lunes, 9 de enero de 2017

Casi con el final de 2016 concluí Alegría, un libro de un tal Osho. El ejemplar estaba por ahí, me vio y lo vi, me alcanzó o lo alcancé, me lo llevé a mi rincón o me fui yo al suyo y me puse a leerlo. Tardé unas cuantas veladas, pero lo terminé, incluso con algún que otro renglón subrayado. Aquí no hay espacio para una recensión cabal, así que me la ahorraré. Solo digo que he fijado en mí, gracias a él, media docena de ideas que, creo, me van a ser muy útiles para afrontar el día a día.
Entre bromas y veras, a alguien se le ocurrió que estaba leyendo uno de esos pastiches que, en los anaqueles de los grandes almacenes, se catalogan como libros de autoayuda. Yo, orgulloso y mordaz, casi dolido por el golpe bajo, repliqué que, si bien se entiende, no hay libro en este mundo que no sea finalmente de autoayuda, desde los de Homero hasta el último de nuestros contemporáneos, pues qué sino ayudarse en uno u otro sentido es lo que buscan en la lectura lectores como yo.
Solo ahora reparo en la justicia proverbial de aquellas palabras mías, dictadas por la situación.

domingo, 8 de enero de 2017

Cuando todo parece más perdido que nunca -me refiero a los ámbitos educativos-, hasta a los menos proclives nos consuelan por momentos estas palabras -en verdad justas y necesarias- que no he sabido contrastar y verificar, pero que mis malas fuentes adjudican a Francisco, el actual Papa de Roma. Y resultan verosímiles:
"El Sol no se apaga durante la noche, se nos oculta por un tiempo por encontrarnos al otro lado, pero no deja de dar su luz y su calor. El docente es como el Sol. Muchos no ven su trabajo constante, porque sus miras están en otras cosas, pero no deja de irradiar luz y calor a los educandos, aunque únicamente sabrán apreciarlo aquellos que se dignen girarse hacia su influjo.
Yo les invito a ustedes, profesores, a no perder los ánimos ante las dificultades y contrariedades, ante la incomprensión, la oposición, la desconsideración, la indiferencia o el rechazo de sus educandos, de sus familias y hasta de las mismas autoridades encargadas de la administración educativa. La educación es el mejor servicio que se puede prestar a la sociedad, pues es la base de toda transformación de progreso humano, tanto personal como comunitario. Este sacrificado servicio pasa desapercibido para muchos. Probablemente, ustedes no podrán ver el fruto de su labor cuando este aparezca, pero estoy convencido de que gran parte de sus alumnos valorará y agradecerá algún día lo sembrado ahora. No confundan nunca el éxito con la eficacia. En la vida no siempre lo eficaz es exitoso, y viceversa. Tengan paciencia; mejor, esperanza. No olviden que la clave de toda obra buena está en la perseverancia y en ser conscientes del valor del trabajo bien hecho, independientemente de sus resultados inmediatos. Sean fuertes y valientes, tengan fe en ustedes y en lo que hacen".
Anoche, a última hora y casi como un regalo inesperado, la película The Artist, estrenada en 2011 y avalada por unos cuantos reconocimientos. Peculiar homenaje al cine mudo, o quizás al blanco y negro y a los mimos sin voz de los actores, la cámara oscila entre la nostalgia y la parodia sabiéndose protagonista, recreándose en sus ángulos, queriéndose.

sábado, 7 de enero de 2017

La escritura de diarios -o, ahora, de tantos blogs que, como este, se publican a golpe de tecla gracias a la tecnología- posee una irremediable dosis narcisista más o menos visible, más o menos inteligente o vergonzante. Se quiera o no, se disimule o no, el autor se apresta en todo momento a mostrarse, a declararse, a exhibirse desde su ventana.
Casi en la misma medida, quienes nos acercamos a leerlos y los seguimos con fidelidad compulsiva proyectamos en ellos una presencia voyeurista, inmediata, deseosos de saber los entresijos cotidianos, de conocer los meandros del pensamiento, de rastrear día a día las lecturas, los viajes, los azares.
Nos necesitamos, nos buscamos. Y de vez en cuando nos encontramos y compartimos un trecho del camino.

viernes, 6 de enero de 2017

La inteligencia suele ser humilde; es su naturaleza. La estupidez, en cambio, tira más a la inmodestia, a la fanfarronería y a la soberbia. Si me he topado con excepciones a la regla, siempre ha sido entre individuos del primer grupo, el de los inteligentes; nunca entre los estúpidos, que al parecer lo son en términos absolutos. Y aun en aquel caso, superado el estadio en que el alarde pudiera disfrazarse de ironía o de cinismo, el desenlace acaba siendo insufrible, decididamente patético.

jueves, 5 de enero de 2017

Sus Majestades de Oriente, que a juicio de padres y abuelos simbolizan la ilusión ingenua de los hijos y nietos que aguardan su manojo de regalos, se han convertido al cabo en un paripé institucional y sociofamiliar, en un espectáculo de masas que le hace el juego a la economía de mercado y, en definitiva, a quienes la programan y dirigen. Nadie está a salvo, a menos que no le importe que lo tomen por un bicho raro, por un aguafiestas que se inhibe de la vorágine consumista.
No obstante, sin ninguna duda, los Reyes Magos existen, aunque no vengan cargados de videojuegos ni de cosméticos de marca. Los Reyes Magos, que antaño fueron nuestros padres, hoy sabemos con certeza irrevocable que en realidad son nuestros hijos, y que si hay tiempo y lugar llegarán a serlo también nuestros nietos. Melchor, Gaspar y Baltasar, en mi caso, cobran de repente los nombres respectivos de Darío, Federico y Helena. Ellos son los presentes que ilusionan mi vida.

miércoles, 4 de enero de 2017

Ahora, a mi izquierda, sobre la superficie minimalista de mi mesilla de noche, al lado de una foto de mis hijos mayores con Toby, el perro, y de la jarra con la regla de subrayar y los bolígrafos de colores, dos libros, uno encima del otro: Historia del tiempo, de Stephen W. Hawking, y El olvido de sí, de Pablo d'Ors. Presiento en ellos, apenas iniciados, una antagonía de signo complementario, si se puede decir así: si el uno otea en el infinito circundante, el otro escarba en las profundidades del propio ser. Todavía no sé qué especie de azar o de confabulación me habrá sugerido que alterne su lectura en estos primeros días de enero.

martes, 3 de enero de 2017

Con el auge de la telefonía móvil y sus fabulosas aplicaciones en aras de la comunicación global, se ha universalizado también el imperio de la frivolidad y la cursilería. Mensajes masivos de felicitación que se cuelan en la intimidad, ocurrencias de corta y pega que se pretenden ingeniosas, grabaciones domésticas de dudoso gusto, chistes buenos y chistes malos y chistes que devienen ofensivos, una alarmante infantilización del homo sapiens adulto que se ríe o se sonríe con cualquier cosa, por trivial y chabacana que sea, y luego la reenvía a sus grupos de contacto, cuyos miembros, rehenes de una ociosidad estéril, sin brújula, sabrán disfrutarla en su medida y devolver el preceptivo acuse de recibo dilapidando emoticonos.
Yo no he dejado de contribuir con mi parte en esta tontería encadenada, impulsiva y facilona, innecesaria, gratuita. Yo me acuso, sí, y pido perdón a quienes me hayan sufrido. Y desde este instante me dicto el casto propósito de reprimir el uso indiscriminado, de no volver a enviar lo que nadie me ha pedido que envíe, de no perder mi tiempo ni hacer que tú pierdas el tuyo pululando en vanos foros de camaradería artificiosa.
Declaración de independencia; primera premisa:
Yo no necesito a nadie para estar solo.

lunes, 2 de enero de 2017

En el pueblo, recupero una antiquísima sensación que ya es inseparable de las mañanas soleadas de invierno, sobre todo si caen en domingo: una placidez integral, una especie de dicha que se contagia del humo de las chimeneas y registra el rugido de la aguerrida motosierra de algún vecino que corta su leña en los huertos lejanos.