jueves, 12 de abril de 2018

El inventario provisional de poemas inéditos, o más bien no agrupados en volumen bajo la certeza de un título autónomo, arroja un total de 104, sin incluir los 49 (quinientos versos) de un poemario que cerré a finales del milenio y los 45 (setecientos versos y un pico) de otro, también cerrado, que escribí a flor de piel durante 2009 y parte de 2010. A ellos habría que añadir 26 haykus (debe haber alguno más por ahí, seguro que sí), 17 tentativas de dudoso porvenir y otras 8 que inauguraron un proyecto inconcluso. No he querido desempolvar una carpeta que permanece escondida en un cajón, allá en el hogar paterno, desde casi un cuarto de siglo atrás, y donde probablemente hubiera hallado alguna grata sorpresa y otro buen manojo de aproximaciones estériles. He alfabetizado los títulos para no liarme y ahora los estoy reescribiendo y volcando en un único archivo. Después sacaré copia en papel y serán sometidos a criba rigurosa. A ver si salvo, con mi mejor criterio, una cifra mínima que me permita ilusionarme con un nuevo libro de poesía.

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