martes, 9 de enero de 2018

Darío ha cogido la costumbre de venir de madrugada, más o menos sobre las tres, y susurrarme muy cerca, en mi lado de la cama: papá, pipís. Tras atenderlo y arroparlo, me quedo un rato dando vueltas, acurrucado en el silencio, rozando peligrosamente el insomnio. Entonces pienso: ¿soy real y lo escribo, o escribo para serlo? Cuando me despierto, con el toque de alarma de las seis y media, las palabras siguen en mi conciencia.

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