martes, 28 de marzo de 2017

Tras una larga temporada replegado en mi concha, los astros se alinearon para que en el intervalo de una semana haya acudido a un par de presentaciones, una de un texto teatral y la otra de un ensayo muy crítico sobre el estado de la enseñanza en España. Ambas me captaron por razón de amistad con sus autores, lo que no es, por cierto, mala razón. En las dos saludé o me saludó algún que otro frecuentador del mundillo que inmediatamente me reconocía y me preguntaba dónde me escondo, si tengo poemas nuevos para publicar y otras solemnidades de salón a las que no supe responder sino con mi calculada ironía o con mi incalculable cinismo, según los casos. En las dos presentí el afecto discreto de los protagonistas respectivos; en las dos, también, un insólito modo de desubicación que, por paradójico que suene, satisfacía la telaraña profunda de mi ego.

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