jueves, 17 de mayo de 2018

Un barbero de pueblo, aficionado a la lectura, va desgranando a lo largo de sus cuarenta años de oficio, a los clientes que quieren oírlo, los distintos pormenores de la gran novela que, según dice, está escribiendo, y con la que dará el campanazo el día menos pensado y abandonará las tijeras y el peine para regalar conferencias eruditas y dedicatorias exclusivas en los salones culturales de las cajas de ahorros y en espacios acondicionados de los centros comerciales.
De repente, en el pueblo se recibe la inesperada noticia de que uno de sus vecinos, parroquiano del barbero esos casi cuarenta años, ha obtenido un premio importante por un libro que ha escrito. El libro es una novela que, según reconoce sin maldad ni sentimiento de culpa cuando lo entrevistan para una cadena privada de televisión, ha ido embastando a partir de su conversación ininterrumpida a lo largo de cuatro décadas con el peluquero del pueblo, quien, sin saberlo, le estaba dictando la historia que él jamás escribiría. El narrador protagonista es, claro, un barbero de pueblo, y el entorno de la historia, la propia barbería con sus parroquianos.
Ahora que cada cual concluya su moraleja.

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