domingo, 7 de junio de 2015

Insomnio plácido. Acuden sensaciones muy vivas de mis primeros años, cuando el cuerpo todo se entregaba a la expectación del nuevo día mientras notaba cómo crecía el trasiego inaugural de mis padres en la cocina de la casa aquella, en aquel saludo unánime de pájaros y azules tras los postigos. ¿Cómo será el amanecer de un niño en un barrio pobre de Tokio o en un cuchitril céntrico de la ciudad de Nueva Delhi, cómo será abrir los ojos en un campamento saharaui, en un poblado del extrarradio de Madrid o de Lisboa, en lo más alto de una favela de Río?

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