viernes, 20 de enero de 2017

Hace diez años reuní en la misma cama a Federico, a Helena y a su madre y les leí en primicia, antes de irnos todos a desayunar, los cuarenta versículos del poema Cantando los cuarenta.
Hace veinte yo todavía no pasaba de los treinta ni había firmado una hipoteca, apurábamos los últimos coletazos del segundo milenio y aún no había cogido en brazos a ninguno de mis hijos.
Hace tres veces diez fui un alumno despistado que escribía versos tristes y aforismos intrépidos y relatos frustrados en la soledad de su celda, inconsciente de nada, inexperto de todo, soñador de cualquier cosa.
Hace cuatro décadas no había besado a una chica ni había visto el mar ni partidos de fútbol en color, mi padre no se había dejado crecer su eterno bigote y a mi madre no le recetaban abundantes pastillas de distintos colores.
Hace medio siglo, en un día viernes como este, también veinte y enero, a él le pilló obrando una baldosa y un escalón con que adecentar la entrada de la casa, mientras ella, mi madre, aguardaba en el dormitorio la visita de la comadrona del pueblo para que la ayudase en la tarea de alumbrar a su primogénito.

1 comentario:

Juan Ballester dijo...

preciosos hitos de una vida