Es la idea que se me pasó por la cabeza esta mañana,
mientras progresaba con paso rápido hacia la oficina de Correos del barrio,
primero, y luego cruzaba a la administración de loterías que queda justo
enfrente. Si en aquella dejé un relato bajo seudónimo, siete páginas
multiplicadas por cinco para concurrir a un certamen literario cuyo premio
promete 3000 € (de los que también promete que se hará la retención fiscal que
lo reduzca a 2370 €), en la otra puse los seis números de mi suerte, una
combinación que incluye fechas familiares y en la que, por eso mismo y porque
la esperanza es lo último que se pierde, he reunido un buen pellizco de mi fe.
La pequeña editorial ruinosa alumbraría cinco libros
anuales, uno por género. Solo yo decidiría lo que finalmente se publicara,
caprichoso y exigente a partes iguales. Reuniría inéditos raros, inencontrables o
inencontrados, mecanuscritos despreciados por los grandes sellos, heterodoxos, sin vocación de best-seller, póstumos y apócrifos inventados por mí
mismo. Daría prioridad a autores sin ningún tirón ni nombre ni padrino, a los que se sepan fracasados, a los que se extraviaron en sus sueños, a
los suicidas. Cada título limitaría su tirada a cien ejemplares: los sesenta
primeros los distribuiría de forma personal y gratuita, a cambio de un café y
una charla en cualquier terraza del centro; los treinta siguientes los
sortearía a beneficio de causas perdidas; los últimos diez los ofertaría a
precios desorbitados.
Sí, fundaría una pequeña editorial ruinosa que se llamara
así.
2 comentarios:
Te enviaré mis manuscritos! Creo que es la editorial que mejor se adapta a mi personalidad.
Versolibrista amigo; puedes creer que cada vez que me permito soñar que soy rico y monto una pequeña editorial ruinosa, tú ocupas una parte de mi pensamiento.
Salud!
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