jueves, 11 de enero de 2018

Una de las prerrogativas menos censurables del escritor de éxito -e incluso del prestigiado y glorificado- es el admitir que nunca relee lo que escribe y publica, quizá porque de tal modo manifiesta su superioridad, su suficiencia altiva, su necesidad de pasar página para poder pensar en otra cosa; o quizá porque entiende que su público incondicional ya es dueño soberano de sus mundos de ficción, de sus aciertos y desaciertos, así que para qué. Gabriel García Márquez rizó el rizo de las vanidades al mentir diciendo que no solo no releyó, sino que, de no ser su autor, tampoco hubiera leído Cien años de soledad, porque él no solía leer best-sellers.
Yo, sin duda porque no tengo éxito ni público, sí que hojeo de tarde en tarde -a veces con sonrojo y penitencia, a veces no- algún ejemplar que amarillea entre aquellos libros míos, y lo hago al amparo de la añoranza, para recobrar ciertas ilusiones de juventud, tratando de resucitar el aliento morboso de aquellos signos originarios que se creyeron inmortales sobre la planicie de un folio en blanco.
Me acerco al Libro ciudad (premio Vicente Gaos, editorial Renacimiento, etcétera) y recuerdo versos que son versículos y que rezuman todavía una indómita vocación sentenciosa, y los rescato aisladamente para mi regodeo, y noto que siguen siendo yo, todavía yo...
"In principio fue una especie de tiniebla o de sombra acechanza de la ausencia del ser o del ser-nada eco sordo de un silencio imposible insoportable o tan solo la carcajada profundísima de un dios inveterado que hace planes por desgracia cualquier plan es de futuro";
"Todo lo que escribes hoy es ya estiércol de ayer seca mierda que olerás mañana con la pompa precisa de los grandes momentos";
"Aquí me quedo aquí me acabo parapetado como un dios dimisionario en el postrero día de la semana";
"Ese tipo de ahí es el boceto exacto de mi rostro futuro puedo trizarlo ahora puedo trizarlo puedo";
"Hoy es casi noble si escribes por ejemplo que no has muerto esta tarde de muerte natural";
"Un hombre solo no es solo un hombre apena la multiplicación de su pereza":
"De repente todo es como lluvia que salpica en otro patio".

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