sábado, 14 de enero de 2017

Me despierto temprano, con esa urgencia inexplicable del impulso creador. En la cama procuro no moverme, limitándome a fraguar con el pensamiento y a fijar en la memoria las palabras precisas, pues sé que si se me extravía una sola o la cambio de lugar es muy posible que malogre el tono y se desmorone la idea. Sin accionar la llave de ninguna luz ni abrigarme con la bata que ahora no sabría encontrar, salgo a tientas, en busca de un papel y un lápiz. Escribo al dictado y regreso al calor de las sábanas. Diez horas después, leo el garabato con los tres versos del hayku y siento como un fraude el rapto de la inspiración madrugadora, esa pausa creativa que excitó mi desvelo. Detengo mis dedos sobre el teclado, dudo unos minutos; pero al final lo transcribo:
Sé de los años
que pasan como balas; 
ya ni me rozan.

2 comentarios:

Juan Ballester dijo...

a cojonante Pedro.

Pepe Abellán dijo...

Yo suelo tener a mano, en la mesilla de noche si estoy en la cama, un lápiz y un bloc para tomar nota de lo que me ocupa la cabeza; si no lo hago, a la mañana siguiente posiblemente no me acuerde.

Sobre el hayku, casi como Juan Ballester: acongojante.

Un saludo.