Me despertaron las quejas de Darío y ya no pude conciliar el sueño. Estuve un rato en silencio, arrellanado en el sofá del salón, escuchando la presencia callada de las cosas. En el reloj eran las cinco y diez, luego las cinco y veinte, más tarde las cinco y media. Dudé entre entornar los párpados, salir a correr un rato por las calles que amanecen, ensartar palabras para algunas ideas pendientes o abrir un libro bajo la luz de la lámpara.
El libro que tomé es una novela escrita en 1928, en inglés, y publicada en 1936 en los Estados Unidos, país donde permaneció casi inadvertida hasta que fue rescatada en 1988 y, por fin, traducida al castellano un par de años después. Adquirí este ejemplar presumiblemente a mediados de los noventa, en una feria del libro antiguo y de ocasión (el mío conserva un escueto autógrafo). Sé que en aquel entonces empecé a leer sus páginas y que lo estimé como una rareza sugestiva, tanto que decidí aplazarlo para cuando pudiera dedicarle toda mi energía. Pero el momento no acababa de llegar, nuestros caminos sufrieron diversos avatares y desencuentros.
Mientras el sol se insinuaba al final de la avenida había leído de un tirón un capítulo completo (las últimas líneas coincidieron con el segundo despertar de Darío), ese primer capítulo que ahora he vuelto a leer, buscando huellas. Siempre me atrajo el manejo de la ficción en clave metaliteraria; en este caso, además, me evoca inevitablemente a Cervantes, también a Unamuno (Niebla) y a Pirandello (Seis personajes en busca de autor), y quizá a las criaturas de Juegos de la edad tardía (Luis Landero, 1989).
El autor de esta pequeña reliquia es un absoluto desconocido para la literatura española: se llamó Felipe
Alfau, un barcelonés emigrado a Nueva York en los años veinte.
Así comienza Locos:
"Al escribir esta historia, estoy cumpliendo una promesa hecha a mi amigo Fulano.
Mi amigo Fulano era el menos importante de los hombres y esta era la gran tragedia de su vida. Fulano vino a este mundo con el indesmayable propósito de hacerse famoso, y había fracasado por completo, llegando a ser la más oscura de las personas. Había intentado toda suerte de planes para adquirir importancia, popularidad, reconocimiento público, etcétera, y el mundo se negaba con torva y persistente determinación a reconocer incluso su existencia".
Este Fulano se ofrece al narrador como personaje de su historia y... Lo que sigue no defrauda.
jueves, 2 de abril de 2015
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