sábado, 23 de noviembre de 2013

MI REPERTORIO

-Hecho, de hacer, ¿se escribe con hache o se escribe sin hache?
-Pues con hache, naturalmente... ¿No ves que si no la lleva se pronuncia eco?
A esa hora me acompañaba un humor cínico, quizá pretencioso. Poco después les hablé del Lazarillo y de la cuestión de la autoría, y cuando empecé a notar que se me removían en el asiento tensé el hilo -lo tensé muy serio, sin cambiar el tono- y añadí que precisamente el más prolífico de los autores de nuestra literatura es, y seguirá siéndolo por muchos años, este Anónimo, de quien apenas sabemos que sus obras se remontan a la Edad Media. Algunos se quedaron pensativos o escribían en el cuaderno, ajenos al gazapo, otros me siguieron la corriente varios minutos, casi divertidos por la revelación, y solo el más quisquilloso de la clase me acusó de contar chistes muy malos.
Ya me van conociendo; por eso no les extraña que les explique que valle es con uve porque un valle tiene forma de v, o que horizonte es con hache porque, si te fijas bien, la hache es como una silla de perfil en la que hay que sentarse para mirar bien la o, la r, la i, la z, la o, la n, la t, la e y, más allá, la anunciada línea del horizonte. Otro día los ejercité en la búsqueda de cinco palabras tetrasílabas llanas y cinco palabras bisílabas esdrújulas, y juro que hubo quien se pasó tres minutos y medio de reloj intentando encontrarlas, pero resultó divertido y pedagógicamente convincente. En otra ocasión les puse un examen, una de cuyas preguntas prometía un dictado, y, tras una indagación inoportuna, no me aguanté las ganas de advertir que no se les ocurriera realizar el dictado por su cuenta, sin esperar al dictador.
Anteayer me armé de argumentos para desautorizar esa leyenda que todavía circula, según la cual las mayúsculas nunca llevan tilde, y empleé un cuarto de hora en inventar oraciones inconexas que acentuaba de tal guisa: "Alvaro Iñigo vive en Avila aunque veranea en Aguilas, pero Angela y Agueda lo esperan en Ecija". Esta vez hubo risas y sonrisas, un cabeceo piadoso, dos miradas de condescendencia y tres estufidos de sano orgullo intelectual. Algo es algo.

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