miércoles, 25 de abril de 2018

Antes de aplicarme a escribir no tengo dueño ni servidumbre. Cuando aparto la tinta del papel ya soy esclavo de los signos, pues con ellos nace la conciencia de su imperfección, rigurosa imagen de mi talento limitado. Solo mientras dibujo los trazos que me dicta el misterio, ajeno al antes y al después, me reconozco plenamente en mí, y la caligrafía que surge y este yo que la vierte somos, entonces, uno y lo mismo.

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