la basura es trabajo de hombres. Me lo dijo hace años, en otro edificio y casi en otra vida, un jubilado con el que cierto atardecer coincidí en el ascensor, cargando cada cual con su respectiva bolsa de desechos. A los pocos meses aquel vecino enfermó, y en menos de dos años había fallecido. Después yo mismo he repetido alguna vez que sacar la basura es trabajo de hombres, siempre en circunstancias similares, siempre para no claudicar ante las incomodidades del silencio, siempre con el mismo resignado gesto de complicidad en el vecino de turno. Y esa simple frase, siempre, me trae el recuerdo de aquel hombre que una tarde remota coincidió conmigo en el hueco de un ascensor, en otro edificio, en otra vida.

miércoles, 24 de junio de 2015

Por deferencia del autor, Gonzalo Ballester, la otra tarde acudí a una especie de sesión privada para conocer el documental que ha preparado o que aún prepara sobre Ramón Gaya. Cincuenta y tres minutos en que sonido, palabra e imagen manaron sin esfuerzo hacia la mirada limpia y lúcida de aquel hombre y aquel artista tan indisolublemente unidos en su destino, de aquel pintor que supo mantenerse al margen, siempre extemporáneo y crítico, y que nunca dejó de sorprenderse de cuanto veía. Cuesta imaginar en el mundo de hoy, entre quienes usan pinceles y cuelgan cuadros en galerías, museos y otros espacios de arte, en ese batiburrillo de comisarios y mercaderes y mirones, una actitud más radicalmente honesta y genuina que la que nos desvela Gaya. Justo lo que, en buena hora, viene a vindicar la cinta de Gonzalo. Chapeau!

martes, 23 de junio de 2015

Releyendo a saltos los primeros años de los diarios de Kafka, me detiene una línea: "¿Con qué voy a perdonarme que hoy no haya escrito nada todavía? Con nada". Y otra: "Uno piensa que se describe correctamente, pero solo hay una aproximación y el diario la corrige". Y también: "En épocas de transición, como lo ha sido la última semana y lo sigue siendo este momento, se apodera de mí un asombro triste pero sosegado por mi insensibilidad. Estoy separado de todas las cosas por un espacio vacío, a cuyos confines ni siquiera intento acercarme".
Nada más grato a la voluntad mancillada y a la inquietud insatisfecha del artista, nada más consolador que reconocerse y refugiarse en las incertidumbres íntimas y en los cotidianos padeceres del genio ya glorificado.

lunes, 22 de junio de 2015

Pero no, o probablemente no, o con toda seguridad no. Un alma caritativa me informa de que en Mountain View tiene su sede el buscador de Google, o uno de sus buscadores de blogs, qué sé yo; y, con una serie de ramificaciones argumentales que a mí me aturden ya en su primer estadio, me informa de que es muy posible que mi lector idílico no exista, que en efecto no tenga sexo ni color ni edad ni nada, que se traduzca simplemente en el rebote automático de una búsqueda robotizada en la entraña inaprehensible de la moderna tecnología.
Sin embargo, hay un resquicio, un aliento casi poético que no aniquila del todo mi reflexión de esta mañana.
Llevo el cursor al lateral de la pantalla, bajo poco a poco la página y ahí está Mountain View, California.
Mountain View: el nombre de un lugar que no conozco, que se me antoja remoto, que apenas podría señalar en un mapa, que ni siquiera sé pronunciar. Su grafía evoca en mí una mezcla exótica que confunde paisajes de western americano e inteminables carreteras sin una sola curva, diseñadas sobre planicies de tierra seca donde temporalmente arrasa un tornado o se precipita un huracán. Desde allí, alguien a quien no pongo rostro ni sexo ni edad ni color sigue el serpenteo de estas notas con esa especie de prudente lealtad, casi diaria, a la que uno nunca acaba de acostumbrarse.
Cuando escribimos y publicamos nos vence la oscura fe de que algún desconocido, por insospechado azar, dará con la botella y leerá el mensaje. Si el azar se convierte en hábito, si uno siente que ese preciso lector anhela la llegada de nuevos mensajes, entonces el encuentro cobra una dimensión idílica.

domingo, 21 de junio de 2015

El verano de los astros se adelanta entre sudores. De pie en la acera, un grupo de jóvenes airea la última conversación estridente antes de disolverse y matar la juerga. Una chica se aparta, se recoge el vuelo del vestido, se baja las bragas y se agacha un minuto, entre dos coches aparcados en batería. Son las cuatro y media, las cinco de una madrugada cálida, con más tráfico de lo normal. Pensamientos insomnes detrás de la ventana. El domingo se presume largo.

viernes, 19 de junio de 2015

El alivio de acabar, de cerrar de un portazo definitivo los hábitos adquiridos. La vigorosa sensación de sobrevivir a un nuevo curso que ya agoniza a nuestra espalda, emparedado entre dos fechas que sabemos irrepetibles. El placer epilogal de rubricar informes y entregarlos en mano y destruir carpetas enteras de papeles vencidos. Todavía sin ánimo de transición, sin la esperanza de un después, sin nada que se inmiscuya en el simple gusto de terminar.
¿Cuántos finales tendrán que anudarse aún, antes de alcanzar al último?

miércoles, 17 de junio de 2015

Para ganarle horas al avance de la barba, mi padre siempre se afeita por la mañana temprano, con una navaja que adquirió en Ceuta hace más de medio siglo.
Afeitándome esta mañana se me ha ocurrido que delante del espejo los hombres tendemos a quitarnos aquello que nos oculta la cara, mientras que las mujeres más bien tienden a ponerse algo, a enmascararse con afeites. De pronto comprendo que la vieja alcahueta Celestina solo podía ser una vendedora de ungüentos a domicilio, que no podía ser otra su ocupación. Y al pasar la cuchilla por debajo del labio me viene una idea para un guion de cine o para una novela, una de esas ideas que uno arroja al fondo del cajón y que seguramente nunca tendrá el tiempo o la voluntad de afrontar.
Las intuiciones literarias, los chispazos de la imginación, suelen asaltarme generalmente cuando leo, cuando conduzco solo y cuando me afeito la barba.

martes, 16 de junio de 2015

Tres jornadas completas dedicado casi en exclusiva a la revisión y puntuación (corregir, entiendo, es otra cosa) de un centenar y medio de exámenes de Selectividad, esa prueba de acceso que todavía convocan las universidades públicas. Sorprende, en unos casos, el apabullante volumen de saberes que, saturados de prolijas informaciones específicas, puede albergar en su cabecita un muchacho o una muchacha de diecisiete o dieciocho años; en otros, la absoluta inmadurez para juntar unas pocas palabras con un mínimo de coherencia, si no el desprecio natural que a menudo se muestra por el orden y la limpieza de un escrito, por la elementalidad de la norma y la caligrafía, por lo bien hecho. El capítulo de barbaridades y dislates es aún materia reservada.

domingo, 14 de junio de 2015

Con motivo de la constitución de los nuevos ayuntamientos (por cierto que más de un alcaldable, como ahora se dice, debería consultar el derrotero etimológico de la palabra "ayuntamiento"), me acuerdo de un par de anécdotas que a veces refiere mi padre. La primera la protagoniza un edil local de los tiempos de Franco que adquirió un automóvil grande, un mercedes, con la idea de aparcarlo en el propio ayuntamiento; cualquier vecino le sugirió que por esa puerta no entraba, y él, jocoso, le replicó que habiendo salido de ahí, como en efecto había salido, tampoco tendría problema para volver a entrar. La segunda toma la figura de un alguacil al que unos forasteros le preguntaron por la casa consistorial del pueblo. ¿La casa consistorial...? -se extrañó, rascándose la cabeza como si tuviera que resolver un enigma con un golpe de inteligencia-. Ah sí, claro que hubo una casa consistorial hace muchos años, pero me creo que se cerró al morir su dueño; ahora me suena que los hijos no quisieron mantenerla y la vendieron.

sábado, 13 de junio de 2015

El presidente del Real Madrid Club de Fútbol sabe de buena fuente que el que preside es el más adinerado de los clubes de fútbol y el que acumula en sus vitrinas los trofeos más valiosos, datos objetivos que nadie rebate pero que él se empeña en recordar y se regocija en repetir, tanto en las duras como en las maduras. Sus arengas ante la masa de socios asamblearios suelen adoptar un marcado tono confesional, ecuménico, evangelizador, como una especie de arzobispo que entornara sus ojos beatíficos en un sereno alarde de bendición o de perdón, mas siempre conciliatorio. Hace poco, al consabido título de mejor club del mundo y acaso del universo, el siniestro Florentino Pérez añadió un destino que me dejó pensativo y con un resto de melancolía: dijo que el Real Madrid y sus millones de seguidores son, por naturaleza, insaciables. Insaciables... Qué pena, ¿no?

viernes, 12 de junio de 2015

Cada junio desde hace no sé cuántos, mi madre me informa por teléfono de que han recibido una carta de Gijón a mi nombre. Yo, casi resignado a su inquietud, le digo que no se preocupe, que no es nada, que serán seguramente las bases del mismo concurso de todos los años, cuyos organizadores tienen a bien enviármelas con asombrosa fidelidad postal. En efecto, ayer las recogí en mano: un modesto certamen de poesía erótica al que no recuerdo haberme presentado, pero por el que tal vez me interesé cuando me interesaban los certámenes. Tanto en la lectura como en la escritura, no me resulta difícil acotar el erotismo narrativo, sea en una novela o en un relato; pero nunca he entendido bien la frontera lírica entre el género erótico y el que no lo es, salvo que nos aventuremos hacia esos dominios escabrosos que suelen afear la nobleza inherente a la alta poesía. Abro el sobre, toco las bases y de un vistazo me vencen los signos de la casualidad: la de este año es la más proclive de las ediciones habidas, la número XXX.

jueves, 11 de junio de 2015

Emulando el comienzo de La colmena -acaso lo mejor de Camilo José Cela-, una vez le comenté a una compañera de departamento -una compañera eficiente que ya entonces acumulaba muchos trienios y muchos sexenios en el noble oficio de enseñar la lengua y la literatura a las nuevas generaciones- que el reto principal al que antes o después hemos de hacer frente los profesores, los docentes, es la pérdida de perspectiva, olvidando lo esencial, esto es, a qué hemos venido y para qué se nos necesita aquí; y de dónde venimos. Claro, claro -repuso ella con una convicción sobrada, ligera, sospechosa-: por eso yo nunca la he perdido.

martes, 9 de junio de 2015

Llevo algún tiempo mareando la idea de abandonar a su suerte los escritos póstumos de Martínez de Paco. Si no soy capaz de avanzar en los propios y asumirlos con dignidad, si no conozco los resortes necesarios para procurarme a mí mismo una salida ulterior, la que sea, en el mero plano editorial, cómo hacer para organizar los trabajos ajenos y ofrecerlos después a la arbitrariedad de un mercado cada día más esquivo y más injusto con el espíritu de la creación. Supongo que al fin, por el bien de Jorge y de sus lectores potenciales, vencerá su palabra tenaz y mi dudosa perseverancia. La de albacea, sobre todo cuando media la amistad, es una labor eternamente hipotecada.

lunes, 8 de junio de 2015

Todo alimenta, todo puede encender siquiera por un segundo la llama del espíritu, de los sentidos, de la memoria. Solo hay que buscar bien en la despensa y empezar a sacar hasta lo que parecía caducado. Todo es útil cuando encuentra su hora.
En una misma página de la agenda de 2014, que acabo de hojear sin propósito, me sorprenden un par de anotaciones entre comillas, bien documentadas. Su destino parecía olvidado, cerrado para siempre, pero una inquietud inopinada las ha rescatado y aquí están. La primera, de la versión del Decamerón de Pasolini: "¿Por qué realizar una obra cuando es mucho más cómodo soñarla simplemente?"; la segunda, una simpática recurrencia de la película El exótico Hotel Marigold: "Al final todo saldrá bien, y si no sale bien es que aún no era el final".

domingo, 7 de junio de 2015

Insomnio plácido. Acuden sensaciones muy vivas de mis primeros años, cuando el cuerpo todo se entregaba a la expectación del nuevo día mientras notaba cómo crecía el trasiego inaugural de mis padres en la cocina de la casa aquella, en aquel saludo unánime de pájaros y azules tras los postigos. ¿Cómo será el amanecer de un niño en un barrio pobre de Tokio o en un cuchitril céntrico de la ciudad de Nueva Delhi, cómo será abrir los ojos en un campamento saharaui, en un poblado del extrarradio de Madrid o de Lisboa, en lo más alto de una favela de Río?

viernes, 5 de junio de 2015

Lo primero que hago es poner la fecha en la pizarra y esperar a que ellos la escriban en su cuaderno; mientras, paso lista. Así durante todo un curso, al comienzo de cada clase, con cada grupo de alumnos. Se trata de construir un orden, de institucionalizar un hábito, de higienizar la atención a través de la medida del tiempo. Somos tiempo, o nos hemos convencido de serlo. A veces me gustaría existir como esos robinsones de barrio que no saben el día ni la hora en que viven.

jueves, 4 de junio de 2015

Valoramos y magnificamos las que presumimos trascendentes, pero apenas nos inquietan las pequeñas decisiones del día a día, esas que despacha la intuición sin someterse a otros filtros. Bajar la basura ahora o hacerlo mañana, tomar el café aquí o en el bar de la otra acera, telefonear a un amigo o prorrogar el silencio hasta que tal vez sea demasiado tarde, marcar el 19 o no marcarlo en el boleto de la suerte... El hamletiano ser o no ser se dirime a menudo en la sucesión encadenada de los hábitos triviales, y no en las altas empresas que retan nuestra incertidumbre y explotan los guiones de cine y los desenlaces novelescos.
A principios de año me dejé tentar por un clásico largamente aplazado: Cándido, de Voltaire. Había ignorado hasta entonces que su título completo es Cándido o el optimismo, de donde se infiere que el hombre y la mujer optimistas llevan en su esencia etimológica cierta dosis de candidez, si no toda. En mi ejemplar señalé algunos fragmentos:
"[...] los que han dicho que todo va bien han dicho una necedad: hubieran debido decir que todo va del mejor modo posible";
"[...] ¿cómo [en Eldorado] no tenéis frailes y clérigos que enseñen, que discutan, que gobiernen, que intriguen y que hagan quemar a la gente que no comparte su opinión?";
"Pangloss tomó la palabra y dijo: Maestro, venimos a rogaros que nos digáis por qué existe un animal tan extraño como el hombre. ¿Y tú -preguntó el derviche- por qué te mezclas en eso, acaso es asunto tuyo?";
"¿Qué es el optimismo?, preguntó Cacambo. ¡Ay! -dijo Cándido-, es la manía de sostener que todo va bien cuando todo va mal".
Releído esto, hago memoria: solo conozco a una Cándida y a un Cándido, pero sé de unos cuantos cándidos y cándidas que se asoman a los medios y ocupan puestos de relevancia.

miércoles, 3 de junio de 2015

Se acordó y aquí está. El libro se titula Las mentiras del 11-M y se subtitula 192 falsedades sobre la mayor masacre terrorista que ha sufrido España. Lo firma Luis del Pino, periodista, cuanto menos, de un perfil tendencioso si juzgamos la solapa de méritos: colaborador de la Cadena Cope, Libertad Digital y El Mundo, aparte de contertulio en sendos programas radiofónicos dirigidos por Federico Jiménez Losantos (me suena) y por César Vidal (también). Lo hojeo, por qué no, no sin antes ponerme unos guantes.

martes, 2 de junio de 2015

Pasada la medianoche, acudí adonde mi hija me había citado para recogerla. Centenares de jóvenes campaban en la amplitud de esa zona de la periferia, en grupúsculos que semejaban tribus danzantes alrededor de una bolsa con botellas y cubitos de hielo. Los altos tacones de las adolescentes llamaron mi atención. Muy cerca parpadeaban los neones de lo que hoy denominan locales de ocio, y en la otra parte dormitaba, vacío, el vasto aparcamiento de una superficie comercial. Cuando Helena subió al coche me embargó una inmensa distancia, como si de pronto claudicara del espectáculo de esa juventud temeraria en cuyas filas yo también milité, y en la que no hace tanto me zambullía con nostalgia. No, no querría volver para empezar de nuevo, para tener que transigir con las imposiciones y los trámites de una edad que solo es hermosa en el recuerdo. Sentí, sobre todo, una ilimitada pereza.

domingo, 31 de mayo de 2015

Queda constatado que si a un estadio de fútbol acuden más de noventa mil vascas, vascos, catalanas y catalanes, cada cual con su pito y con su soberana determinación de usarlo cuando le venga en gana, la pitada puede ser masiva, ensordecedora, memorable, indudablemente sonora o, como se ha escrito en diversos medios, monumental.
Se constata también que esa actitud, manifestada en el contexto de un espectáculo deportivo que requiere el pago de una entrada y que preside Su Majestad (quien ha venido a entregar Su Copa) puede herir acendradas sensibilidades patrias, por lo que las autoridades políticas alertan a las jurídicas y quién sabe si a las policiales para que busquen y encuentren a los miles de pitadores y pitadoras vascos, vascas, catalanes y catalanas que han soplado su pito justo cuando no lo tenían que soplar.
Y se impone la evidencia (ay, esta vez unánime) de que solo las dos piernas del argentino Lionel Messi fueron y son capaces de aliarse con un balón para hacer lo que él suele sobre el césped de un campo de fútbol.

viernes, 29 de mayo de 2015

La vida se desangra en vagas ideas que ni siquiera alcanzan la categoría de proyecto. Cuántos versos que se olvidaron antes de tocar el papel, cuántos poemas posibles que se extraviaron en la intuición de un instante que nos pareció extraordinario, cuántas historias que provocaron nuestro interés y se nos insinuaron como un relato genial y no pasaron de ahí, cuántos argumentos de novela imaginados de un tirón durante una travesía en tren o mirando las estrellas una noche de julio. Nunca sabremos cuántas maravillas de la literatura y del arte naufragaron en el limbo de la pereza o la renuncia.

jueves, 28 de mayo de 2015

El día se tuerce con determinación e irreverencia. Basta un presagio, una mirada esquiva, una palabra no dicha, las horas perdidas, la tarde sin café, el pinchazo de una rueda. Es poco lo que uno puede hacer. Mejor que pase, que se acabe la cifra irrepetible que lo nombra. De mañana nada sabemos.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Me toca el hombro por detrás y al volverme lo veo, al cabo de quince o veinte años. Amigo de mi padre, con quien defendió algunas causas corporativas allá en el pueblo, le perdimos la pista a raíz de su divorcio. Muchas veces nos hemos preguntado por dónde andará, qué será de él. Me sorprende su rostro casi triste en el cuerpo enjuto y vivaracho de siempre. De profesión maestro, me dice que se jubiló hace una década y que ahora vive en un piso aquí al lado -¿alquilado?-, pasada la iglesia; así que somos casi vecinos. Ha envejecido, qué duda cabe; los años no perdonan. Me pide que transmita recuerdos y yo regreso corriendo a la clase de las once y media. Se me ocurre que es el único Virgilio que conozco en persona, que nunca conocí a otro Virgilio. Sentado ahora ante el teclado, me pregunto cómo me habrá encontrado él, si también él se habrá ido pensando de mí que, en efecto, los años no perdonan a nadie.
La jornada se fue llenando de noticias paradójicas, surrealistas, dignas de una escena que ilustraría cualquier esperpento de Valle-Inclán.
De entrada, el padre de una niña asesinada hace años ofrece al único acusado del crimen, que sigue en la cárcel, una suma de dinero y una especie de sueldo vitalicio y la retirada de todas las denuncias por revelar el lugar exacto donde se encuentra el cadáver de su hija. Después, un corrupto se acerca a los micrófonos y admite con cierto desenfado que fue un corrupto, asume la pena que se le imponga y promete devolver lo que se llevó, aunque ha perdido la cuenta; pero, sobre todo, se atribuye a sí mismo una extraña patología que va más allá de la mera cleptomanía: era un yonqui del dinero. Al fin, el neoliberalismo encorajinado y psicótico se pone piel de cordero, se postula de centro-izquierda (centro-izquierda con la que hoy comparte el grueso del programa que no ha leído) y regala generosamente la alcaldía de la capital, todo en defensa de la democracia amenazada por una peligrosísima activista antisistema, exjueza de 71 años. 
Para rizar el rizo, el compañero del diálogo de sordos de ayer se empeña en traerme un librito que demuestra con datos objetivos la verdadera verdad de los atentados de Madrid, confiando en que yo lo lea.

martes, 26 de mayo de 2015

Pese a mi natural tranquilo, ayer me vi envuelto en un diálogo de sordos que derivó hacia posturas irreconciliables, defendidas con vehemencia. Creo que se empezó hablando de la subjetividad en los medios de comunicación, de la marcada ideología que esgrimen algunos que se llaman periodistas, y se acabó desvariando sobre la autoría de los atentados de Madrid, en marzo de 2004.
Lo pensé y no lo dije, pero ahora lo escribo: entre la documentación histórica y la documentación literaria hay un salto imperceptible, una tierra de nadie que acaso solo se resuelva en el seno íntimo de la inteligencia, de la cultura, del sentido común.

lunes, 25 de mayo de 2015

La chica entra al ascensor en uno de los pisos de arriba y pulsa el cero. A mitad de camino, el ingenio se detiene y se abre para que acceda un chico que vive más abajo. El saludo es tímido, huraño, fastidioso. Los dos llevan en la palma de su mano un teléfono móvil conectado con hilos a los orificios de sus orejas y no apartan la vista de sus pantallas respectivas. Concluido el descenso, cruzan el zaguán y salen a la calle. Uno toma la acera de la derecha, el otro desaparece por la izquierda. Hace apenas quince minutos, uno de los dos se ha masturbado en el cuarto de baño de su casa inspirándose en la imagen lúbrica del cuerpo del otro.

domingo, 24 de mayo de 2015

A las seis y media estaba despierto, y a las nueve y veinte ya había votado. Tenía ganas, muchas más que de costumbre. En el fondo de cada urna había cuatro sobres, cinco con el mío, con cada uno de los míos, en cada urna. Después, no sé por qué, me he dado el gusto de atravesar la ciudad por su centro neurálgico, de norte a sur, ebrio de domingo, disfrutando de que yo era casi el único conductor y que los semáforos se me iban abriendo al verde conforme pasaba. Ya en el puente de Los Peligros, la paradoja del cielo cubierto me ha sacado de mi ensoñación y me ha devuelto a la turbia realidad: estamos en Murcia, aquí es muy raro que llueva. Sería un milagro.

sábado, 23 de mayo de 2015

Llegados a este punto -estoy haciendo mi prescriptiva reflexión en víspera electoral-, no es que a mí ya no me basten las medias tintas: es que me fastidian, porque atentan contra lo más íntimo de mi dignidad como ciudadano y como persona. Ha sido tanto el desprecio, tanta la desvergüenza de palabra y de obra, tanto el abuso y la tergiversación consciente, que ahora urge comprometerse por un radicalismo humanista, para que la justicia social y los derechos fundamentales ganen el pulso a los usureros y a los corruptos y a los apoltronados, todos perfectamente satisfechos del sistema que los bendice y los indulta y los beatifica. Si la democracia está de su parte, es que no es democracia, no puede serlo. Si el único sistema posible es el que ellos pregonan, entonces llamadme antisistema, llamadme radical.

viernes, 22 de mayo de 2015

En los espejos me tolero; en las fotos, muy pocas veces; en los vídeos me avergüenzo de verme; en las grabaciones de voz siento que ni siquiera soy yo. Sin embargo, cuando me proyecto públicamente, en una reunión o en un estrado o incluso en el trato de tú a tú, me percibo y me oigo casi con cordialidad, ebrio de un humorismo cínico pero asequible, casi cómplice de mi repertorio de gestos y palabras. Creo que si yo no fuera yo tendría de mí la imagen de un pedante o de un engreído con ínfulas de intelectual. Creo que no me soportaría.
Lo he sentido hace un momento, como cada vez que cruzo el paso a nivel con barreras, sobre todo si las barreras estás bajadas y se eterniza el aviso y el sol de la mañana levanta un efecto de polvo en suspensión a uno y otro lado de las vías: la duda de si me habré quedado atrás, en peligro inminente de atropello, paralizado en un mínimo desfase entre el segundo anterior y el segundo posterior, o si algo de mí que ya no viene con mi conciencia se habrá rezagado sin remedio, tal vez una parte de mi cuerpo, tal vez mi alma o mi espíritu o tan solo la sombra que de mí se proyecta hacia el pasado. Entonces no puedo evitarlo: me doy la vuelta para cerciorarme, y solo cuando me alejo unos metros y escucho el último silbato de amenaza y el ruidoso avance de la maquinaria y de nuevo el silencio me sé completamente a salvo de la tragedia.

jueves, 21 de mayo de 2015

De repente, ganas irreprimibles de decirlo todo, de expresarlo todo. Sin estrategia, sin cálculo. Aunque solo sea una forma de justificar el instante cotidiano, una tregua para superar este tiempo sin tiempo en que cualquier empresa totalizadora se antoja imposible, quimérica. Cauce libre a la ocurrencia, al talento fragmentario, al apunte satisfecho de sí mismo, al esbozo que no quiere ser vago borrador ni proyecto demorado, sino el arco y la flecha y el impacto de su verdad inmediata.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Los días se suceden sin que pueda atrapar nada en ellos. Como un autómata de mi destino, siento apenas su materia escurridiza, me sé rehén de su repetición. Nada leído, nada escrito, nada perdurable. Ninguna huella sobre la que afirmar el paso. Justo lo que más temía.

martes, 5 de mayo de 2015

LO MÁS GRANDE

De las fiestas que se dicen populares, llama la atención la pasión y el celo que algunos lugareños ponen en resaltar ante el ancho mundo su exclusividad y su grandeza, sin duda inigualables. Lo mismo da que se trate del paseo procesional de la imagen de una virgen o un cristo, del multitudinario desfile de individuos disfrazados de moros o cristianos, de los supuestos herederos de quienes antaño ejercieron de huertanos y huertanas, de los fieles abonados a los excesos gastro-alcohólicos de cualquier feria que se precie. Si se les arrima un micrófono y una cámara proclamarán sus afectos ancestrales y justificarán los usos y costumbres -sean cuales sean, así el maltrato animal como el torpedeo de toneladas de productos de cultivo- con la más barata de las complacencias: siempre se ha hecho así y así tiene que seguir. Pero el colmo de la magnificación gratuita de los hábitos locales la alcanzan, sobre todo, aquellos cronistas que se arrogan el estatus de sabios oficiales de la cosa y prestan su exaltada voz y su dudosa locuacidad y su sapiencia antropológica a la emisora de televisión pública que narra en directo los entresijos del evento. Entonces todo afán deviene regodeo verdaderamente patético.

jueves, 30 de abril de 2015

LA UNIVERSALIZACIÓN DE LO ACCESORIO

En un recodo del atajo que tomo para acceder a la autovía suelen desenvolverse los miembros de dos o tres familias de rasgos gitanos, rumanos con toda probabilidad. Son los mismos hombres y mujeres con los que a menudo me cruzo en otros barrios de la urbe, pedaleando sobre sus bicicletas cargadas de residuos, acechando los contenedores municipales de basura, metiendo en ellos más de medio cuerpo y discriminando lo que a nosotros nos parecía inservible. Viven en un par de casas ruinosas, intuyo que sin agua corriente -cuando llueve colocan cubos estratégicos bajo el trazado de las vías que pasan por encima- y sin luz eléctrica -al oscurecer se adivina tras la ventana el parpadeo pobre de un carburo o de un candil. Los niños corretean las inmediaciones en perfecta libertad, mientras los mayores, acabado su itinerario cotidiano y apoyadas las bicis en la baldosa, consumen sus ocios fumando de sus propias cajetillas de tabaco de marca o manipulando con destreza sus teléfonos móviles de ignoro qué generación tecnológica.
Otro escenario y otro personaje, pero sin mudar de asunto. La otra mañana, en la calle más transitada de Murcia, observé al tipo de mediana edad, de apariencia nórdica y perfiles quijotescos, que desde hace años se aposenta junto a su bandeja de pedigüeño en el mismo portal, frente a una olorosa confitería, custodiado por algún perro, y dedica las largas horas de su largo día únicamente a la lectura, casi ajeno a la generosidad de los viandantes. Al pasar, mirando un poco de soslayo, me sorprendió que sus ojos no se posaran, como hasta ahora, sobre las páginas de un libro de papel, sino en la novedad de pantalla digital que la lengua inglesa denomina ebook y la española libro electrónico. No sé si será un regalo o una adquisición, por así decirlo, caprichosa; pero se me antojó impropio de la circunstancia que las mismas manos que recogían las monedas de la caridad se permitieran tal dispendio.
No me costó enlazar la imagen esta del mendigo ilustrado con la de los rumanos aquellos que viven sin luz ni agua y que escarban en nuestros desechos para negociar el sustento. Al cabo de unos metros ya solo pensaba en mi modesta teoría sobre las paradojas actuales de la pobreza, tan distinta de la sencilla fórmula de austeridad, basada en las meras prioridades, que muchos hemos conocido por nuestros abuelos. Y, detenido en un semáforo, leí nítido el título de una entrada de blog.

sábado, 25 de abril de 2015

DOS REFERENTES A PROPÓSITO DEL LIBRO

En pocas horas, merced al dictado de la actualidad mediática, la efeméride anual del Libro pone a mi alcance dos textos -un discurso que parece un artículo, un artículo que parece un discurso- que me reconcilian felizmente con esas viejas convicciones que de vez en cuando se adormecen y vegetan largas temporadas en las regiones más recónditas del pensamiento. Se agradecen sendas ráfagas de luz (mejor decir lucidez) en este tiempo en que lo que creía más firme se tambalea y zozobra en el océano cotidiano de la mediocridad.
El primero, esperado, previsible en el fondo y en la forma, lo leyó ante las diversas autoridades de la noble causa cervantina el escritor Juan Goytisolo, que no desaprovechó la ocasión para insistir en una serie abigarrada de principios que convergen en un claro compromiso. Marcó distancias con los escritores que conciben su tarea como una carrera, con los parásitos que incurren en la vanagloria de buscar el éxito y la fama a través de la literatura, y aireó sus dudas íntimas al ser objeto de halago por la institución literaria. Se alineó contra la uniformidad impuesta por el fundamentalismo de la tecnociencia en el mundo globalizado de hoy. E imaginó al hidalgo manchego acometiendo contra los corruptos de la ingeniería financiera y contra los esbirros que proceden al desalojo de los desahuciados, o socorriendo, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla, a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad. "Volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura, tal es la lección del Quijote", dijo. 
El segundo es un artículo (no por obvio menos revelador) que firmaba en el periódico César Antonio Molina, bajo el título La lectura secuestrada. En él se advierte del triste panorama que supone para la cultura (para el sentido humanístico de la cultura del libro) la irrupción invasiva de las nuevas tecnologías. Habla de "colonialismo digital", del "uso fundamentalista de las aún llamadas nuevas tecnologías", de la gran falsedad que anida en la expresión "nativos digitales", de esa muerte del pensamiento y teología del ocio que ya anunciara Bataille. Con agudeza se pregunta si pueden realmente ser docentes quienes no hacen del logos, del lenguaje, el eje de su labor educadora, independientemente de su especialidad. En esta vorágine de lo nuevo que quiere triturar al libro de papel, el autor pide una tregua, un tránsito, una cooperación entre el antes y el ahora; y apela "al silencio, a la intimidad, a la concentración, a la imprescindible construcción de referencias culturales, y a la capacidad de interpretación e integración del texto, de la obra"; porque "la mente no puede ser educada en la dispersión, en el continuo ajetreo". Cita Elogio del papel, un ensayo de Roberto Casati, y hace suyo el precepto de que la escuela debe, en cierta medida, resistirse a las tecnologías distrayentes, velando por que el verdadero cambio sea el desarrollo moral e intelectual de los individuos.
Suma de ideas que yo, a mi vez, suscribo con un radicalismo creciente, numantino.

martes, 21 de abril de 2015

MI PRIMER LIBRO

Desde el principio viví como un milagro que la colección de poesía El Bardo se interesara por mi libro y accediera a publicarlo. Antes de eso, el mecanuscrito había permanecido casi dos años acumulando polvo en las dependencias de la Editora Regional de Murcia, hasta que mi impaciencia veinteañera lo rescató en un arranque de orgullo y decidió moverlo hacia un par de editoriales, una de Madrid y otra de Barcelona. De la primera nunca obtuve ni un mísero acuse de recibo; de la segunda sí me llegó esa respuesta afirmativa que, no obstante, quedaba supeditada a condiciones financieras ventajosas para ambas partes: a mí no me costaría un duro y a ellos tampoco. Así que acepté el reto; y como me sobraban el tiempo y la ambición y no tenía nada que perder, me apliqué a mendigar la compra anticipada de ejemplares a media docena de instituciones públicas y privadas con las que me ligaba alguna relación literaria gracias a varios premios y publicaciones, hasta reunir casi dos tercios del presupuesto pactado. Cuando al fin recibí el libro y acaricié sus pastas me asaltaron sensaciones contradictorias que tal vez algún día comparta con el lector. En la escena siguiente me veo indagando el prestigio de un profesor -Javier Díez de Revenga- que accedió a apadrinarlo y que no mostró remilgos a la hora de acompañar a un principiante en la presentación de su obra, lo que se hizo en la sala de cierta entidad bancaria una tarde lejana de aquel junio cuajado de esperanza. 
Durante los últimos meses he ido volcando los poemas de aquel libro (solo he descartado tres o cuatro, así como una parte central con veintidós aforismos u ocurrencias) en un blog que titulo, como no podía ser de otro modo, Imágenes de archivo.

lunes, 13 de abril de 2015

EL TÚNEL DE SÁBATO

"la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza".
"es fácil ser modesto cuando se es célebre; quiero decir parecer modesto".
"con los años se llega a saber que la muerte no solo es soportable sino hasta reconfortante".
"Existió una persona que podría entenderme. Pero fue, precisamente, la persona que maté".
"pero, ¿hasta qué punto se puede decir que la mirada de un ser humano es algo físico?".
"Yo me pregunto por qué la realidad ha de ser simple".
"mi soledad no me asusta, es casi olímpica".
"Entonces comprendí que nadie, nunca, sabría que yo había sido transformado en pájaro. Estaba perdido para siempre y el secreto iría conmigo a la tumba".
"tengo una sensualidad introspectiva, casi de pura imaginación".
"Las cartas de importancia hay que retenerlas por lo menos un día hasta que se vean claramente todas las posibles consecuencias".
"en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida".
"¡Qué implacable, qué fría, qué inmunda bestia puede haber agazapada en el corazón de la mujer más frágil!".
Libreta de citas, junio 89

jueves, 9 de abril de 2015

LA CASA DEL PALOMAR

Hace justo una semana acudí a mi cita anual con Moratalla y su pintoresco estruendo de tambores. (Los tambores: elemento indisociable de nuestra Semana Santa, razón y símbolo del modo peculiar que allí tienen y tenemos de entender la celebración de estas fechas del calendario cristiano).
La visita, tan apresurada como siempre, con las horas contadas, me sirvió sin embargo para recuperar antiguas sensaciones que aún acechan cuando cualquier excusa me acerca a la calle en la que se eleva la casa donde nací y viví hasta los diecinueve años. Iba con mi hijo, así que no pude resistirme a concretarle ciertos detalles -nombres y motes de vecinos que habrán muerto, intrépidos pasatiempos de los niños de entonces- que mi memoria conserva con empecinada precisión.
A la fachada de la casa le han cambiado el color, han incorporado un tubo vertical que canaliza el agua de lluvia y han colgado un grotesco artefacto de aire acondicionado; pero mantiene la ventanita del segundo piso, desde la que uno miraba la calle y podía alargar el brazo y tocar las tejas, y también el balcón del primero, que aunque ya es otro sigue estando en el mismo sitio, asomado sobre la enorme puerta de dos alas de madera que ostenta el número 22.
Si cierro los ojos sé averiguar cada peldaño de la escalera por la que alguna vez caí, el lugar exacto de las llaves de luz (la de la despensa era una simple horquilla del pelo que girábamos como la aguja de un reloj), el tacto de la baranda de la sala de la tele (por la que solía impulsarme con el cuerpo para girar velozmente en el descenso), la chimenea de leña y la pila de lavar y la reja de la cocina que daba a la calle de atrás, el poyete de pared donde se alinearon alfabéticamente mis primeros libros.
Me senté en el escalón y Federico me hizo una foto con su móvil, mientras me sorprendía de nuevo del tamaño imposible de las cosas, de la soledad y la sordidez y el abandono, de la paradójica parálisis del tiempo.
Luego, en la comida, mi padre repitió que el día que yo nací él estaba adecentando la entrada con una baldosa y un zócalo. La baldosa ya no está, dije, pues la han engullido los adoquines municipales; pero el zócalo de cemento con su disparo de arena gorda todavía existe, al cabo de casi medio siglo.

sábado, 4 de abril de 2015

LO ÚNICO QUE SÉ HACER

La tentación del fracaso, los diarios de Ribeyro. Por cualquier lugar que los abro (y hoy me tienta abrirlos por la herida abierta de la que fue su edad y ahora es la mía) saltan a la vista los fragmentos señalados, las complicidades casi trágicas, las terribles y fatales afinidades:
 
Cuando no estoy frente a mi máquina de escribir me aburro, no sé qué hacer, la vida me parece desperdiciada, el tiempo insoportable. Que lo que haga tenga valor o no es secundario. Lo importante es que escribir es mi manera de ser, que nada reemplazará. Cuando imagino una vida afortunada, millonaria, veo siempre el lugar donde pueda seguir escribiendo. Si no fuera necesario comer, dormir, trabajar, no abandonaría este sitio, donde nada me incomoda, donde gozo del más completo albedrío, donde soy dueño del mundo, de mi mundo, sus fabulaciones, hazañas, torpezas, locuras, el mundo irreal de la creación, al lado del cual no hay nada comparable.
11 de mayo de 1975

Quién, Dios mío, quién comprenderá que cada palabra que he escrito he tenido que pensarla laboriosamente y la he puesto sin dejarme vencer casi nunca por la facilidad. Cuántas horas de una vida, a cuya seducción he sido tan sensible, he tenido que sacrificar por alinear una palabra tras otra, sin ninguna esperanza de recompensa ni de éxito, atento solo al veredicto de mi propia conciencia, sin otro premio tal vez que la satisfacción de haber obrado bien. Así, escribir bien es un acto profundamente moral donde estética y ética se confunden.
18 de agosto de 1975

Debo tener siempre presente esto, que a menudo tiendo a olvidar: lo que quedará de mí será lo que escribo, y todo lo demás -eficacia en mi trabajo oficinesco, brillantez en las reuniones sociales, etc.- carece completamente de importancia. Debo hacer lo único que sé hacer más o menos bien, lo que me agrada hacer y lo que otros no pueden hacer en mi lugar: escribir mis historias boludas o sutiles, hasta reventar.
18 de julio de 1976

jueves, 2 de abril de 2015

LOCOS DE ALFAU

Me despertaron las quejas de Darío y ya no pude conciliar el sueño. Estuve un rato en silencio, arrellanado en el sofá del salón, escuchando la presencia callada de las cosas. En el reloj eran las cinco y diez, luego las cinco y veinte, más tarde las cinco y media. Dudé entre entornar los párpados, salir a correr un rato por las calles que amanecen, ensartar palabras para algunas ideas pendientes o abrir un libro bajo la luz de la lámpara.
El libro que tomé es una novela escrita en 1928, en inglés, y publicada en 1936 en los Estados Unidos, país donde permaneció casi inadvertida hasta que fue rescatada en 1988 y, por fin, traducida al castellano un par de años después. Adquirí este ejemplar presumiblemente a mediados de los noventa, en una feria del libro antiguo y de ocasión (el mío conserva un escueto autógrafo). Sé que en aquel entonces empecé a leer sus páginas y que lo estimé como una rareza sugestiva, tanto que decidí aplazarlo para cuando pudiera dedicarle toda mi energía. Pero el momento no acababa de llegar, nuestros caminos sufrieron diversos avatares y desencuentros.
Mientras el sol se insinuaba al final de la avenida había leído de un tirón un capítulo completo (las últimas líneas coincidieron con el segundo despertar de Darío), ese primer capítulo que ahora he vuelto a leer, buscando huellas. Siempre me atrajo el manejo de la ficción en clave metaliteraria; en este caso, además, me evoca inevitablemente a Cervantes, también a Unamuno (Niebla) y a Pirandello (Seis personajes en busca de autor), y quizá a las criaturas de Juegos de la edad tardía (Luis Landero, 1989).
El autor de esta pequeña reliquia es un absoluto desconocido para la literatura española: se llamó Felipe Alfau, un barcelonés emigrado a Nueva York en los años veinte.
Así comienza Locos:
"Al escribir esta historia, estoy cumpliendo una promesa hecha a mi amigo Fulano.
Mi amigo Fulano era el menos importante de los hombres y esta era la gran tragedia de su vida. Fulano vino a este mundo con el indesmayable propósito de hacerse famoso, y había fracasado por completo, llegando a ser la más oscura de las personas. Había intentado toda suerte de planes para adquirir importancia, popularidad, reconocimiento público, etcétera, y el mundo se negaba con torva y persistente determinación a reconocer incluso su existencia".
Este Fulano se ofrece al narrador como personaje de su historia y... Lo que sigue no defrauda.

jueves, 26 de marzo de 2015

LECTOR LENTO Y RELECTOR

Soy lector lento, tal vez en exceso. Desde que me decanté por el goce de los libros, me ha gustado la caricia demorada de sus páginas, el dulce paréntesis que se afinca entre un párrafo y el párrafo que lo sigue. Siempre procuro tener a mano un par de bolígrafos de distinto color y una regla para subrayar y anotar con un mínimo de pulcritud. No suelo retomar una página sin haber calculado antes el tiempo que podré dedicarle, ese que me asegure no interrumpirla sin haber llegado al final del capítulo. Es raro que lea de forma intempestiva o apresurada, en cualquier hora y lugar, con multitudes vociferantes o ruidos alrededor, y por supuesto nunca si me hallo en movimiento. Esa especie de la lectura que llaman compulsiva me ha doblegado en muy contadas ocasiones, quizá porque elijo títulos cuya intensidad se dirime del lado del lenguaje, obras que no se agotan en el discurrir más o menos anecdótico de tramas y personajes. Selecciono mucho, es cierto; tanto que la indecisión me paraliza y a menudo acabo aplazando el momento de empezar algo nuevo, como le ocurría al burro de Buridan cuando se le ofrecía comida de dos cubos equidistantes. Tampoco me seducen las novedades editoriales (solo experimenté relativa ansiedad con el primer Muñoz Molina y con el último Saramago) ni los exitosos mamotretos que copan los expositores de los grandes almacenes, esos que al año siguiente industrializa el séptimo arte. Pese a mi disposición perseverante, tengo clavada la espina de clásicos con los que definitivamente no supe conectar: La cartuja de Parma (Stendhal), Retrato del artista adolescente (Joyce), Tirano Banderas (Valle-Inclán), Mientras agonizo (Faulkner), La náusea (Sartre) y algún otro que hoy no se presta al escrutinio de mi memoria. Me hago mayor: admito que cada día que pasa soy más proclive a los placeres de la relectura.

viernes, 20 de marzo de 2015

LOS HOMBRES-ORÁCULO

Circulábamos por la autovía que lleva al pueblo, en el tranquilo mediodía de sábado. En una recta, la mano inquieta abandonó el volante durante tres o cuatro segundos, halló a tientas el botón y de inmediato se hizo nítida la voz casi familiar de la locutora, que en ese preciso instante anunciaba la entrevista con un poeta catalán: "el más leído y traducido de los poetas catalanes vivos", precisó. Tras un gesto de conformidad interceptado en el espejo retrovisor, la mano se detuvo, ya no indagó más.
La alternancia de preguntas y respuestas se sazonada con la lectura de algún poema breve. El decir sereno del invitado fue llenando poco a poco el habitáculo del coche y poco a poco impregnó por un tiempo sin reloj el paisaje de la travesía. Se imponían sus palabras humildes e imperiosas, cabales, acerca del misterio de la poesía, de lo que puede aportar a los hombres y mujeres que sepan acercarse a ella, de la necesidad de transmitirla de otro modo a las generaciones de escolares, del despropósito de un modelo de enseñanza basado únicamente en contenidos objetivos y en prioridades prácticas, de la barbarie de los actuales e inmediatos planes del ministro de Educación...
Hablaba sin esfuerzo, desprovisto de afanes efectistas, con el tono honesto y sentencioso de un oráculo. Escuchándolo, pensé que solo a algunas personas les fue dado el talento para expresar las evidencias como si fueran revelaciones, con sencillez preclara, y que por desgracia cada vez van quedando menos. Hay, es verdad, muchos artistas e intelectuales que dan voz y luz a nuestras conciencias a través de sus obras; pero solo unos pocos encuentran el preciso equilibrio entre el nombre y lo nombrado cuando se contagian de la espontaneidad de una efímera conversación radiofónica. Cuanto dicen, a algunos nos parece que mana de una fuente que siempre está más allá, a otra altura que sin embargo nos consuela y nos sacia, en un lugar exclusivo y reservado que nos seduce y nos arrastra con voluntad cómplice, con gratitud gemela.
Al día siguiente tomé la edición bilingüe de Casa de misericordia que no había leído aún.
El poeta, Joan Margarit.

jueves, 19 de marzo de 2015

ANTES DE LEVANTARME


CHARCO DE LODO
Algunas veces cunde el desaliento.
Huele a dicho antiguo y a expresión trillada,
y sin embargo todo parece conjurarse
-desde los altos astros a las bajas hormigas-
para mostrar su tizne, su enfado, su mentira,
y salpicar de lleno el traje del viandante.
Una niebla feroz borra las pistas.

HACERSE EL MUERTO
La inocencia del niño fraguaba su estrategia
tapándose la cara. Se quedaba en la cama
y simulaba fiebre para no ir al colegio,
o se tiraba al suelo en esa pirueta
de pólvora y revólver y escena de vaqueros.
Como entonces, uno añora a veces
la noble potestad de hacerse el muerto.

ABSOLUCIÓN
¿Qué sería ahora si hubiera sido entonces lo que no fue nunca? ¿Qué sería después de preguntármelo?
En el nombre de los efectos y las causas, ego te absolvo.

AUTOTERAPIA
Si el hombre no hablara, no habría moscas; pero si no escribiera, yo no estaría aquí, yo no hubiera llegado hasta este punto, al borde tumultuoso de esta línea de vértigo.

AGONÍA
La resignación no es desacuerdo,
sino entrega, abandono.
Te quejas de resignación porque vives en la lucha,
porque albergas esperanza,
porque no te has resignado todavía.

TRISTEZA
Qué triste es la tristeza cuando se pone triste y plomiza como el día detrás de los cristales.

martes, 10 de marzo de 2015

EL ORO DE LOS PADRES

Se conocieron en el mismo pueblo que los vio nacer. Ella probablemente acarreaba un cántaro de agua de la fuente; él quizá pasaba por allí, llevando del ramal un burro con una carga de leña.
A finales de la década de los cincuenta, la vida aquí no era fácil, y los muchachos y muchachas abandonaban los lápices y los pupitres para ayudar a la familia; daban el salto de la niñez a la juventud sin un atisbo de adolescencia.
El noviazgo debió de ser como los de entonces, con anocheceres a la intemperie de la puerta de la casa de ella y con pudorosos escarceos cuando hubieran transcurrido los tiempos del cortejo.
Luego a él lo llamó la imperativa voz de la patria y permaneció dieciséis lunas completas acuartelado en el norte de África, instruyéndose en la virtud de la paciencia, escribiendo esforzadas postales y cartas, asimilando el código de las arbitrariedades castrenses, añorando su ayer, soñando su mañana. Ella esperó, como sucede a veces en las películas y en los libros, ocupada en labores que la avejentaban sin remedio, antes aún de alcanzar la mayoría de edad.
Los separó de nuevo la brecha de la emigración; hasta que celebraron boda según los usos y al poco se marcharon juntos para progresar en los campos de viñedos del sur de Francia. Aquellos fueron, dicen, los mejores años.
Volvieron al lugar de sus raíces y con los ahorros pagaron la vivienda, compraron algunas tierras de cultivo, administraron una taberna durante un lustro y más tarde una tienda de bebidas y comestibles que les duró hasta la jubilación.
Entre tanto, alumbraron un hijo y una hija, y pudo haber otra más que les nació muerta. Peseta a peseta, con el empeño y la fe que atesoran los humildes, levantaron la casa que hoy habitan, sacrificaron cualquier lujo para dar estudios a los suyos, entraron silenciosamente en la edad de los achaques y los fármacos.
A menudo los doblega el orgullo de haberse hecho a sí mismos, de no tener que agradecer herencias (al contrario: más bien duelos y quebrantos).
El cura los casó un diecisiete de diciembre muy lluvioso, hace medio siglo. El otro día, para conmemorarlo, reunieron en un restaurante a sus dos hijos y a sus cinco nietos y a sus consortes respectivos. Preguntados, no hallaron las palabras que supieran expresar el secreto.

jueves, 5 de marzo de 2015

EL OCASO DE GUSTAV VON ASCHENBACH

“Y, como tantas otras veces, se dispuso a seguirlo".
La muerte en Venecia; THOMAS MANN

   Si el Arte es vida potenciada y varia,
Vario y triunfal refulge tu pasado:
Disciplina y talento te han colmado
De nombre y fama y gloria literaria.
   Sabes de tu existencia solitaria,
Mas no por eso excusas de tu estado;
Viejo y sabio, contemplas al amado:
Divino don, incendio, luminaria.
   Tus horas pasas raudo tras su pista
-Hermoso efebo, sueño veneciano-,
Lo persigues y gozas con la vista
   Por calles y canales, pero en vano:
Los mil pudores sufres por artista,
Humillación y acucia por anciano.

miércoles, 4 de marzo de 2015

JORGE LUIS BORGES HABLA DEL OTRO, O VICEVERSA

“No sé cuál de los dos escribe esta página”. 
El otro, el mismo; JORGE LUIS BORGES

   Si vuelvo atrás, si indago en ti la cara
Que mis espejos o tu noche han roto,
Torno a tentar los dones que el remoto
Poema que no hicimos nos depara.
   Si alcanzo a ver la curva que separa
De aquellos embelecos los que anoto,
Sentencio que mi vida es la de otro,
Ese dual laberinto o luna clara.
   Mas mi empeño es osado, terca estela;
Tú ya no ignoras que persisto añoso
Entre anaqueles viejos, donde vela
   Su tablero perenne y conceptuoso
Esta nada que somos: parentela
Que nos salva y condena con su acoso.