lunes, 19 de noviembre de 2018

Ingresar en una librería -en una librería de aquellas que llamaban de viejo, de segunda mano, de ocasión- con algunas horas por delante, y perderse en su laberinto de pasillos borgianos y escrutar en sus fondos ya extemporáneos, de izquierda a derecha y de arriba abajo, dejándose mecer por sus lomos sucesivos de títulos y nombres, extrayendo algún ejemplar que despierta nuestra curiosidad o remueve nuestra nostalgia, abriéndolo por cualquier página agradecida, hallando sin buscar. Me pregunto cómo será la vida sin ese tiempo en suspensión, sin ese viaje sentimental, sin ese oasis tan necesario.

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