sábado, 25 de febrero de 2017

Esta tarde, tomando una cerveza enorme frente a la fachada del Museo Ramón Gaya, pienso en la longevidad productiva del pintor, que se dejó llevar al cumplir los noventa y cinco. Sé que había nacido en Murcia en 1910, y una asociación lúdica, meramente cronológica, me trae el recuerdo del poeta Miguel Hernández, vecino de la cercana Orihuela y asimismo de 1910, pero que no alcanzó ni los treinta y dos años.
Regreso al anochecer, flotando sobre mis zapatos e intrigado por las paradojas del destino, hasta que, ya en casa, la fiebre de las simetrías y los azares decide averiguar el día exacto de sus respectivos nacimientos: es curioso que los dos son del mes diez (octubre), que a los dos los alumbraron con apenas veinte días de diferencia y a solo veinte kilómetros de distancia. Ignoro si llegaron a conocerse; no adivino quién era el uno para el otro.
Inevitable preguntarse ahora qué obras aguardaban a Miguel de haber sobrevivido a su edad, de haber respirado los sesenta y cuatro años de más que sí respiró Ramón. Tan inevitable como inútil responderse.

2 comentarios:

Juan Ballester dijo...

Ramón si conoció la obra de Miguel Hernández , pero no le interesó demasiado. Creo que Miguel no supo de la obra de Ramón Gaya. En cualquier caso los imagino muy distanciados.

Pedro López Martínez dijo...

Gracias, Juan. Tu información (de primera mano) confirma mis sospechas.