domingo, 1 de enero de 2017

Me contaron el caso de dos compañeros de trabajo -con él apenas compartí claustro; a ella ni la conozco- que después de cenar en sus casas con sus cónyuges e hijos respectivos salieron a la plaza del pueblo a comerse las doce uvas y ya no regresaron sino a buscar las respectivas maletas que se dejaron hechas. Adúlteros y clandestinos, lo habían previsto todo para fugarse como dos adolescentes, justo al producirse el tránsito anual en los dígitos del calendario. Eso sí es dar la campanada, o el campanazo, según se diga en cada sitio. Año nuevo, vida nueva...

martes, 27 de diciembre de 2016

VOY TERMINANDO

Hace nueve años, en días como estos, se me ocurrió abrir una página pública en Internet, de acceso inmediato a cualquier lector, e ir depositando en ella mis cuitas y quimeras, algunas memorias y demasiados olvidos, artículos que no alcanzaban a la prensa de papel, vagos ejercicios de autoafirmación, ciertos versos de vocación transitoria, aparte de esas pequeñas o grandes ocurrencias que puntean el discurso cotidiano y que comúnmente se desintegran en el limbo de lo que pudo o podría, aún, llegar a ser.
Hoy ya no soy aquel; tampoco mis circunstancias lo son. La propia vida y sus azares incontables se han ocupado de traerme y de llevarme por caminos que nunca sospeché, casi en volandas, unas veces a mi pesar y otras con la golosa obstinación del capricho o del deseo. De manera que esta ventana abierta y los textos que en ella se han ido quedando recaudan el itinerario más certero, el caudal de saltos, recodos, lagunas, remansos e inercias que anudaron esos años míos que van del cuarenta y uno al cuarenta y nueve, casi al cincuenta.
Aquí acaba un ciclo y tal vez empieza otro que no quiere parecérsele, que casi reniega de él con la insolencia del vástago, que se sabe o se presume de otra estirpe, que sueña no obstante con alguna ráfaga de luz entre la niebla de los días venideros.
Que así sea.    

lunes, 12 de diciembre de 2016

MALDITOS POPULISMOS

Las civilizadísimas naciones del mundo establecido se están llenando de populismos, esto es, de líderes políticos o de visionarios sin licencia que saben contarle al pueblo llano la película que el pueblo llano quiere o necesita oír.
Es una obviedad que a menudo lamentan los que llegaron primero a los democráticos escaños y a las aterciopeladas poltronas del poder, y también, de rebote, a los consejos de administración de las empresas que cotizan en bolsa. Hacen aspavientos y se rasgan las vestiduras y ponen el grito en las celestes alturas, porque, al parecer, aunque los populistas cobran la apariencia de partidos con estatuto interno y se someten a la sentencia de las urnas, no hay que confundir a los votantes: en realidad se trata de unos radicales movidos por el oscuro propósito de dinamitar el sistema y de tirar por la borda los importantes logros alcanzados, así como el estado del bienestar e incluso el bienestar del estado. Los populistas, en fin, son una amenaza sin precedentes para el espíritu de consenso y moderación del que brotó cuanto tenemos y gozamos, y un avispero de separatistas que pone en peligro la unidad del gran país que somos, una noble conclusión que nadie osará tachar de populista.
Como no me fío de mis intuiciones -en toda intuición puede anidar un prejuicio-, consulto el Diccionario del Español Actual (1999) y me doy de bruces con la escueta definición de populismo: “tendencia a prestar especial atención al pueblo y a cuanto se refiere a él”. No conforme, me voy al de la Real Academia Española en su versión de 2001, que ni siquiera recoge el término populismo, pero sí populista: “perteneciente o relativo al pueblo”. ¿Solo eso? ¡Cuán lacónicos y desabridos son los lexicógrafos y lingüistas...!
Sin embargo, oyendo a los casposos tertulianos de la TVE en versión 24 Horas, a los estreñidos portavoces de las diversas fuerzas del Congreso y a los politólogos de quita y pon que colonizan las emisoras de radio, sí es populismo afirmar, por ejemplo, que la Constitución del 78 no se cumple igual para todos los ciudadanos y que no sería ningún pecado modificar lo que debiera modificarse; o decir que los gobiernos sucesivos no respetan los acuerdos internacionales sobre la inmigración de personas; o recordar que el trabajo digno y la vivienda digna y las ayudas a la dependencia son exigencias recogidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no articulillos marginales de la Carta Magna o caprichitos de un sistema determinado.
En cambio, para esos mismos sabios que vocean su sapiencia y se congratulan de serlo, no es populismo prometer generosas bajadas de impuestos en campaña electoral (y luego hacer lo contrario); ni es populismo abusar en su discurso mitinero de palabras como España y los españoles y las españolas, atizando así el glorificado sentimiento de la pertenencia más exclusiva y excluyente; ni es populismo despreciar a los millones de ciudadanos que se dejan llevar por su democrático descontento y acuden un domingo, ingenuos, a un colegio de barrio para dejar caer en el montón su papeleta populista.
Hoy día, el mayor de los populismos consiste precisamente en desautorizarlos.

lunes, 5 de diciembre de 2016

JUAN MARÍA MUÑOZ

Gano el pasillo con mi brazada de libros y papeles y de repente lo adivino ahí, aún más disminuido por la edad, de espaldas en el despacho de la secretaria, solicitando tal vez algún documento que le piden en otra parte para solventar cualquier asunto administrativo. No puedo verle el rostro, pero por esa premura de las intuiciones que reinan en el subconsciente no me cabe duda de que es él.
Fuimos colegas en este mismo instituto hace más de tres lustros, diría que casi amigos. Luego perdimos contacto: a mí me mandaron a otros destinos y cuando regresé él ya no estaba; al parecer le habían concedido la baja indefinida o se había prejubilado o qué sé yo. Nadie me supo informar a ciencia cierta, quizá porque siempre fue muy celoso de su privacidad y no quiso dejar ninguna pista sobre su paradero y circunstancias. Lo que sé es que no volvería a pisar este centro.
Paradójico sibarita de izquierdas, Juan María fue quien me contagió el benévolo virus Saramago, una lectura para mí imprescindible que completé con creciente entusiasmo en las postrimerías del siglo pasado, un enorme fabulador del que, desde entonces y hasta su muerte, aguardé fiel cada nueva entrega. Un día, el colega me comentó que se había matriculado en un curso que duraba tres jornadas de junio, me suena que en Cádiz, curso al que acudiría en persona el mismísimo Nobel de las letras portuguesas. A su regreso, tomándonos sendos cafés, me confesó en voz baja que en realidad no hubo tal curso, que se suspendió por enfermedad repentina del protagonista, pero que él, aunque había sido informado con tiempo de sobra, no le dijo nada a nadie y no canceló el billete ni la reserva de hotel, y allá que se fue. Así que volvió contándole a todo el mundo un viaje inventado; incluso se permitía la licencia de un supuesto encuentro casual y una lúcida conversación de barra con don José, y todos lo creían: maravillosa anécdota que a mí me inspiró uno de los relatos más agradecidos de cuantos participan en el volumen La sonrisa del ahorcado.
La antigua delgadez de Juan María viene a mi encuentro y nos damos un largo abrazo en medio del pasillo, henchidos de esa virtualidad emotiva, tangible, que a veces saben cobrarse nuestros sueños.

sábado, 12 de noviembre de 2016

ALGO NOS OLVIDA DE MANERA PERFECTA

Ayer desayuné con la noticia de la muerte de Leonard Cohen, el cantante canadiense que nunca dejó de ser poeta. Recordé la cadencia hímnica de su voz, el compás envolvente y genuino, ese susurro poderoso que parece haber nacido de las entrañas mismas de la eternidad. Recordé haber leído, en una entrevista de hace semanas o días, que estaba preparado para morir. Recordé que alguna vez le tomé prestados tres versos para propiciar la debida insolencia en la cabecera de mi primer libro de versos. Recordé que antes aún, a mediados de la década del ochenta, mis manos dieron con un libro suyo por casualidad, sin saber quién era, en una leja de la biblioteca pública de mi pueblo, y que de aquel ejemplar bilingüe copié a mano fragmentos que me gustaban, unos traducidos y otros en el original inglés. Hoy he hojeado mis libretas de citas y ahí están, ahí siguen, archivados por mi caligrafía de entonces, rescoldo de una lectura de Poemas escogidos que feché en septiembre de 1987, cuando yo tenía veinte años y él muy poquitos más de los que tengo ahora.
"Temo al instante
en que tu boca
comience a llamarme cazador".
"Renuncio a la coartada universal".
"espero
que cada uno de vosotros confiese".
"Algo nos olvida de manera perfecta".
"Adiós pervertidos sexuales de Beaver Pond
que soñabais con ser masturbados
por máquinas ordeñadoras eléctricas".
"¿Por qué tengo que permanecer solo
si cuanto digo es cierto?"
"Ámame puesto que nada ocurre".
"Y él pensó que ella creía que él pensaba que ella creía que lo peor que puede hacer una mujer es apartar a un hombre de su trabajo, porque tal conducta en qué la convierte, ¿en algo feo o hermoso?"
"Aunque expusiésemos nuestro caso con toda claridad y todos los que opinan como nosotros, todos ellos, viniesen a nuestro lado, seríamos aún muy pocos".
"recé por ti
recé para que me amases
y para que no me amases".
"sabes que soy un dios
que necesita utilizar tu cuerpo".
"Solo contigo
dejo de imitarme a mí mismo".
"No confíes en él
a menos que lo ames".

jueves, 10 de noviembre de 2016

DE LOS PAPELES DE JORGE


Un buen rato pasando revista, otra vez, a los papeles de Jorge. Su agudeza provoca en mí un magnetismo de alcance imprevisible, como si poco a poco esas palabras, esas piruetas verbales y hasta la raíz misma de su pensamiento se contagiaran de una fe que ya no tengo, que quizá tuve hace muchísimo tiempo y luego se me extravió en algún recodo del camino. Por momentos me reconozco en él, creo haber sido yo quien le dictó en su día cada sentencia, cada aforismo. Pero él ya no está y no puede defenderse.
He aquí la muestra con la que esta tarde me quedo, a modo de homenaje, a punto de cumplirse quince años desde su pérdida:

Cuando un hombre pierde una chancla estamos más cerca de saber de qué pie cojea.

El miedo es muy cobarde: mucho más de lo que sugieren sus muecas y de lo que tratan de ocultar sus silencios.

¿Es lícita la autocita, o nace deslegitimada y en pecado original?

La belleza no tiene desperdicio, mientras que la inteligencia se desperdicia continuamente.

Las cosas materiales no dan ninguna libertad; al contrario, para liberarse verdaderamente hay que empezar por desprenderse.

No entiendo nada; nado sin entender.

No hay refrán más certero que aquel que pregunta por la sopa y responde con dos tazas.

Para ser perfecto hay que cometer errores; para ser imperfecto, también.

Pensamiento positivo: lo mejor del futuro es que siempre está por cumplirse.

Quien nada en la abundancia corre el riesgo de ahogarse en su miseria.

Si sólo aspiras a ser alguien, será que no te inspira ser quien eres.

Si te comes el mundo, como dices, acabarás solo y sin nadie a quien contarlo, acorralado por la indigestión o por el vómito.

¿Soy un apolíneo con vocación dionisíaca o un dionisíaco con vocación apolínea? ¿Soy un dionilíneo o un apolisíaco?

Su rencor compartido fue tan largo y tan mutuo que ya no les dio tiempo a rencorciliarse.

Todo se resume en una cosa, pero casi nunca sabemos cuál.

Un experimento con ratones demuestra que la mente humana nunca deja de roer en la memoria.

lunes, 24 de octubre de 2016

LA SEÑORA DE TRUMP

El candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos de América tiene nombre de pato, apellido de showman televisivo, varios miles de millones de dólares que lo avalan y un discurso que apesta en varias direcciones. El individuo es lo que solemos nombrar como un magnate de los negocios, dueño de medio Manhattan y arrendatario del otro medio; tal espíritu emprendedor lo heredó sin duda de su padre, a quien desde muy joven acompañaba a cobrar deudas, mientras que de la escocesa madre habrá sacado probablemente la simpleza bonachona del gesto y su cejirrojo certificado de origen. 
Un día, el candidato republicano prometió que si llegaba a la Casa Blanca construiría un muro a lo largo de la frontera con Méjico –un muro con cargo a los presupuestos del gobierno de Méjico– para que los latinos pobres del sur dejaran de colarse en el gran país de las oportunidades y de causarle infinitas molestias. Otro día se le ocurrió que también cerraría el paso a los musulmanes de todos los países del orbe, pero no supo aclarar qué haría con los musulmanes que ya viven en Estados Unidos porque en Estados Unidos nacieron y poseen la nacionalidad. Más tarde se enredó en polémicos comentarios sobre mujeres que lo tildan de grosero y mujeriego y machista, y le sacaron algunos trapos sucios, y alguien tuvo que salir en su defensa. El tipo, por lo demás, carece del menor misterio, y cuando coge un micrófono se evidencia como un patán sin escrúpulos al que millones de norteamericanos y norteamericanas estarán dispuestos a beatificar en las urnas. 
Para misterios, la señora de Trump.

jueves, 20 de octubre de 2016

EL PP ES UN FRAUDE

Estoy harto de repetirlo cada año por estos días, y no por vil despecho o por esa envidia morbosilla que nos corroe las vísceras a los mediocres, sino por la simple observación de las cosas y el análisis objetivo de los hechos.
El PP es un fraude y una confabulación al más alto nivel, una farsa institucionalizada que se podría denunciar en un juzgado y que admitiría a trámite cualquier juez comprometido con las causas perdidas. Sería, sí, una magnífica oportunidad para que las beneficiadas y los beneficiarios, y los beneficiados y las beneficiarias, se dieran el gustazo de tirar un poco de esa manta pretendidamente literaria y dijeran en público lo que no saben callarse en privado.
Pero nada de eso ocurre. Cada año por estos días se alimenta la duda y se propaga la expectación, y en los corrillos de simpatizantes se filtran nombres, hasta que todo desemboca en éxtasis mediático durante la cena de gala en los salones de un lujoso hotel de Barcelona. A la redondez de sus mesas y manteles acuden varios cientos de invitados, entre ellos Sus Majestades, quienes con su solo estar presiden y bendicen la causa, y tal vez se convierten en colaboradores necesarios, en cómplices pasivos de la gran mentira del PP.
Porque, frente a lo que algunos dicen, el PP no es un concurso al que medio millar de incautos (según las últimas estadísticas) envía sus novelas y espera mordiéndose las uñas la decisión de los miembros y las miembras del jurado, sino un premio negociado en las caprichosas entrañas de la mercaduría editorial.
No cuestiono la calidad de obras ni el talento de autores que ni he leído ni creo que vaya a leer; lo que me indigna es el proceder engañoso y la flagrante impunidad que, cada año por estos días, se percibe en la imagen televisiva de la revelación y entrega del PP.
Un PP al que, dicho sea de paso, el último fallo le ha salido Redondo.

lunes, 17 de octubre de 2016

DIOS DEBERÍA DIMITIR

Lo pensaba hace unos días, cuando se desató el rigor de la naturaleza más implacable en el que dicen que es el país más pobre del mundo, Haití, triste ranking que por desgracia se disputa con unos cuantos más en su propio continente y en algún otro.
Y lo pensé también anoche, confortablemente echado en el sofá del salón de casa, mientras mi hijo pequeño dormía su primer sueño y a mi mujer le resbalaban las lágrimas y ambos mirábamos la pantalla de nuestro televisor de muchas pulgadas y las imágenes de la inmigración en su versión más descarnada, decenas y cientos y miles de personas asustadas y anónimas, desprendidas de todo, hacinadas en una lancha neumática, grabadas en medio del mar por el equipo del programa Salvados, de La Sexta. “Esto está muy lejos para todo el mundo”, afirmó un voluntario. “Ese podía haber sido yo”, dijo otro. Y una mujer de piel morena, sentada en la cubierta del barco amigo, abrazada a su bebé: “¿Mi historia? Es demasiado larga. Larguísima…”.
Qué digo dimitir: Dios debería pedir perdón por su impericia de siglos y por los desmanes de sus santos palmeros y por tantos sacrificados en su nombre y por el cúmulo de distracciones manifiestas y hasta por esa D mayúscula que atenta contra la ética ortográfica.

viernes, 14 de octubre de 2016

DYLAN NOBEL

Como sé que me vais a preguntar, voy a escribirlo para forjarme una opinión.
De todos los aspirantes que se barajaban este año para el premio Nobel de Literatura, debo decir que solo conozco extensamente la obra de Milan Kundera. De los demás, he leído algún título de Philip Roth y de Haruki Murakami y de Ismaíl Kadaré. Me regocijó ver en el listado (entre los españoles) al controvertido Juan Goytisolo, me llamó la atención encontrar a Juan Marsé, me pareció excesivo que se incluyera a Javier Marías y francamente desproporcionado que se admitiera a Enrique Vila-Matas. Del resto, había nombres ilustres que no he tenido el gusto o el disgusto de leer, otros que apenas les sonaban a mis oídos ignorantes y otros que ni siquiera eso.
Pero se lo han otorgado al cantautor estadounidense Bob Dylan, un icono amable para muchas generaciones de hombres y mujeres. Supongo (lo cual es mucho suponer) que si John Lennon estuviera vivo hubiera tenido en él a un serio competidor. Al margen de las absurdas valoraciones de méritos por comparación con otros escritores, creo que Bob Dylan es tan poeta en las letras de sus canciones como pueda serlo en las suyas, por ejemplo, Leonard Cohen; o nuestro Joaquín Sabina, por qué no, salvo que el crédito histórico y la relevancia popular de este no pueden en modo alguno igualarse a los de aquellos dos, y por eso nadie ha postulado todavía a Joaquinito para el Nobel ni para el Cervantes ni (que yo sepa) para el Princesa de Asturias de las Letras.
Los caprichos de la Academia Sueca y de sus miembros no son inescrutables, no, pero sí respetables. Está claro que Bob Dylan no necesitaba el Nobel de Literatura de 2016, lo que me induce a pensar que acaso el Nobel de Literatura de 2016 sí necesitaba a Bob Dylan.
Eso creo.