martes, 7 de noviembre de 2017

Por fin saco un par de horas y alguna fuerza para indagar en el laberinto de archivos y duplicidades poéticas que sestean en varias carpetas del portátil. Menos mal que de casi todo guardo copia física, en papel, aunque en un desbarajuste ordenadísimo de textos que creí definitivos y que luego no lo fueron o que se colaron con otra apariencia en el cuaderno más insospechado. Casi sin darme cuenta he agrupado veintiséis haykus (alguno más habrá por ahí, seguro) y he alfabetizado los títulos de treinta y tres poemas más o menos recientes, de nueva estirpe, pues han nacido fuera de esos volúmenes antiguos que ya tenían entidad de poemario antes de que acabara el milenio. La tarea será larga, pero confío en poder inventariar todo el material válido, inédito (acaso oscile entre trescientos y cuatrocientos poemas), para, después, empezar a cribarlo y organizarlo según criterios que todavía ignoro. Necesito ver aisladamente cada árbol, examinarlo y nutrirlo si se muestra robusto, o bien podarlo, o cortarlo de raíz, para hacerme una idea sensata del alcance y las posibilidades de mi bosque de versos. Tarde, en fin, bien aprovechada.

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