viernes, 30 de septiembre de 2016

La burocracia gasta su propia jerga, un derroche de expresiones y modos administrativos que siguen llamando mi atención, sea por el nivel de sugerencias que propagan o por la carga poética que atesoran si se extraen de su contexto.
En mi caso, como profesor, deambulé ocho años en la situación de "expectativa de destino" (¿no suena maravilloso?), y ahora llevo algunos más con "destino definitivo" (esto parece más serio, ¿no?), lo cual es solo un formulismo, porque ya han sido tres mis destinos definitivos y no podría decir que no vaya a disfrutar de alguno más; conozco, también, a unoa cuantos "desplazados de su destino" (genial pirueta de los azares y las casualidades de la vida), lo cual no deja de ser una suprema ironía del mismo.
Muchos de estos modos y expresiones, en tiempos, estuve tentado de apropiármelos como títulos de algún poema o de algún volumen de poemas: Parte de ausencias fue acaso el más cercano, pero también Orden del día, Horario lectivo, Baja indefinida, Expone y solicita, Silencio administrativo... Y un largamente prometido Manual de ignorancias que voy puliendo a ratos, con paulatina desgana, y que quizá se despache en mi anhelado y secreto año sabático.

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