sábado, 14 de abril de 2018

"He decidido no detestar más a nadie desde que he notado que siempre termino pareciéndome al último de mis enemigos", escribe Cioran en Del inconveniente de haber nacido. ¿Habrá formulado alguien, en estos dos mil años de historia del cristianismo, un pensamiento más profundamente cristiano, es decir, más pleno de humildad, o lo que es igual, de vehemencia piadosa no para con los otros, sino para con uno mismo? Solo recuerdo ahora las palabras aquellas del Evangelio, la piedra aquella suspendida en una mano antes de emprender su viaje cruento hacia el cuerpo de la prostituta aquella...

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