lunes, 16 de abril de 2018

Me peleo con versos que juzgué definitivos quince o veinte años atrás. Permanece el recuerdo de una sensación, de un querer decir que mantiene su música, pero noto que se tambalea el andamiaje y cunde en mí el desánimo, víctima de esta inconsolable pulcritud métrica. Poco a poco voy perdiendo interés, renuncio a un par de horas robadas a la tarde, desisto. Envidio al adolescente aquel que emborronaba sus cuadernos a golpe de intuición, ebrio de símbolos, sin estrategia ni esperanza, rendido al hechizo de la más inocente de las musas.

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