domingo, 1 de enero de 2017

Me contaron el caso de dos compañeros de trabajo -con él apenas compartí claustro; a ella ni la conozco- que después de cenar en sus casas con sus cónyuges e hijos respectivos salieron a la plaza del pueblo a comerse las doce uvas y ya no regresaron sino a buscar las respectivas maletas que se dejaron hechas. Adúlteros y clandestinos, lo habían previsto todo para fugarse como dos adolescentes, justo al producirse el tránsito anual en los dígitos del calendario. Eso sí es dar la campanada, o el campanazo, según se diga en cada sitio. Año nuevo, vida nueva...

1 comentario:

Juan Ballester dijo...

Tú lo has dicho: adolescentes. Pero como adolescentes que son, volverán de nuevo a sus nidos.