viernes, 10 de febrero de 2017

Hurgando en una estantería del departamento donde pernoctan colecciones interesantísimas de volúmenes de crítica (Gredos, Cátedra, Taurus), se me aparece a modo de polizón una historia de la literatura en la Región de Murcia de la que supe en su día, hacia el 98 o el 99 del pasado siglo, pero que ya había echado en el buzón de los olvidos. La abro para que mi mano experta cabalgue hasta la página exacta, la 257, donde el hado de la celebridad tuvo a bien teclear mi nombre (y entre paréntesis mi lugar y año de nacimiento), así como un par de renglones que hablaban de una producción poética que hasta ese instante constaba de dos entregas: "Pedro López Martínez (Moratalla, 1967) es poeta irónico, que busca una nueva expresividad lírica, entre lo cotidiano y lo sorprendente". No voy a indagar lo que pueda significar el tándem poeta irónico, así, en este orden; pero admito que me ha fastidiado un poco el desamparo de esa coma ilegítima apostada justo a continuación.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ay las comas! ¡Qué gran cantidad de significados y matices dan a los textos! Decían que salvan vidas: ¡A comer, niños!/ ¡A comer niños!
En su caso, Pedro, lo irónico es el adjetivo que se le atribuye más que la coma en sí. No comprendieron que su poesía volaba más alto.

Pedro López Martínez dijo...

Gracias!

Juan Ballester dijo...

Te ha faltado citar al autor de la antología, aunque me lo puedo imaginar. En cualquier caso, como decía Ramón Gaya: ...¡mientras no nos maten!, es positivo.