viernes, 22 de mayo de 2015

Lo he sentido hace un momento, como cada vez que cruzo el paso a nivel con barreras, sobre todo si las barreras estás bajadas y se eterniza el aviso y el sol de la mañana levanta un efecto de polvo en suspensión a uno y otro lado de las vías: la duda de si me habré quedado atrás, en peligro inminente de atropello, paralizado en un mínimo desfase entre el segundo anterior y el segundo posterior, o si algo de mí que ya no viene con mi conciencia se habrá rezagado sin remedio, tal vez una parte de mi cuerpo, tal vez mi alma o mi espíritu o tan solo la sombra que de mí se proyecta hacia el pasado. Entonces no puedo evitarlo: me doy la vuelta para cerciorarme, y solo cuando me alejo unos metros y escucho el último silbato de amenaza y el ruidoso avance de la maquinaria y de nuevo el silencio me sé completamente a salvo de la tragedia.

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