lunes, 1 de mayo de 2017

Lunes primero de mayo doméstico y sedentario, sin otras expectativas. En el paladar, un regusto amargo de sueños contrariados cuyas raíces no indagaré. El sol va desgranando las primeras horas del día y va tirando de uno, reprochándole la pereza enquistada. Me levanto a regañadientes, agotado antes de empezar. Ningún propósito, abrumadora sensación de transitoriedad. Pienso en la calma que me acompañó las semanas previas a mi cumpleaños cincuenta, tan lejos del desánimo actual, y no sé hallar una causa aparente. Ganas de refugiarme bajo el halo lírico de aquella letra de Joaquín Sabina, quién me ha robado el mes de abril. Por la tarde, siesta profunda, impremeditada. La cena, más laboriosa de lo habitual, fue bendecida con dos copas de vino. Ni he escrito el poema que me debo ni he avanzado en ninguno de los proyectos estancados. Leer, tampoco. Ahora, antes de publicar esto, compruebo que el televisor sigue emitiendo desde un canal infantil, mientras madre e hijo duermen en el sofá. Buenas noches.

1 comentario:

Minerva dijo...

Siguiendo con Sabina, quizá este mayo también dure un año.

Un saludo