domingo, 24 de mayo de 2015
A las seis y media estaba despierto, y a las nueve y veinte ya había votado. Tenía ganas, muchas más que de costumbre. En el fondo de cada urna había cuatro sobres, cinco con el mío, con cada uno de los míos, en cada urna. Después, no sé por qué, me he dado el gusto de atravesar la ciudad por su centro neurálgico, de norte a sur, ebrio de domingo, disfrutando de que yo era casi el único conductor y que los semáforos se me iban abriendo al verde conforme pasaba. Ya en el puente de Los Peligros, la paradoja del cielo cubierto me ha sacado de mi ensoñación y me ha devuelto a la turbia realidad: estamos en Murcia, aquí es muy raro que llueva. Sería un milagro.
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