sábado, 3 de junio de 2017

En el sueño -que se diluye sin trauma hasta que me despiertan los albores del día y me aplico a rememorarlo- hay un individuo de aspecto maltratado, de mediana edad, que me pide limosna en una calle céntrica. Me paro a hurgar en mi bolsillo y le doy una moneda pequeña, de veinte céntimos de euro, pero al cogerla se me queda mirando largamente, oscilando entre la decepción y el desafío. Le replico que si yo fuese un mendigo cultivaría la gratitud, en lugar de encararme con los transeúntes. Se me echa encima como si, más que de un cuerpo, se tratara de una forma sin peso, de una sustancia pegajosa de la que me desprendo a duras penas. Me voy de allí a rebufo de mi frase, dudando si cultivar era el verbo que yo quería que él me oyera. No imagino -ni necesito averiguar- qué significado le darán a este sueño los descifradores de sueños.

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