lunes, 10 de octubre de 2011

CONCURSOS

A uno le caen en las manos las bases de un concurso y mientras averigua los detalles ya se pone a fantasear que a lo mejor esta vez sí, que seguramente la suerte está llamando a su puerta, que sin duda se lo van a dar. Entonces busca cualquier inédito en los cajones polvorientos, decide qué título se adaptará mejor a las condiciones de la convocatoria, emplea media hora en pensar un seudónimo con enjundia literaria y otra media en redactar los datos de la plica junto con los requisitos legales, pide que le fotocopien de tres a cinco veces el original y manda que le encuadernen cada ejemplar, hace con todo ello un paquete compacto, de una solidez metalúrgica, paga el envío con un billete de veinte euros y regresa aturdido por las avenidas democráticas de la fantasía, dispuesto a sentarse, decidido a esperar.
Cuántas veces habré sucumbido a ese proceso en el que no creo, en el que jamás creí, y cuántas me habré jurado que nunca más, que mis versos y mis narraciones nacen de la necesidad íntima del arte con mayúscula y que no debiera exponerlos a la trampa de la competencia, chuleándolos por una triste cifra o por una mala publicación.
Pero el tiempo pasa con la impasibilidad de la sentencia latina, y la hora del reconocimiento no llega ni se atisba, y los agentes que todo lo negocian van retrasando su juicio, y los que se llaman editores ni siquiera responden a esas cartas donde nadie más que yo parece apreciar la cuantía de mi talento. Y entonces uno se resigna entre comillas, y uno se vuelve a ilusionar entre paréntesis cuando le caen en las manos las bases del enésimo concurso, y se somete al mismo ritual y a la misma farsa con espíritu renovado, y, mientras se sienta a esperar lo que ya no tiene espera, una punzada le confirma que su alto sueño de juventud ha caído otro escalón: aquel sueño ya vive casi a ras de la tierra que lo vio surgir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Esta vez habrá suerte! Todo se confabula (fechas y destinos) para que esta sea la casualidad que se resuelva en forma de libro editado, porque no es justo que prives de tu poesía al público que te busca, que prives de tu sensibilidad a quienes te leemos con admiración renovada cada vez que llegamos a ti.

Pedro López Martínez dijo...

No sé, anónimo, si debo agradecer tu fe...