sábado, 26 de mayo de 2018

No el déficit académico (que el verdadero talento suple sin mayor esfuerzo), ni siquiera la incultura (que puede ser virtuosa, que se traduce en dignidad simplemente cuando no es cerril): lo que cada día me aparta más de muchas gentes y costumbres es la actualísima ostentación del paletismo, el aplauso de la ignorancia embalsamada y satisfecha, el desprecio de cualquier forma de distinción o de mérito. Y ello, siendo grave en quienes no supieron o no pudieron acceder a cultura ni academia, se torna insufrible y repulsivo cuando se intercepta en esos otros que en sus juventudes frecuentaron alguna universidad que los facultó para ejercer en la función pública, desde maestros y periodistas y jueces a economistas y banqueros y registradores de la propiedad.

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